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Cúcuta
Tatuajes: entre el estigma, la identidad cultural y la rebeldía
Aunque parezca que estamos en una sociedad mucho más inclusiva, los estereotipos persisten en medio de la fuerte tendencia antiinmigrante estadounidense.
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Fernanda Botello
Fernanda Botello
Domingo, 11 de Mayo de 2025

Los tatuajes han existido desde la antigüedad y, con el tiempo, su significado y función en la sociedad han evolucionado considerablemente.

Sin embargo, aunque en su origen, en el antiguo Egipto, hacía parte de la identidad colectiva y eran muestra de respeto, a lo largo de la historia han sido asociados con estigmas, como rebeldía y delincuencia.

Un ejemplo de ello se remonta a las antiguas Roma y Grecia, donde los criminales eran marcados en distintas partes del cuerpo. Esta práctica originó uno de los prejuicios que persisten en la sociedad actual: asumir que una persona con tatuajes es vaga, desorganizada o incluso delincuente.

Luego, tras ser prohibida por el cristianismo y asociada al diablo, creció su rechazo por parte de la sociedad, sentimiento que hoy en día se mantiene.


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Puesto que, aunque parezca que estamos en una sociedad mucho más inclusiva, los estereotipos persisten y hoy, en medio de la fuerte tendencia antiinmigrante estadounidense, surge un nuevo problema para quienes usan tatuajes.

En marzo, se informó de 238 presos venezolanos en El Salvador, quienes fueron deportados desde Estados Unidos y apresados en el país por presuntamente ser integrantes de la banda criminal venezolana, el Tren de Aragua. Acusaciones fundamentadas, en su mayoría, por las figuras que usaron para sus tatuajes.

Los familiares han denunciado que les notifican de la captura y el delito por el que están siendo imputados, pero pierden la comunicación con ellos después de esto.

Recientemente, La Opinión conoció el caso de Widmer Algeviz, un joven venezolano que viajó a Estados Unidos con todos los documentos legales para su ingreso al país, sin imaginar que sería detenido en el aeropuerto de Houston, Texas, a causa de una brújula tatuada en su brazo izquierdo.


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Tatuaje minimalistas

Durante seis meses fue detenido en ese país hasta su deportación a la megacárcel de El Salvador, un centro de detención diseñado para el terrorismo y el crimen organizado por el Gobierno de Nayim Bukele. El joven fue acusado de ser integrante de la banda criminal el Tren de Aragua.

Sin embargo, su tía, residente en Cúcuta relata que su sobrino no tiene antecedentes penales y su salida del país se dio bajo los parámetros legales establecidos y en busca de mejores oportunidades.

Por otra parte, un listado del Departamento de Seguridad Pública de Texas, identificó cinco tatuajes asociados al Tren de Aragua.

Dicha caracterización hace la siguiente relación:

Estrellas de cinco puntas, en los hombros, que indican rango dentro de la organización.

Coronas, en alusión a la banda callejera Latin Kings.

Armas de fuego y granadas.

Trenes y dados que hacen referencia tanto a su origen como a una obra inconclusa que dio nombre al grupo venezolano.

Felinos y depredadores como tigres y jaguares, símbolos de intimidación.


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A lo anterior se suma en Estados Unidos la aplicación de la Ley de Enemigos Extranjeros para señalar a presuntos miembros de la banda como una amenaza para la paz pública y la seguridad nacional, lo que permitió endurecer las medidas en su contra.

Estigma en la región

Aunque este panorama parece distante, en Cúcuta también se viven situaciones de estigmatización hacia las personas tatuadas.

Como es el caso de Carlos Romero, diseñador gráfico de 34 años, que convirtió los tatuajes en parte esencial de su identidad. Para él, representan una forma de expresión personal y una terapia, con cerca de 40 diseños que narran momentos significativos de su vida.

Cuenta que un inicio su entorno social y familiar juzgó su decisión, pero que no ha habido prejuicios en el ámbito laboral más allá de asociarlo con ser tatuador.

Sin embargo, una de sus experiencias más negativas ha sido ser detenido y requisado diariamente por la policía, una situación que atribuye a los prejuicios que persisten hacia las personas tatuadas.


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Tatuaje dragón japonés

Ante esta situación menciona que a la sociedad le hace falta un cambio de pensamiento donde se practique el respeto a los estilos de vida distintos:

"cada día, mis tatuajes parecen decir más sobre mí que mi profesión o mi carácter", dice.

Algo similar vive Laura Soto, artista, bailarina y trenzadora cucuteña, quien a sus 35 años ha llenado su piel con tinta como una forma de expresión.

Encontró en el tatuaje una forma libre y segura de manifestar su identidad, en un arte que abrazó desde la adolescencia.

Menciona que, sumado a los estereotipos, ha vivido situaciones desagradables a raíz de la cosificación que existe hacia las mujeres tatuadas.


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Para Laura, es importante que la sociedad entienda que la feminidad no está asociada con tener o no tatuajes, sino que "cada mujer explota su feminidad cómo le gusta."

Pese a esto, cuenta que una de las experiencias más desagradables ha sido en consultas médicas, pues allí han hecho suposiciones sobre su vida sexual y privada.

Pues en una ocasión en la que asistió al médico por una lesión en su tobillo le enviaron pruebas de enfermedades de transmisión sexual. "Como que intentan justificar bajo sus criterios hacer revisiones físicas que no están sujetas a su área", expone Laura sobre revisiones médicas que la han hecho sentir incómoda.

Para entender el trasfondo de esta percepción social, se consultó al sociólogo, Juan Carlos Hernández, quien explica que los tatuajes, más allá de su función estética, siguen siendo leídos como señales sociales que despiertan juicios y estereotipos profundamente arraigados en la cultura colectiva.


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Para el académico, la estigmatización está directamente asociada con la moral occidental que quería diferenciarse de las culturas nativas y ancestrales que usaban simbolismos como forma legítima de expresión cultural.

"El cuerpo tatuado ha sido estigmatizado como criminalizado, dañado o impuro, producto de una moral férrea impuesta desde hace más de 500 años", explica.

Manifiesta que, pese a eso, la sociedad ha venido experimentando cambios que han hecho que expresiones como los tatuajes, las perforaciones y las expansiones sean 'una forma válida de expresión individual y social'.

Estos cambios reflejan un mundo influenciado por la globalización que ha abierto paso a nuevas formas de adaptación e interacción, y que está cada vez más dispuesto a que el cuerpo "resignifique marcas corporales como parte de una identidad cultural."


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Pese a los prejuicios aún persistentes en la sociedad cucuteña, destaca que hoy en día existe una perspectiva más abierta de los ciudadanos por explorar, expresarse y conectarse con el mundo a través de estas manifestaciones artísticas, destacando el gran aumento de la cultura que ha tenido en las últimas décadas.

Sobre cómo la sociedad asocia los tatuajes a la criminalidad, el sociólogo expone que este prejuicio surge del rechazo a todo lo que está fuera de la 'normalidad'. Según Hernández, lo que no se ajusta a las normas genera rechazo, estigmatización y falta de aceptación. "Este contacto con otras culturas ha permitido romper con los convencionalismos y las dinámicas estructuradas históricamente en la sociedad colombiana".

Observa que, aunque no exista una actitud positiva o negativa sobre los tatuajes, el mundo sí ha cambiado, destacando que los medios de comunicación, la televisión y la democratización de la información han influido en esta perspectiva. Puntualizando que "el tatuaje ahora se considera una expresión artística y socialmente válida.”

En síntesis, aunque la sociedad ya esté más dispuesta a aceptar las distintas expresiones artísticas, aún persiste un estereotipo, en el cual una persona con tatuajes tiene un rol específico y asignado, por tanto, hasta que no se desligue esa idea se seguirá generando un prejuicio que afecta directamente la libertad y la autonomía.


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