Esta semana fue noticia la renuncia, por razones de salud, de Nicolás Rodríguez Bautista, conocido como Gabino y quien era el primer comandante del Eln y dentro del orden jerárquico propio de esa organización político-militares, fue remplazado por el segundo, Antonio García –otro veterano dirigente de esa insurgencia-, este hecho llevó a la recomposición en el orden del Comando Central (COCE). Queda por conocerse, aunque a lo mejor ya se produjeron esos remplazos y se conocerán en su momento, quién será el nuevo miembro del COCE que entra por Gabino y adicionalmente si hay un recambio y sus consecuentes responsabilidades. Tradicionalmente, desde cuando Manuel Pérez asumió como primer comandante del Eln –luego del período inicial, liderado por su fundador, Fabio Vásquez Castaño-, el primer comandante era responsable político y en aquel momento Gabino fue el responsable militar; posteriormente cuando asumió Gabino como primer comandante, luego de la muerte de Manuel Pérez, Antonio García asumió como responsable militar. Por lo tanto, es previsible que Antonio García asuma como responsable político y el responsable militar sea Pablo Marín –conocido como Pablito-, en la medida en que el segundo comandante, Pablo Beltrán, es el jefe de la Delegación de Paz.
La salida de Gabino como primer comandante del Eln, aunque se mantiene como parte de la Delegación de Paz para futuras conversaciones con esa insurgencia –al tiempo que continúa su tratamiento de salud-, conlleva un reacomodo de responsabilidades, pero la línea política-militar de esa organización se mantiene, así como su estrategia en lo relativo a futuras conversaciones de paz, porque esas son decisiones que las toman los espacios colectivos y no dependen en lo fundamental de quién sea el primer comandante. Por consiguiente, mientras no se lleve a cabo un nuevo Congreso del Eln –como ellos denominan su instancia máxima de toma de decisiones-, no habrá modificaciones relevantes.
Esto es importante precisarlo para no especular, ni hacerse ilusiones acerca de si estaría o no más cerca una posibilidad de nuevas conversaciones. Independiente de la necesidad de cerrar el conflicto armado con esta insurgencia. Eso no depende de lo que el Comisionado de Paz del Gobierno diga en los medios de comunicación –eso es importante para la opinión y la sociedad, porque define posiciones-, sino de lo que acuerden las dos partes. El Gobierno nacional está en su derecho de plantear las exigencias que considere, pero igualmente la contraparte está en su libertad de aceptarlas o no. Por consiguiente, es fundamental que un delegado del Gobierno –directo o acudiendo a un ‘tercero’- se reúna con la Delegación del Eln –abiertamente o de manera reservada- y allí el Gobierno le planteé claramente a la parte interesada, sus condiciones para iniciar unas conversaciones, así sean preliminares, e igualmente que la Delegación del Eln acepte o le proponga alternativas al o los delegados del Gobierno.
No perder de vista que construir un escenario de conversaciones es una tarea que se realiza entre dos –eventualmente acompañado por uno o varios ‘terceros’ escogidos entre las partes de común acuerdo- y a partir de esto se puede entrar a definir los aspectos operativos, pero muy importantes de una conversación: ¿dónde conversar?, ¿cómo conversar?, definir los temas de una eventual agenda, ¿quiénes formaran las delegaciones de esas conversaciones?, ¿quiénes acompañaran dichas conversaciones? –países, organismos, instituciones- y todo lo demás relacionado con lo que se conoce como la fase previa de una negociación.
Lo que si debe estar claro y espero que en el equipo del Gobierno encargado del tema lo tengan preciso, es que una mesa o escenario de conversaciones no se define a través de los medios de comunicación.
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