

Tener a muy diversos sectores de los poderes públicos y de la opinión con la mirada puesta en el Catatumbo debe de dejar resultados favorables para una zona con un abandono y olvido histórico de medio siglo y una violencia cada vez peor.
Hagamos cuentas. Corte Constitucional, la Presidencia de la República, Planeación Nacional, la mayoría de ministerios e instituciones nacionales, la Fuerza Pública, el Congreso de la República, organismos internacionales, los medios de comunicación, organizaciones de carácter humanitario y de defensa de los derechos humanos, la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo, entre otros.
Que toda esa institucionalidad tenga entre sus asuntos aspectos relacionados con ese territorio que es hoy disputado violentamente por el Eln y la disidencia de las Farc, lógicamente tiene que derivar en mejoras reales y sustanciales para sus habitantes.
El que por alguno u otro motivo toda esta institucionalidad haya volcado su atención, debe implicar que todos los males que afectan a los catatumberos necesariamente tendrían que empezar a mejorar, cambiar o desaparecer, en el corto y mediano plazo.
Si estos momentos de efervescencia y calor no son aprovechados para que el Estado recupere el control y proceda a la transformación del territorio, se habrá perdido una gran oportunidad y sus consecuencias serían las de condenar al Catatumbo a otro medio siglo cargando con sus penurias.
De lógica eso no puede llegar a permitirse y hay que precisar, por ejemplo, que las soluciones militares y policiacas por sí solas no van a sacar del abismo de la crisis social, económica y de carencia de infraestructura y de necesidades básicas insatisfechas no atendidas, ni tampoco para aclimatar la paz.
Es indispensable hacer pedagogía en los centros de los poderes públicos que las políticas para estos territorios debe de ser de carácter complementario para así poder obtener los objetivos trazados, porque de lo contrario los efectos no serán los esperados.
En esto es necesario insistir porque la realidad tiene muchas pruebas palpables para enseñarnos que debemos estar atentos a los riesgos de que todo lo anunciado y programado termine quedándose en promesas incumplidas.
Y lo que se ha dicho siempre, que haya acción, gestión, inversión y ejecución de los recursos previstos para todos los componentes y proyectos que faciliten rescatar al Catatumbo de las manos de la violencia, de los cultivos de coca, del narcotráfico, de la pobreza y la exclusión y permitirle que vaya hacia un futuro mejor.
Y otro elemento que está fuertemente ligado con el futuro de la zona es la paz, como lo indicara el jefe de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Carlos Ruiz Massieu. “Estoy convencido de que si se hubiera implementado el acuerdo de paz de manera más profunda en los últimos ocho años, no tendríamos hoy situaciones como las que se viven en Catatumbo o Cauca”.
En medio de la complejidad y la particularidad de esta región nortesantandereana es requerido, además, un bien estructurado y financiado plan de sustitución de los cultivos de hoja de coca y recuperar la producción agropecuaria, impulsar la agroindustria y sustraer a la región de las economías ilegales.
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