Decía el político estadounidense Mario Cuomo: “Las campañas se hacen en poesía y los gobiernos en prosa”. El nuevo gobierno Petro llegó al poder por un abrumador anhelo de cambio en millones de colombianos, que castigaron al candidato del continuismo uribista desde la primera vuelta.
Obviamente, votaron por un cambio político de fondo y no sólo por personas que supieran interpretar una emoción de campaña a través de un discurso seductor y populista que le dijera a la gente lo que quería oír.
Terminada la campaña, la semiótica o el lenguaje de los símbolos se convirtió en un nuevo instrumento de conquista, privilegiado por el gobierno para mantener viva la ilusión de cambio. “La paz total”, “Colombia potencia mundial de la vida”, “acabar las EPS para tener salud”, o “vivir sabroso” (este último es de la vicepresidenta y no del presidente), son sólo algunos ejemplos. Aunque otros no se dejan descifrar tan fácilmente todavía, como, por ejemplo, llegar tarde siempre.
Ahora bien, lo que busca evitar a toda costa un gobierno que escogió ese camino, es tener que decirle a la gente lo que necesita saber, es decir la “árida prosa” que a menudo imponen las realidades de gobierno, retomando la frase de Cuomo. Entre por un lado discursear, arengar, simbolizar, hacer activismo y; por el otro lado, administrar, gerenciar, ejecutar o finalmente gobernar, hay una distancia abismal. O como decían los abuelos: “del dicho al hecho hay mucho trecho”. El trecho es el cómo, o el camino político posible para materializar el cambio. Responder estas preguntas de cara a la gente: ¿Es posible? ¿Cuánto cuesta? ¿Se puede pagar? ¿Cuánto se demora? ¿Qué sacrificios debemos hacer? No encaja en el libreto del gobierno del “cambio”.
Jorge Eliecer Gaitán señalaba al establecimiento y a sus candidatos cuando decía: “los mismos con las mismas”. Se nos pide a los colombianos asumir el costo de lo que significa una reforma tributaria, en medio de una crisis mundial inflacionaria que golpea a los más pobres, particularmente por el alza en los precios de la comida, con una probable ola invernal a la vista y un aumento en los precios de la gasolina. El mínimo gesto del gobierno debería ser un manejo responsable de los recursos públicos. Sin embargo, a escasos 53 días de gobierno, los hechos indican todo lo contrario.
Paradójicamente, lo que el gobierno Petro predicaba y cuestionaba al gobierno anterior, hoy no les aplica. Para no ir tan lejos, en medio de la crisis económica global y con la tasa de inflación más alta en 22 años, que según el DANE en junio fue del 9,67%, no escatimaron en gastos para los eventos simultáneos a la posesión presidencial, que le costaron a los colombianos alrededor de 3.500 millones de pesos.
Parafraseando a Gaitán, ¿Será entonces como lo indican los hechos, que el gobierno del “cambio” es de “otros con las mismas”?