

Muchos colombianos, al parecer, acostumbrados a vivir en un conflicto armado por más de 60 años del Estado contra guerrillas, paramilitarismo y grupos dedicados al narcotráfico, ahora pelean en una guerra ajena y lejos de su tierra: la invasión de Rusia a Ucrania.
El escenario bélico ha convertido a connacionales, entre ellos gran cantidad de habitantes del área metropolitana de Cúcuta y Norte de Santander, en combatientes contratados para defender el suelo ucraniano bajo un salario, es decir, en mercenarios.
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Aunque no es justificación, estos han decidido irse en busca del dinero que les permita tener una estabilidad económica y ayudar a sus familias. Hay algunos que vuelven de estos conflictos internacionales, pero son más los que no. Se han conocido los casos de, al menos, diez soldados oriundos de esta frontera muertos.
Lo pusieron en ‘la carnicería’
Cristina Sarmiento lleva más de un mes viviendo una pesadilla desde que le contaron que su hijo murió, tras ser gravemente herido en Ucrania. Pero lo más difícil para ella es no tener certeza de dónde está Yeison Estiven Villamizar Sarmiento, que cumplió 31 años el pasado 15 de agosto, porque su cuerpo no aparece.
“Se fue de Cúcuta el 1 de julio para Bogotá; de allá salió el 4 para Ucrania. Él me dijo que se iba por una mejor oportunidad de vida. Soy una empleada de servicio y él me decía: ‘mamá, yo no quiero que usted siga trabajando, sino que esté mejor’. Yo le decía: ‘hijo, no se vaya, allá es muy peligroso, corre riesgo su vida, la plata no lo es todo’. Pero igual, se fue”, relató la madre.

Sarmiento manifestó que Yeison se dedicaba a la ornamentación y su única formación militar la tuvo mientras prestó el servicio en el Ejército Nacional. Ante la situación económica que se vive en esta ciudad, se dejó convencer, porque “le pintaron, como dice el dicho, pajaritos en el aire”.
“Mi hijo me dijo que le iban a pagar $12 millones quincenales ($24 millones al mes) y que cada tres meses les daban $19 millones. Eso a cualquier muchacho en una situación económica bastante pésima lo ilusiona”.
La progenitora relató que tuvo contacto desde el primer día en que su hijo llegó a Ucrania hasta el 26 de julio, cuando entró a misión. En un principio, según lo contado por él, tendría tres meses de entrenamiento, y después de la firma del contrato; pero eso no se cumplió y “no le dieron ni ocho días”.
“Desde ese 26 de julio nunca más volví a tener contacto con mi hijo. El 7 de agosto me enteré de que había muerto el 3 de agosto, cuando un compañero que estuvo con él en misión buscó la manera de contactarse conmigo”, dijo entre lágrimas la desesperada mamá.
Yeison Villamizar, de 1.75 metros, fue víctima de una granada de mortero, que le afectó gravemente sus piernas y la cabeza. Uno de sus compañeros, como pudo, lo arrastró y luego fue abandonado en el campo de batalla. Esto es lo único que sabe Cristina sobre lo ocurrdo.
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Cristina Sarmiento destacó que su hijo fue enviado a ‘la carnicería’, nombre que recibe la Brigada 47, la más fuerte, es decir, “donde caen más soldados diariamente, porque no es uno ni dos, sino muchísimos muchachos; es como la primera línea”.
La madre recordó que el joven se fue con un primo y otro hombre, quien les contó sobre esa ‘oferta laboral’ a ellos. Para contratarlos, les piden pasaporte y otros documentos, y que sean mayores de 18 años, sin importar que no tengan entrenamiento militar.
De acuerdo con Cristina, el pensamiento de Yeison, el segundo de sus dos hijos, era firmar contrato por dos años. Sin embargo, al llegar a la guerra le informaron que si se quedaba tres años, automáticamente saldría con una especie de pensión, por lo que había decidido quedarse todo ese tiempo.
“Yo le dije: ‘papito, no lo haga, devuélvase’. Él me dijo: ‘mamá, yo empiezo a mandarle cuando me empiecen a pagar, para que usted vaya ahorrando, para que compre casa, para que montemos un negocio’. Pero mi hijo nunca llegó a tener ni un peso. Nunca recibió un solo pago. Ni yo tampoco he recibido nada”, sentenció.
Cristina sostuvo que, en este tiempo, con sus mensajes a través de redes sociales, ha logrado conseguir donaciones, porque necesita mínimo $10 millones para ir a Ucrania a tramitar la repatriación de los restos de su ser amado. Afortunadamente, una ONG escuchó su clamor y le ha brindado asesoría.
Además, resaltó que el Ejército de Ucrania nunca la ha llamado para hablarle de su hijo ni ofrecerle alguna ayuda. Yeison era su compañero en todo momento, porque no tiene esposo y su hija está en Medellín; por eso la soledad en estos momentos es muy dura para ella.
“Gracias a Dios, he tenido ayuda, pero aún me falta. Tuve que sacar pasaporte, que nunca lo había tenido; requieren pruebas de ADN, que son costosas; pagar los pasajes de aquí a Bogotá, luego hasta Polonia y de ahí viajar a Ucrania, en donde tengo que asumir hospedaje y alimentación. Todo es plata, que es lo que no tengo. Es más, en varias ocasiones me han llamado para extorsionarme, pues, quizás creen que ya por mi hijo me dieron dinero”.
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La trabajadora doméstica ha estado recopilando datos y documentos; ya se hizo las pruebas de ADN para enviar a la Cancillería, con el fin de que se usen para los trámites de la búsqueda y repatriación.
Cristina dijo estar consciente de que todo combatiente extranjero contratado, es considerado un mercenario por partes de las autoridades organismos internacionales. Pero eso no le ha impedido alzar su voz para lograr la manera de traer a su muchacho.
“Ha sido difícil, mi mayor anhelo es que a mi hijo lo pueda encontrar vivo, porque no hay plata que valga. Voy a Ucrania porque tengo que ir y no pierdo las esperanzas de, por lo menos, entrar a un hospital y encontrarlo. No me importa que esté herido, que le falte una pierna o un brazo, pero que esté vivo”.
La madre ya le organizó misas por su fallecimiento y le hizo el novenario. No obstante, una parte de ella no acepta esa realidad porque no lo ha visto “en un cajón”. “El dolor es más grande, saber que mi hijo murió y no tengo un cuerpo para velar, para enterrar,” apuntó. Su Nequi, para la donación, es 3143499777.
Dejó sus cultivos de arroz para ir a combatir
‘La Leyenda’, como le dicen sus compañeros, es un agricultor de El Zulia (Norte de Santander) que tiene alrededor de año y medio en Ucrania. Las pérdidas que le dejó la plaga sogata y el bajo precio del cereal lo desesperaron, al punto de darse cuenta que los cinco años que vivió como soldado profesional, llegando ser suboficial, le podrían servir como combatiente.
Desde ese país de Europa y con algunos problemas de conexión en internet, ‘La Leyenda’ permitió una videollamada para contar su experiencia, dejando un dato preocupante: un 90% de los soldados son colombianos y se ha encontrado con muchos oriundos de este departamento.
“Ahorita llegaron unos paisanos míos. Pero lo que les digo a ellos, porque soy el que les da instrucción, es que esto es una guerra. Desde que nos montamos al avión sabemos a lo que venimos. Trato de que tengan claro el mensaje”, contó el joven, que tiene jerarquía similar a la de un sargento.
Llegar a ese rango le costó casi un año de combates, estar al frente de la batalla y ver muy cerca la muerte, porque un ataque le destrozó parte de su brazo derecho, el cual el reconstruyeron, y le dejo cicatrices en algunas partes de su cuerpo por las esquirlas.
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“Hicimos el asalto en la mañana a uno manes (soldados enemigos), en unas casas. En la tarde, ellos nos asaltaron. Nos prendieron en una cocina, me dieron un disparo en el brazo; como pudimos nos botamos por una ventana. Eso fue en febrero pasado”, dijo.
¿Cómo ha sido ver morir a sus compañeros en esa guerra?, se le preguntó, a lo que respondió: “es muy duro… se afecta uno emocionalmente, porque los muchachos llegan con la visión de hacerse alguito”. Reconoció que fue una decisión radical irse a esa guerra, pero no quiso contarle a nadie por lo crisis financiera que atravesaba.
“Como dicen acá, no se encariñe con los compañeros, porque hoy los vemos, mañana no sabemos. Uno hace vida social con ellos. Les enseño cómo ponerse un torniquete, cómo hacer un taponamiento, toda esa vaina. Si no aprenden a hacer un torniquete, con la herida más mínima, no para el sangrado y se desangra”.
‘La Leyenda’ indicó que la guerra interna de Colombia no se parece en nada a la ucraniana, porque esta usa mucha tecnología y no solamente se pelea “tú a tú”. Los proveen de drones, artillería y minas, entre otros artefactos. A ello se suma el terreno, porque la geografía es plana, diferente a la montañosa de su país.
“Aquí es más fácil ser víctima del ataque enemigo. Hay que apostarle al dron”, dijo el combatiente, quien precisó que el 80% de las muertes se dan con ese instrumento bélico, porque la acción es más certera.
Aunque su familia sabe lo que hace en Europa, poco les habla de lo que ocurre, para que no se preocupe más. Ha estado enviando dinero para ir recuperando la inversión en el cultivo de arroz; incluso, ya tiene nueva siembra, porque su pensado es regresar.
“Eso es mentira que uno viene engañado. Lo primero que le sacan a usted es su cuenta bancaria, su pasado judicial y el trámite del pasaporte. En esta unidad, son buenos los pagos, gracias a Dios, porque en el tiempo que estuve herido también me pagaron”, destacó.
Según ‘La Leyenda’, “el colombiano está peleando duro”, porque los han llevado a estar en sitios con temperaturas bajo 0°C. Además, lucharon contra norcoreanos, porque los rusos “son flojos”, en cambio “esos otros manes son bajitos, pero muy suicidas, kamikazes”.
Actualmente, los entrenamientos son de un mes y personalizados, pero cuando él llegó tal formación era de una semana, porque “la vaina estaba muy arrecha” (se necesitaban tropas con urgencia).
El zuliano dijo que, aunque no se arrepiente de la decisión que tomó, no quiere más guerra, porque allá ha aprendido a valorar hasta lo más mínimo.
El relato de un exmercenario
*Juan también fue mercenario, estuvo en Emiratos Árabes Unidos en donde prestó sus servicios durante cuatro años y su última misión fue en Yemen. Su buen desempeño lo llevó a comandar un grupo de hombres.
Llegó hasta allá, luego de que le hablaran de una “oferta laboral muy buena”, a través de la empresa Mi Futuro Global, con sede en Bogotá.
“Me enteré de eso por boca de compañeros que se iban yendo. Me decían: ‘no, marica, esto acá está bien, esto acá sirve’. Usted entra a la página y ahí no dice claramente que necesitan militares, necesitan es cocineros, doctores, albañiles, de toda esa vaina”.
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*Juan explicó que, luego de ser contratados, los clasifican en oficiales, suboficiales, soldados profesionales, pero la mayoría son de este último rango. En un principio incorporaron policías e infantes de marina retirados.
“Le hacen pruebas físicas, de tiro, de agua, de tierra, de algunos conocimientos de planeamiento. A Dubái usted llega, se incorpora, porque sabe para dónde va y qué va a ser. Le tienen todo organizado, va como teniente o sargento o capitán. Le dan una charla y lo empapan del tema”, mencionó.
El exmercenario aseguró que todo el tiempo están en entrenamiento y capacitándose y que el solado colombiano es muy apetecido, así como el salvadoreño, por lo que la mitad de la tropa suele ser de esas dos nacionalidades.
“En Yemen la guerra es dura; en Australia, más o menos. Uno se va para allá por el tema económico, porque al precio actual del dólar son entre 15 y 20 millones de pesos, mientras que los sueldos aquí no suben mucho; un mayor, un capitán gana 5 o 6 millones. Lo otro es la falta de moral en la Fuerzas Militares, las tropas están desmoralizadas totalmente”, aseguró *Juan.
Después de esa dura experiencia y de haber ahorrado un buen día, este nortesantandereano decidió regresar, ya no quería estar lejos de su familia.
De esa vivencia aprendió que los Emiratos Árabes “quieren estar bien con todo el mundo”, por eso se meten en diversos conflictos. Igualmente, se enteró que los mercenarios capturados en Haití, la mayoría colombianos, tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse (7 de julio de 2021), fueron llevados engañados para otra misión; “estando allá les dijeron cuál era el objetivo realmente”.
De importadores a exportadores, un negocio
En febrero, luego de tres años de la invasión rusa, la Cancillería informó que solo tenía la confirmación de que 64 colombianos habían perdido la vida en el conflicto, la mayoría de ellos exintegrantes de las Fuerzas Militares y Policía. Además, había 122 ciudadanos desaparecidos en combate.
57 de los cuerpos fueron repatriados, uno fue sepultado allá y otros seis estaban en proceso de traslado a Colombia.
También, hace poco más de un mes, un avión fue derribado en Sudán por el gobierno. Según las informaciones oficiales, murieron 254 atacantes en Darfur, la mayoría de ellos colombianos, en donde, al parecer, Emiratos Árabes “patrocina y abastece con armas y equipo” a paramilitares y sus mercenarios.
El profesor y doctor en Derecho de la Universidad del Rosario, Mario Urueña Sánchez, indicó que el fenómeno del mercenarismo comienza a verse más claramente en las guerras que Estados Unidos libra en Irak y Afganistán, en donde el traficante de armamento chileno José Miguel Pizarro comenzó a entender que el negocio más próspero era la contratación de personal que supliera ciertas labores que no hacían los soldados ni los contratistas estadounidenses en esas invasiones.
El magíster en Geopolítica y Seguridad Global señaló que allí comienza a hacerse un reclutamiento de cientos y hasta de de miles de mercenarios de toda América Latina.
“El factor más importante en el mercenarismo es la disposición. Los colombianos son como los más dispuestos. De Perú, Argentina, Chile, Ecuador y de países centroamericanos se ha atendido ese llamado a la participación, pero precisamente Colombia, por tener una Fuerza Armada proporcionalmente grande, tantos efectivos piden la baja”, resaltó el experto.
Igualmente, Urueña dijo que otra variable es el costo de la contratación, porque las ofertas laborales para ellos son muy atractivas. Sin embargo, para los reclutadores, por la diferencia del cambio de moneda, es bajo el gasto.
“Cuando pasan a la vida civil, no tienen oportunidades muy llamativas ni muy frecuentes, por ejemplo, se dedican a la vigilancia privada, cuyos salarios son menos atractivos y con menos beneficios de los que tienen, por ejemplo, los militares activos. Esto lleva a atender los llamados de esos reclutadores”.
El académico consideró que Colombia pasó de ser importador de mercenarios a exportador, porque la historia dice que al final de los años 80 y en los 90 se venían al país contratistas estadounidenses en el marco de la guerra contra las drogas, quienes venían a acompañar dichas labores, por lo que se idea el Plan Colombia, un mecanismo de cooperación con EE. UU.
“Ese es el punto de inflexión, porque pasamos de soldados entrenados por mercenarios, o sea, importadores, a exportadores netos”, añadió Mario Urueña Sánchez.
Tampoco se puede obviar que, una reciente sentencia del programa de Justicia y Paz, reveló que las Autodefensas Campesinas de Puerto Boyacá contrataron al mercenario israelí Yair Klein, para el entrenamiento de paramilitares, con la presunta colaboración de oficiales del Ejército.
También se ha dicho que otros mercenarios introdujeron tácticas de combate avanzado, manejo de explosivos y métodos de exterminio selectivo en esos grupos.
Una ley no es suficiente
El gobierno de Gustavo Pietro ha venido impulsando un proyecto de ley contra este mal. Se trata de un documento que ratifica la Convención Internacional contra el Reclutamiento, la Utilización, la Financiación y el Entrenamiento de Mercenarios, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 4 de diciembre de 1989.
“La ley de la convención marca un buen punto y es que, en otros instrumentos del Derecho Internacional, lo que se dice es que el que va y echa bala o protege (infraestructuras) o lo que sea haga es al que se debe perseguir. Lo bueno de la convención es que identifica al ecosistema de los mercenarios: reclutadores, financiadores, entrenadores”, apuntó.
El investigador, quien además participó con un concepto jurídico para ese proyecto de norma, recalcó que eso se debe complementarse con una ley que establezca penas de prisión o mecanismos de cooperación internacional para obligar a regular y sancionar, si es el caso, a las reclutadoras.
Sostuvo que lo único que existe es el Documento Montreux, “que realmente no sirve de nada, porque solo da pañitos de agua tibia y no controla a estas compañías, las cuales son las que más se lucran y generan la mayor parte del problema”.
Así mismo, Mario Urueña resaltó que se necesita una ley de veteranos, muy rezagada en Colombia, porque muchos de los uniformados se jubilan jóvenes, con pensiones bajas, sobre todo en el rango de oficiales y soldados, y con muy poco acompañamiento del Gobierno para capacitación u alternativas laborales que les brinden una mejor calidad de vida.
*Nombre cambiado por seguridad
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