Desde el primer momento, Alfonso Calderón Gómez aceptó su responsabilidad en el homicidio de su expareja, Ludy Karina Díaz, y de José Manuel Díaz, su excuñado. Se presentó ante las autoridades poco después de los hechos y, recientemente, ratificó su culpabilidad ante la Fiscalía. Por medio de un preacuerdo aprobado por un juez, el hombre pagará 35 años y 4 meses de prisión.
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En dicho acuerdo judicial, Alfonso aceptó integralmente los cargos en su contra, siendo condenado por feminicidio y homicidio agravado. La sentencia, ya ejecutoriada, deberá cumplirla en prisión, donde permanece recluido desde hace más de 10 meses.
El crimen ocurrió el 20 de octubre del año pasado, día en que Calderón Gómez se entregó voluntariamente a la Policía, lo que dio inicio a la investigación que permitió esclarecer los hechos y revelar detalles de la turbulenta relación sentimental que mantuvo con Ludy.
De acuerdo con la investigación de la Fiscalía, la pareja convivió durante más de 15 años, tiempo en el que tuvieron dos hijos. Sin embargo, el proceso judicial evidenció que la mujer habría sido sometida a constantes maltratos psicológicos y físicos.
A raíz de esos abusos, Ludy decidió separarse de Alfonso. Semanas después, en medio de un episodio de celos, el hombre cometió el crimen que terminó con la vida de la mujer y la de José Manuel, tras atacarlos con un arma cortopunzante.
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Un ataque de celos
El hecho se registró en la vereda El Porvenir, sobre la vía Cúcuta – San Faustino, cerca de las 6:00 p.m. Aquel día, Alfonso, quien había estado consumiendo bebidas alcohólicas, llegó hasta una cantina donde encontró a Ludy compartiendo con otras personas, entre ellas, presuntamente, un nuevo amor.
Allí comenzó una acalorada discusión que terminó en tragedia. En medio de la confrontación, Alfonso sacó un cuchillo y atacó a Ludy en repetidas ocasiones.
Al ver a su hermana herida, José Manuel intentó detenerlo, pero al abalanzarse sobre él también recibió varias puñaladas, quedando gravemente herido en plena calle, mientras el agresor huía.
Ambos hermanos murieron en el lugar, sin que pudieran ser auxiliados. Minutos después, el sujeto llegó al CAI Industrial, con las manos ensangrentadas, donde confesó el doble crimen.
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