La juventud colombiana, sobre cuyos hombros reposa en buena parte el éxito electoral de Gustavo Petro para llegar a la Presidencia de la República, vive hoy una tusa con el gobierno del cambio que a su vez empieza a sufrir el desmoronamiento del apoyo de esa base social y política tan importante.
Escuchar el presidente que desde el auditorio en el encuentro con los consejeros de la juventud le dijeran que “nos hemos mantenido en un discurso populista y no podemos seguir en lo mismo”, evidentemente debió haberle caído como un baldado de agua helada y ratifica lo indicado hace un año por una encuesta de la Universidad del Rosario que señaló que el 41% de los jóvenes tiene una imagen desfavorable de Petro.
Esas catorce palabras pronunciadas por William Molina, consejero juvenil del vecino Santander, resumen el sentimiento y la percepción en el país de que son muy escasos y lentos los avances de los proyectos y políticas para cumplir lo consignado en el Plan Nacional de Desarrollo.
Ese acelerado desgaste de la empatía que existía entre Petro y las juventudes sin duda que llevará a la acelerada pérdida de este grupo poblacional que tiene la importancia capital de ser quien muy pronto empezará a asumir los puestos de comando dentro del inexorable y necesario generacional en la conducción de la vida económica, política y social colombiana.
Dentro de las reflexiones que deja este episodio se encuentra el de unos jóvenes hastiados de que los estén usando y que un gobierno en el que creían que todo cambiaría, las cosas siguen siendo igual o peor que en el pasado.
El país espera que luego de ese duro encuentro haya una reacción proactiva desde la institucionalidad con medidas concretas para los apoyos a la juventud en los campos de la educación media y superior, el primer empleo, las oportunidades laborales reales y recursos para que se apoyen los emprendimientos juveniles, así como para que cuenten con planes de bilingüismo, desarrollo de tecnologías y ser tenidos en cuenta en las decisiones nacionales y locales, al igual que garantizarles la seguridad frente a los grupos violentos en las regiones.
La política pública juvenil que conlleve a todos esos escenarios requiere más fundamentos presupuestales, de planeación y de estructuración jurídica, para que no se queden en esos elocuentes discursos que ya están generando cansancio, porque no hay un equilibrio entre lo que se habla y lo que realmente se hace.
Entre los hechos que han generado ese resquebrajamiento de las relaciones, se encuentra que mientras el presidente habla de mayores oportunidades inclusivas, no ha impulsado la reforma al Estatuto de Ciudadanía para otorgarle mayor poder decisivo al Consejo y la Plataforma Juvenil .
Aunque ahora se está tratando de indicar que habría intereses políticos opositores detrás de ese desencuentro entre los jóvenes y el presidente que se venía vanagloriando de representarlos, el ambiente que imperó en aquel encuentro indica que eso no es así.
A Petro y su equipo de gobierno les corresponderá cambiar de estrategia, porque el descontento juvenil con lo que está haciendo se sintetizó así: “luego de hasta 15 horas de viaje llegamos a escuchar otro discurso y nada en concreto”. Eso, en otras palabras, equivale a indicar que el Gobierno Nacional ha sabido leer a los jóvenes colombianos y que él mismo, con los desaciertos, está provocando que las bases poblacionales que lo apoyan se están desilusionando y cansando por las promesa de cambio incumplidas.