El mes de diciembre era esperado con alegría y entusiasmo por todos los habitantes de la ciudad. Desde el primer día se respiraba el ambiente navideño, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, se preparaban para celebrar en familia las costumbres que tradicionalmente se acostumbraban por esos días. Las reuniones se cumplían en las casas de familia, donde se rezaban las acostumbradas novenas. No había festividades sociales diferentes a las reuniones familiares, a excepción de las celebradas en el Club del Comercio, donde se daban cita los aristocráticos personajes de la cuidad en su sede de la esquina de la cuarta con calle once. No eran los jolgorios de hoy sino unas reuniones recatadas donde se rezaba la novena y se comentaban las incidencias diarias.
El comercio en general y las grandes marcas y almacenes se preparaban para afrontar la temporada, que este año en particular pintaba mejor que en el pasado, toda vez que había pasado la época de restricciones derivadas de la Segunda Guerra y comenzaba a despejarse el horizonte de las escaseces de bienes, en especial, algunos importados que aparecían en las estanterías.
En época de Navidad y nuevo año, las amas de casa, en particular las madres, se preocupaban por preparar al resto de sus familiares en lo que sería el “estreno” infaltable en estas festividades y por ello, Coltejer era su mayor proveedor que con su lema ‘el primer nombre en textiles’ cautivaba la atención de la población de modistas del país. Anunciaba por esta época su famosa ‘Coleta Margarita’ como la ‘preferida en Colombia’ por sus pintas firmes y magnífico acabado; además de su toque netamente nacionalista: “…fabricada con capital colombiano, por técnicos colombianos y por obreros colombianos”. En conclusión y como ellos mismos lo anunciaban era “su aguinaldo preferido”.
En esta misma materia, Daniel Coronel, era ‘el sastre que lo viste bien’, ofrecía sus servicios en la sastrería de la calle 12 números 5-71 y 5-73, en el local contiguo al que algunos años después se construyera el más famoso almacén de la época: “Los Tres Grandes”.
El almacén de Tito Abbo situado en la esquina de la avenida quinta con calle doce, apenas media cuadra más allá, venía aplicando una estrategia publicitaria más recatada, pues, aunque era el mayor almacén de venta al detal desde principios de siglo, cuando fue evolucionando de Casa Ríboli hasta el presente, consideraba que no era necesario gastarle tanto a los avisos, muestra de ello puede verse al final de esta crónica; sólo decía: ‘espacio reservado para los avisos de la firma’ y remataba, ‘la que vende lo mejor’.
Por su parte Avianca lanzaba sus promociones en las que anunciaba “las tres nuevas razones para viajar mejor: 1° Veinte por ciento de descuento en viajes de ida y regreso en todas sus rutas; 2° Verdadero servicio de lujo con aviones lujo y 3° Comodidad de las horas de salida y magníficas conexiones”. Para este fin año había programado tres vuelos semanales con destinos y conexiones desde Bogotá, Barranquilla y Bucaramanga, los vuelos eran el 653, el 663 y el 662 y sus tarifas estaban al alcance de todos los bolsillos: a Bogotá, viaje redondo: $64; a Barranquilla, el mismo viaje redondo: $65.60 y a nuestra vecina Bucaramanga: $25.60 ida y vuelta.
En el aeropuerto de Cazadero, los pasajeros eran atendidos, en la nueva casona construida para hacerle competencia a la antigua LANSA, la cual había sido absorbida cuando la anterior SCADTA se transformó en Avianca, abandonando su aeropuerto de San Luis.
Como la competencia no se quedaba dormida, en el edificio Suárez, contiguo a Avianca, la Línea Aérea TACA de Venezuela, publicaba en un aviso de un cuarto de página que “…se complacía en participar al público y especialmente al comercio que desde el primero de diciembre quedará establecido el servicio San Antonio – Bogotá directo, tres días a la semana, lunes, miércoles y viernes a la ida; y al regreso martes, jueves y sábado”. Los agentes en Cúcuta eran los señores Hermanos Morales en la dirección antes anotada.
La Voz de Cúcuta, como todas las emisoras del momento, no habían construido aún sus radioteatros. La Voz de Cúcuta, apenas llevaba menos de dos años en sus nuevos estudios y para este diciembre invitaba a sus oyentes a sintonizar la “Ronda Musical de las Américas” un programa que se transmitía de lunes a viernes a las ocho de la noche, en el que presentaban “la música y los artistas más famosos de 5 países”, las orquestas más famosas del continente y los cantantes favoritos de México, Argentina, Brasil, Cuba y Estados Unidos. El espacio radial tenía el patrocinio de la Embotelladora de Santander Ltda. que eran los embotelladores autorizados de Coca Cola.
Y como en diciembre es el mes que debe aprovecharse para comprar lo necesario para el futuro, la venta de los lotes del barrio Latino estaba en pleno furor. Recordemos que el propietario de los lotes, el señor Rafael Mondragón había distribuido el terreno en cien lotes, los que vendía con facilidades, más detalles pueden leerse en la crónica “Primeros Urbanizadores”. En su estrategia de ventas, los compradores tenían la opción de participar en sorteos quincenales que jugaban con la Lotería de Cúcuta, para quienes tuvieran sus cuotas al día, su título quedaría completamente saldado. En el último sorteo de este año, el favorecido fue el señor Gustavo Sandoval.
Los negocios de la temporada, como las ventas de tarjetas y almanaques, así como la venta de paquetes turísticos y tarjetas postales eran ofrecidos por la Oficina de Turismo de M. Canal Mora en la avenida quinta con calle trece. Las compras podían solicitarse por vía telefónica al número 24-51. También vendían figurines importados para damas y niños. Las tarjetas de Navidad y Año Nuevo eran vendidas a precios que oscilaban entre los 15 centavos y los tres pesos.
Doña Gilma Casado de Vila, avisaba que el próximo mes de enero estarían abiertas las matrículas de su plantel “Estudios Comerciales para Señoritas”. Los prospectos estaban a la disposición de los interesados en su local de la calle 11 No. 9-33.
Como la pólvora no podía faltar, Alfonso Jaimes Hnos. Ltda. ofrecía variedad de fuegos artificiales como volcanes chinescos, de luces y eléctricos, candelas romanas, luces de flores y bengalas, torbellinos, rodachinas y voladores, en su almacén de la avenida séptima frente a la aduana.
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