Desde hace mucho tiempo Gustavo Petro es el centro de los titulares en Colombia, y eso refiriéndome a los medios "serios", sin considerar redes, canales de streaming y bodegas mercenarias.
Cada vez más se configura en Gustavo Petro un radical jurásico anclado a un discurso que la evidencia histórica contradice. Escribe Gustavo Bolívar, refiriéndose a la acusación de Juan Manuel Santos de que Petro no sabe para donde va, con orgullo expresa que es "una gran mentira, si alguien que sabe para donde va es Gustavo Petro. Lo ha sabido desde que era niño". Increíble, en seis décadas no ha cambiado su idea del modelo estatal a pesar que el mundo cambió totalmente. Para Petro no fracasó el modelo comunista de economía planificada soviética, no reconoce el surgimiento de China como potencia de la mano de la economía de mercado, ni tampoco el surgimiento de mayor multipolaridad con las nuevas economías desarrolladas de Asia; solo le quedó el discurso estalinista de la década de 1960 que tanto amaron Fidel Castro y guerrillas como el ELN. En más de medio siglo el mundo pasó de tres a seis mil millones de habitantes, se volvió urbano y metropolitano, la revolución en los sistemas de información y comunicaciones y en edición genética plantean retos inéditos, pero Petro lo único que reconoce es el cambio climático porque le “sirve” como moderno garrote contra su odiado capitalismo.
Repite el mismo discurso neoestalinista del criminal de guerra Vladimir Putin del dolor por la desaparición del imperio soviético, que en Alemania lo llevo a lamentar la caída del muro de Berlín, algo que a los berlineses les debió caer como un balde de agua fría cuando les ha sido tan costoso tratar de traer Berlín Oriental (la tierra de promisión de los obreros según Petro) a los niveles de desarrollo de Berlín Occidental, por la gestión de sátrapas como Hoenecker al otro lado del muro.
Y siguiendo el discurso de Putin, también habla de nazis. Putin refiriéndose a los ucranianos para justificar su “eliminación” como pueblo (al estilo Hitler), y Petro, aplicándole ese carácter a cualquier “enemigo de clase” sea como sea que él lo defina. La ignorancia falaz compartida entre Putin y Petro es que el fascismo y el comunismo comparten el mismo modelo de superioridad estatal sobre el ciudadano, separan a los ciudadanos en clases o razas, son modelos de gobierno de partido único y no permiten la libertad de prensa, asociación, y en general, cualquier acto no reglado por el estado; ambos buscan estados policiacos estilo Gestapo.
De los niños rescatados en las selvas del Guaviare dijo que los rescatistas habían sido dirigidos por los “espíritus” de la selva. En otra declaración sostuvo que su lucha contra los hidrocarburos se basa en soporte científico. Solo un fundamentalista o un “averiado rebelde institucional (como dijo Savater)” como Petro, puede unir espiritismo y ciencia; no entiende ni le importan obvias contradicciones.
La palabra demuestra el carácter. Basta oír los audios de Armando Benedetti para entender mi argumento. Gustavo Bolívar es experto en léxico narco y Petro en frases radicales e irracionales que muestran su carácter despótico no ilustrado.
Los ciudadanos debemos usar bien las palabras. Cambio no es progreso y el “cambio” de la administración Petro será el retroceso económico-social más grande de Colombia en tiempos modernos. La “búsqueda” de la equidad y la defensa de los pobres solo justifica montar un estado colectivista, modelo que la historia ha mostrado que siempre es un fracaso. La lucha contra la corrupción es contra la corrupción de los opositores. Como para Petro el estado es él, todo su presupuesto le pertenece, no hay corrupción. Para los ciudadanos es corrupción total. El ambientalismo es una careta para atraer jóvenes rebeldes radicales desinformados e ideologizados como soporte de su modelo de gobierno. Y la paz total es la excusa para montar el estado castrochavista línea madurista: el narcoestado.
