En la última semana distintos analistas prendieron las alarmas sobre la forma en que se desarrollan las negociaciones de paz con el Eln y los acercamientos con distintos grupos armados. Estas alarmas se refieren a tres grandes temas.
El primero está relacionado con el diseño serio y estructurado del proceso. Esta advertencia busca limitar al máximo la improvisación de las partes y cumplir con los pasos establecidos previamente en una hoja de ruta o en una agenda de negociación.El segundo hace referencia a los peligros de mantener múltiples mesas de diálogo/acercamientosin tener en cuenta a personas expertas que previamente han realizado aportes valiososa este tipo de iniciativas. El tercer tema se refiere a cuáles son las estrategias de seguridad que actualmente se están llevando a cabo y que logren tener un impacto en el ritmo de la negociación.
En resumen, se trata de problemas de método (¿cómo?), problemas de capital humano (¿quiénes?) y problemas de estrategia (¿qué hacer mientras tanto?).
En esta ocasión quiero abordar los problemas de método. Para ello, resulta válido echar mano de un libro que se publicó a finales de 2018 y que aborda los problemas suscitados dentro la mesa de negociación del Gobierno con las Farc.El libro se titula “Los debates de La Habana: una mirada desde adentro”.Allí se cuenta que en esa negociación se fijaron cinco reglas de juego que permitieron la cooperación entre las partespara avanzar hacia el objetivo de poner fin al conflicto.
Esas reglas fueron: 1. Negociación directa con ayuda de países garantes; 2. Realizar negociaciones fuera de Colombia y sin despeje; 3. Confidencialidad en los diálogos; 4. Agenda de trabajo acotada; 5.El principio de que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”.
Las reglas 1 y 2 parecen cumplirse en este caso; no ocurre lo mismo con las reglas 3, 4 y 5. Habiendo pasado tres meses desde la reanudación de los diálogos en Caracas, es importante preguntar: ¿No hará falta más discreción de las partes en la mesa de negociación? Especialmente porque cada semana hay una nueva entrevista en la que se dan anuncios con el fin de tantear el terreno y dirigir la atención de la opinión pública hacia ciertos temas de interés particular.
Teniendo en cuenta que en el segundo ciclo de conversaciones el Eln planteó la crisis carcelaria como uno de los temas a debatir en la mesa de diálogo, ¿no hará falta definir, acotar y delimitar la agenda de negociación?A ese ritmo, cualquier tema podría entrar a discutirse y volvería interminable el proceso.
Finalmente, el Alto Comisionado de Paz dijo que en esta ocasión se negociará con el principio de que “lo que se va acordando, se va cumpliendo”. Contrario al principio que operó en la negociación con las Farc: “nada está acordado, hasta que todo esté acordado”. Entendiendo que las partes no tienen la misma prisa, pues el Gobierno tiene su tiempo contado, a diferencia del Eln que ha negociado con seis presidentes, ¿no se le entrega el ritmo de la negociación a este grupo?
El método no es más que una serie de pasos a seguir para lograr un objetivo. Todo indica que hoy el Gobierno está en serios problemas de planeación en los procesos de paz y acercamientos que adelanta con grupos armados. O, peor aún, puede ser que ni siquiera exista claridad en cuáles son los pasos que se deben seguir. En cualquiera de estos dos casos, revisar pasadas experiencias le será útil para evitar más errores.