Cada vez que recorro los pasillos de las distintas instituciones educativas donde a diario realizo mis actividades académicas y en conversación con niños, niñas, adolescentes y jóvenes muchos me comentan que tienen desesperanza, que a pesar de que luchan a diario por construir sus sueños las realidades que los circundan los hacen perder esa motivación real de transformar sus vidas y por ende el país.
Con esta preocupación recordé los albores de la llegada de la ilustración a los territorios de la Nueva Granada con el desarrollo de la expedición botánica que tuvo como resultado la formación de los más ilustrados criollos americanos como el mismo sabio Caldas.
Por esta misma razón volví a los documentos de la Misión Internacional de Sabios de 1993 en plena época de guerra contra el narcotráfico y de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo de 2019, del expresidente Iván Duque, que nos delinearon elementos importantes para pensar en el mañana que nos espera.
Colombia va a estar profunda y directamente relacionada con la capacidad que los colombianos tengamos de organizar la educación; la hija de la educación: la ciencia; y la hija de la ciencia: la tecnología. Sin la menor duda, este entrelazamiento será uno de los ejes principales del futuro de Colombia en el siglo XXI, afirmaba Rodolfo R. Llinás, avizorando lo que como nación debíamos preparar.
Tenemos, por lo tanto, una responsabilidad increíblemente importante: ¿qué podemos hacer para mejorar y para desarrollar esos aspectos tan cruciales para nuestra sociedad? Para empezar, el problema de la educación. Este problema no es sui géneris para Colombia, existe también en el resto del mundo. La educación conceptual está en crisis en todas partes. El nivel de educación general, especialmente en el hemisferio occidental, está en una decaída casi catastrófica. En ese sentido, Colombia tiene hoy, paradójicamente, una ventaja: todo está por hacerse, se necesita del compromiso de los actores implicados en la misión de hacer más inteligentes y humanas a las nuevas generaciones.
¿Cuál es el punto más importante que hay que tratar? Tenemos que encontrar los conceptos y los marcos que permitan que la ciencia, el desarrollo tecnológico y la educación formen una estructura que se entienda como relevante para la sociedad en general. Lo básico es establecer tales marcos a todos los niveles de educación, desde la escuela primaria hasta los más altos niveles. Se requiere que se entienda en detalle: ¿qué son y para qué sirven la educación, la ciencia y la tecnología? Se requiere, para empezar, una definición estricta de los marcos referenciales en los cuales se podrían organizar los esfuerzos en las anteriormente mencionadas áreas de la actividad humana.
En estos documentos de análisis se resalta que el problema más evidente es que se enseña sin asegurarse de que se entienda lo aprendido. La diferencia entre saber y entender es monstruosa. Los comisionados afirman que “es la diferencia entre el ‘idiot savant’ y el hombre de genio. Para que surja la pedagogía del ‘entender´ se requiere que a los estudiantes no sólo se les haga hincapié en la memorización, sino que se les dé el marco necesario para que lo memorizado tenga una localización en un ‘árbol mental’ que reúna e integre el conocimiento. Que se le cree al estudiante una mente globalizada, una ‘cosmología general’ que le permita utilizar su conocimiento”. Necesitamos jóvenes que puedan resolver problemas y se interesen por ellos.