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Una sociedad lumpenizada
Dos realidades han llevado a la lumpenización de la sociedad colombiana.
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Sábado, 15 de Julio de 2023

Lumpen es una palabra acuñada por el marxismo para referirse a un proletariado (clase obrera) sin conciencia de clase, de fácil manejo, muy propensos a lo ilegal y no afectos al trabajo. El prefijo caló en el argot académico, intelectual y de opinión, para significar personas sin ninguna conciencia ciudadana, propensos al dinero “fácil” (ilegal), con no solo una ética muy baja, sino también con un gusto estético vulgarmente ostentoso, lo que en argot popular se conoce como “lobo”, “corroncho” y otros términos similares. Lumpenburguesia es la variante de clase correspondiente. John Maynard Keynes hizo la distinción: “Yo puedo estar influido por lo que estimo que es justicia y buen sentido, pero la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía educada”. Obviamente Keynes no era marxista: “... el socialismo marxista ha de permanecer siempre como un portento para los historiadores de la opinión: cómo una doctrina tan ilógica y tan torpe puede haber ejercido, de modo tan poderoso una influencia sobre la mentes de los hombres y, a través de ellas, sobre los acontecimientos de la historia”. Y ahora anida en Latinoamérica.

Dos realidades han llevado a la lumpenización de la sociedad colombiana: la cultura mafiosa, llevada a su culmen en la figura hoy icónica de Pablo Escobar y un modelo institucional basado en la economía extractiva y la discriminación política que fue degradándose hasta la nueva institucionalidad narcoestatal con ropaje marxista. El cruce Pablo Escobar y Cesar Gaviria dio a luz a Gustavo Petro.

La educación, base del equilibrio social y la creación de riqueza, quedó en manos de sindicatos ideologizados que llevaron a algo que también lo expresó perfectamente Keynes: “La educación: la inculcación de lo incomprensible al indiferente por el incompetente”. Y al matar la buena educación la posibilidad de futuro condenó a una juventud frustrada a la lumpenización.

Podemos decir que gran parte de los valores sociales se erosionaron por la irresponsabilidad paterna, en una sociedad machista defendida por un sector judicial a su vez lumpenizado. Las madres cabezas de hogar por juntarse con “solo reproductores” se volvieron el paisaje normal en los barrios de nuestras ciudades y hoy se mira como una “problemática” y no como una falla institucional histórica del estado colombiano. Esta realidad de hogares monoparentales de madres trabajadoras llevó, junto con la jornada única en escuelas y colegios (para beneficio de los maestros, con la concepción de la educación basada en el maestro y no en el estudiante) dejó a los jóvenes en la calle expuestos a todo tipo de mafias que los quieren como víctimas o como “empleados”, volviendo la lumpenización de las clases de bajo poder económico una realidad hoy observable en todas nuestras ciudades. La prostitución infantil, el sicariato en menores de edad, la falta de cumplimiento de toda norma social por una juventud a la que le robaron el futuro y unos padres a los que les robaron cerebro y corazón, son las consecuencias visibles.

Los jóvenes lumpenburgueses, hijos de padres cuya única razón de éxito es el dinero provenga este de corrupción, estafas o negocios “raros”, serán los nuevos cuadros dirigentes de las mafias o de “partidos políticos” bien financiados; son los muchachos que vemos a los 15 años en carros de alta gama, con joyas ostentosas de oro y fajos de billetes en nuestras zonas de diversión nocturna incluso con sus papás.

Robert Kaplan, el geopolítico, veía más peligrosa a Colombia que a Yemen, porque en Yemen aún la religión islámica hacia control moral, lo que no hace el catolicismo, que en gran parte optó por la mala interpretación de la teología de la liberación y se dedicó a la política y perdió su papel central de faro moral.

Sobre como cambiar este perfil cultural que hace a Colombia un estado fallido, que dirán nuestros candidatos a alcaldes y gobernadores; me refiero a los no lumpen políticos, que abundan y son fácilmente identificables.

Manuel Guillermo Camargo Vega

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