

A Yeison Santiago le robaron su primera cámara en Cúcuta, pero eso no lo detuvo. Al contrario, fue la chispa que encendió el fuego.
A sus 28 años, este nortesantandereano de raíces gabarrenses y espíritu nómada, retracta a leyendas de la música como Chayanne, Maná, Marc Anthony y Los Tigres del Norte.
Hoy, su agenda incluye giras por Europa, América Latina y Estados Unidos, pero su historia no empezó en un estadio ni bajo reflectores. Empezó, como muchas otras, cargando cables y soñando con ser músico.
Un fotógrafo entre dos ciudades
“Realmente nunca me voy, siempre estoy aquí y allá”, dijo Yeison cuando se le preguntó dónde vive. Su vida transcurre entre Medellín y Cúcuta, como si sus dos mitades se negaran a separarse.
Nació en La Gabarra, pero lo registraron en Tibú, y esa identidad bicéfala parece marcar su ruta: va, viene, trabaja, regresa. Su familia está en Norte de Santander, pero el trabajo, los sueños y las oportunidades lo llaman constantemente a otras ciudades.
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De los instrumentos a la cámara
A los 15 años, Yeison no era fotógrafo. Era utilero de Ciro Quiñones, cantante cucuteño con quien empezó a viajar por la región. Cargaba parlantes, ayudaba a montar tarimas y desmontar escenografías. Pero no era feliz.
“Soy muy perezoso para hacer fuerza”, dijo entre risas. Lo suyo no era mover equipos. Lo suyo era mirar. Captar. Contar historias.
El cambio fue un acto de fe (y de necesidad). Vendió su iPhone 5 recién estrenado y compró una cámara. Ya había vendido, antes, todos los instrumentos que su madre le había comprado con la esperanza de que se convirtiera en músico: batería, bajo, guitarra, acordeón. Pero no aprendió a tocar ninguno.
Su mamá, cansada de apostar, se negó a ayudarle a financiar la cámara. Así que Yeison se la rebuscó, reunió el dinero y se lanzó.
“Recuerdo muy bien la primera foto que hice”, contó. Fue en un concierto privado de Ciro. Solo había dos luces. Una de ellas iluminaba su rostro desde la izquierda. Él estaba de pie, cantando con pasión. Disparó la cámara y supo, en ese instante, que había encontrado su lugar.
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Una pérdida que lo liberó
Durante una feria en Tibú, mientras trabajaba aún como utilero, dejó su cámara detrás del escenario para ayudar a cargar. Cuando regresó, la cámara ya no estaba. Se la habían robado.
Pero esa pérdida fue la confirmación de lo que ya intuía: debía dedicarse por completo a la fotografía. Dejó la utilería y se consagró a los lentes, a los encuadres, al backstage y al instante perfecto.
Empezó a cobrar entre 50 mil y 100 mil pesos por evento. No era mucho, pero viajaba, conocía gente, y lo más importante: estaba allí, en el mundo de la música.
El día que fotografió a Marc Anthony
En 2017, en un concierto en Cúcuta, Ciro Quiñones fue telonero de Marc Anthony. Los camerinos estaban frente a frente. De repente, un asistente gritó: “¡Necesitamos un fotógrafo!”. Yeison alzó la mano. Entró al camerino de Marc, hizo las fotos a una velocidad vertiginosa con una cámara que casi no resistía y, al terminar, le entregaron 300 dólares. Tenía apenas 17 años.
“Ni sabía cuánto era eso”, recordó. Fue con su abuelo a cambiarlos. Le dieron más de un millón de pesos. Era la primera vez que tenía tanto dinero en las manos. Y también fue la primera vez que comprendió que podía vivir de esto.
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La técnica del telonero
A partir de ahí, empezó a perfeccionar una técnica infalible: contactar al telonero. Cada vez que un artista grande llegaba a Cúcuta, él se ponía en contacto con el cantante de apertura. Así entraba al evento, hacía su trabajo y se quedaba capturando a los artistas principales. Fue así como logró tomar fotos de Los Tigres del Norte por primera vez.
Luego vinieron otros: Peter Manjarrés, Martín Elías, Carin León, Nodal, Feid, Jesus Adrian Romero, Ricardo Montaner, Fabián Corrales. En la UNAB estudió Artes Audiovisuales, pero fue más escuela la cancha que la universidad.
“Yo tocaba puertas por todas partes”, dijo. “Les escribía a todos los managers, todos los días”.
Una camisa y un plan audaz: conquistar a Los Tigres del Norte
Cuando supo que Los Tigres del Norte estarían en San Gil y Bucaramanga, diseñó una camisa con su nombre y el logo del grupo. Se coló en el evento diciendo que era su fotógrafo. Tomó las imágenes, editó toda la noche y al día siguiente se las mostró al manager. Les gustaron. Un mes después, ya estaba de gira con ellos por Colombia.
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De Chyno y Nacho a las giras internacionales
Con 19 años, logró trabajar con Chyno y Nacho. Fue su primera vez fuera del país. Ecuador, Venezuela, México, y más. Los acompañó hasta que se separaron. Luego vinieron otros: Marco Antonio Solís, Alex Manga, el comediante Marko, y decenas más.
Uno de los momentos más memorables fue con Camila. Le escribió al guitarrista Pablo, le propuso que él pagaba sus vuelos y solo necesitaba hotel. Lo aceptaron. Voló a Miami, conoció a la banda y trabajó con ellos en conciertos por Perú, Guatemala y Colombia.
Tres años con Maná y la llegada a Pimpinela
Durante el Carnaval de Barranquilla empezó a trabajar con Maná. Fueron tres años, 40 conciertos, viajes por todo Estados Unidos y Canadá. Luego, por recomendación, llegó a Pimpinela. Aunque no conocía mucho de su música, aceptó el reto.
Estuvo en el Movistar Arena y luego se fue de gira por Argentina, la tierra de Messi, su ídolo de infancia.
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Y ahora: Chayanne
Hoy, Yeison trabaja con Chayanne, uno de los artistas más queridos de América Latina. A punta de insistencia -correos, mensajes, más correos-, logró que lo invitaran a cubrir sus shows. Primero en Miami, luego en México. Les gustó tanto su trabajo que le ofrecieron toda la gira de 2025: “Estamos hasta noviembre, si Dios quiere”.
“Llevaba años escribiéndole al manager de Chayanne”, confesó. Lo hacía por correo. A veces le respondían cada tres meses. Pero insistió.
El respeto como herramienta de trabajo
Yeison nunca pide fotos, ni saludos, ni autógrafos. “Mantengo el respeto. Eso me ha permitido trabajar durante años con muchos de ellos”, dijo. Sabe que su lugar está cerca del artista, pero también fuera del foco.
Es el testigo invisible, el que graba sus días y muestra al público lo que el escenario no revela.
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Su equipo y su legado
Hoy, Yeison trabaja con una Canon 5D Mark IV, varios lentes, dron, cámara 360, DJI Pocket, y un equipo valorado en más de 80 millones de pesos. Pero lo más valioso sigue siendo su ojo. Su instinto. Su pasión por capturar no solo rostros, sino emociones.
¿Qué le falta?
“Siempre voy a tener un sueño frustrado”, dijo con cierta nostalgia. “Retratar a Vicente Fernández”. Nunca llegó a hacerlo. Pero quizás ese anhelo, ese huequito que queda, es el motor que lo empuja a seguir.
El arte de contar desde la sombra
A Yeison ya no lo deslumbran los artistas. Lo que lo emociona es la posibilidad de hacer lo que ama, en escenarios distintos, entre culturas nuevas, con el poder de contar una historia a través de una imagen.
“Yo soy el que muestra lo que se vive en ese concierto”, concluyó.
En un mundo donde las luces apuntan siempre al que está sobre la tarima, Yeison Santiago es el que se queda justo debajo de ella, con una cámara entre las manos y una historia por contar. Porque para él, cada foto es una canción congelada. Y cada video, un poema en movimiento.
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