Las manos de Edward Alfirio Nieto temblaban ligeramente cuando recibió la noticia de la beca. No de miedo, sino de emoción contenida. Después de 14 años encerrado injustamente, después de que el Estado colombiano finalmente reconociera su inocencia este año, la vida le ofrecía algo que parecía imposible: la oportunidad de estudiar lo que siempre soñó: derecho.

"Voy a defender a quienes son víctimas del sistema judicial", expresó Edward con una convicción que nace del dolor transformado en propósito. Su meta es clara: convertirse en el abogado que él necesitó. Pero sobre todo, anhela seguir el ejemplo de quien nunca lo abandonó: José María Peláez, el abogado defensor y docente en la Universidad Libre de Cúcuta que junto a su grupo de juristas, con el apoyo fundamental del rector, luchó por demostrar su inocencia hasta el final.

José María Peláez explica con emoción el origen de esta nueva oportunidad. "Varios profesores de la Universidad Libre y otro grupo de egresados junto con el rector y mi persona hemos decidido que Edward Alfirio Nieto Coronel debía realizar sus sueños y por eso hemos aunado esfuerzos junto con la universidad para becarlo y que pueda ingresar a nuestra alma mater".

La beca es más que una oportunidad académica es un regalo de quienes nunca dejaron de creer en él. Peláez y su equipo no solo lograron demostrar su inocencia pese a las innumerables trabas en los estrados judiciales, sino que ahora se han reunido nuevamente para darle a Edward una nueva buena noticia antes de terminar el año: la beca que le permitirá iniciar su carrera en derecho, en el primer semestre de 2026. Aquellos que lucharon por su libertad ahora le ofrecen las herramientas para que él pueda luchar por otros.

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Su injusta historia

La historia de Edward Alfirio Nieto parece sacada de una pesadilla. Un día cualquiera, este joven cucuteño fue a casa de su novia a recoger un regalo para su padre. Ese gesto de amor filial se convertiría en el inicio de 14 años de infierno. En medio de una guerra entre las bandas críminales, los urabeños y los rastrojos, ocurrió una masacre múltiple en la zona. Edward fue señalado, acusado y condenado a 56 años de prisión por un crimen que jamás cometió.

No había pruebas contundentes. No había testigos creíbles. No había elementos que lo conectaran con la violencia desatada por grupos al margen de la ley. Sin embargo, el sistema judicial colombiano decidió que Edward era culpable. La condena fue brutal: 56 años de prisión.

Catorce años pasó tras las rejas viendo cómo el tiempo transcurría mientras los verdaderos responsables permanecían libres. Su familia lo visitaba llevando no solo provisiones, sino la fe inquebrantable en su inocencia. Este año, finalmente, el Estado reconoció lo que Edward y su familia siempre supieron: era inocente.

Un sistema que falló en cada instancia

Los expertos que han analizado su caso no ocultan su indignación. Especialistas en derecho disciplinario son categóricos: "en este caso se hizo todo lo que no se debe hacer en un proceso judicial". Identifican un error fundamental: el sofisma de postulación, dar por probado lo que debía demostrarse. No hubo hechos jurídicamente relevantes que conectaran al acusado con los elementos estructurales del delito.

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Pero hay algo más inquietante: la justicia en Colombia tiene precio. Un recurso de casación como el que liberó a Edward puede costar entre 80 y 500 millones de pesos. La persona del común no tiene acceso a esos recursos. Edward contó con la fortuna de que su defensa fue pro bono, pero esta no es la realidad para la mayoría de colombianos atrapados en errores judiciales.

Para los expertos, la historia de este cucuteño es apenas la punta del iceberg. Se vaticinan muchos casos más de personas sentenciadas sin adecuada defensa técnica. Las demandas que tiene el Estado por errores judiciales no alcanzarían a pagarse ni con dos o tres reformas tributarias.

Sobre la reparación, los especialistas son claros: el daño está hecho. El daño social, el familiar, los 14 años en un sistema penitenciario desalentador. Ninguna reparación económica podría suplir todo el sufrimiento.

Una oportunidad para creer en la justicia

Edward eligió no quedarse en el pasado. Eligió transformar su dolor en propósito. Con su beca en mano y la determinación de quien ha tocado fondo, se prepara para entrar a las aulas universitarias. No como un estudiante común, sino como alguien que lleva en su historia la evidencia de por qué su futura profesión es crucial.

"Estoy feliz y agradecido con esta oportunidad. Voy a estudiar con todo el rigor para defender a quienes, como yo, son víctimas de un sistema que les falló", expresó Edward Alfirio Nieto al conocer la noticia de la beca. Defenderá con pasión porque experimentó la injusticia en carne propia. Y luchará por un sistema más justo porque sabe cuántas vidas pueden destruirse cuando la justicia falla.

Su historia es un llamado urgente a la reforma, pero también un testimonio de esperanza. Porque si después de 14 años de injusticia Edward Alfirio Nieto aún cree en la justicia lo suficiente como para dedicar su vida a ella, quizás todavía hay esperanza para quienes al día de hoy confían en la justicia.

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