Las familias que viven en la calle 37 entre avenidas 9 y 10, del barrio La Ermita, viven una pesadilla de la que no pueden escapar. Cada mañana agradecen porque el techo de sus humildes viviendas no se les ha caído encima, como les ocurrió a unos vecinos suyos meses antes, por eso en las noches rezan para que eso no les ocurra a ellos también.
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¿Si saben que están en riesgo por qué no se van? La respuesta es simple, no tienen los recursos para darse el lujo de dejar tiradas sus casas, a la espera que se caigan o las saqueen; les toca seguir sus vidas recordando que la ‘tragedia los ronda’.
El pasado 2 de abril y 12 de mayo se cayeron varias viviendas. Según una lideresa comunal de esa zona de la ciudadela Juan Atalaya, 25 familias resultaron damnificadas.
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La representante de la comunidad añadió que a ocho familias se les cayeron las casas, en las fechas ya mencionadas, otras ocho aún viven en la zona, porque no tienen para dónde ir, mientras que el resto desocupó los inmuebles días después, porque las viviendas se vinieron abajo poco a poco y les tocó desalojar.
En esa zona ya se habían caído casas en 2005, 2010 y 2013, según indicó la lideresa.
‘No he ido a ver cómo quedó mi casa’
Algunos de los afectados aseguran no haber recibido ninguna ayuda por parte de la Secretaría de Riesgo y Desastres, señalaron que solo vieron a los funcionarios cuando entregaron kits con ropa, implementos de cocina y alimentos, pero en el proceso de reubicación ‘brillan por su ausencia’.
“El 2 de abril vinieron porque se cayeron dos casas, en mayo las otras siete se vinieron abajo –entre esas la mía-. Yo vivía con el miedo a que se nos cayera la casa, hasta que sucedió”, aseguró una de las damnificadas, que por su seguridad no reveló su identidad.
Los funcionarios les pidieron a los afectados que sacaran un certificado para que cuando salieran proyectos de vivienda les dieran una, pero cuando les preguntan por la reubicación, solo les responden con evasivas.
“No he ido a ver cómo quedó mi casa, porque me da pesar que la plata que le metí en la compra del lote – me tocó pedirle al que me vendió una letra que diera constancia que no invadí- haya quedado vuelta nada. Nos dicen es que esperemos a que se monte el nuevo Presidente en agosto para ver que plata designa”, comentó la mujer damnificada.
Una grieta que se tragó las casas
Las personas que presenciaron ese hecho, lo describen como un rugido lento, pero fuerte, que hasta llegó a durar media hora, en la que solo podían ir sacando sus pertenencias más livianas, dejando televisores, neveras, camas, cocinas y todo lo pesado para que fuera aplastado por el techo y las paredes.
Los cimientos de tablas de las humildes viviendas se los tragó una gigantesca grieta que se abrió paso por el piso. Algunos damnificados agradecen, paradójicamente, que los palos resistieron, si no hasta hubieran quedado sepultados bajo escombros.
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A los afectados les tocó sacar lo que pudieron y ponerlo en una zona segura, mientras eran ayudados por gente de otras cuadras. “Nos tocó dejar las cosas pesadas. Uno no es un televisor o una cama, vale más la vida de mis niños, a quienes saqué rápidamente de la casita que con tanto esfuerzo construí”, indicó la afectada.
‘Una reubicación en estos momentos no es posible’
Huber Plaza, secretario de Gestión del Riesgo de Cúcuta, indicó en un vídeo que “ocurridos los hechos, la presencia interinstitucional de Gestión del Riesgo, Policía y Bomberos llegó para monitorear. Allí (La Ermita) según el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) no se puede construir… Una reubicación en estos momentos no es posible”.
El funcionario también destacó que algunas viviendas fueron construidas en lotes que un tercero les vendió a las familias, con diferentes entidades se analizan las acciones porque esa persona no contaba con permisos.
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