El otro día pretextando un análisis de los inverosímiles altibajos del prestigio económico inglés, Hernando Gómez Buendía, un “cuyabro” de todo el café, nos dio un paseo por la evolución de la democracia moderna, que nos produjo las nostalgias que por Oscar Salazar Chávez sentimos de primíparos en la facultad de Derecho de Manizales.
Sí, porque la ateniense, pese a invocar el poder del pueblo que tomaba las decisiones en una plaza y no el rey o el emperador como en otras ciudades; no era tan perfecta, pues excluía a las mujeres, a los metecos o extranjeros y a los esclavos.
Pero la Democracia para tanta gente, para millones de personas, de todos los colores y de todos los ojos, y de todos los rizos; se inventó en Inglaterra y con todas las variantes de opinión.
Y en su ciclo de subidas y bajadas, se perfeccionaba o se regresaba, convirtiéndose al final esa ciclotimia en un asunto cultural. La democracia es manos o menos perfecta en la medida de la cultura que adquiera un grupo social. Pero el invento con todos los defectos de que hablaba Winston Churchill, es por ahora el mejor para gobernar esos millones de personas que se asientan en un territorio. Se trata de elegir a unas pocas personas para que analicen e investiguen los problemas de una comunidad, negocien concesos, aprieten reglas y modernicen políticas para tener decisiones racionales. Y se inventaron el parlamento, que nosotros llamamos el congreso en el régimen presidencial.
Y todo comenzó porque como nos decía en el repaso; a los franceses y los latinos tan dados a enredar todo y a confundir, con el pretexto de mejorar la democracia; decidimos prescindir de los políticos, para que el pueblo soberano (1789) tomara directamente las decisiones.
Y ello en sí es absurdo, porque el “Pueblo soberano” no existe, no puede entonces decir absolutamente nada. Lo que existe es un mundo de gente con ideas diferentes, volubles, cambiantes y confundidas en conceptos y en palabras.
Pero en el mundo de las influencias, las mismas comunidades se contagian de los aciertos y de los errores, y hoy los ingleses se afrancesan y le han preguntado al pueblo que diga “si” o “no” para salirse de la Unión europea.
Cualquiera de las dos palabrejas, origina miles y miles de lecturas, de tal manera que cuando el pueblo dijo “Sí”, no supieron que había dicho y hoy están a la deriva. y se está dañando un matrimonio que iba bien.
Más o menos como aquí, que nunca hemos sabido que dijo el pueblo con el no. Pues todos dicen mentirijillas, como los ingleses. Y van a tener que repetir el referendo. ¿Qué tal que nosotros lo repitiéramos a propósito de la paz, sobre las 360 páginas del acuerdo?
Pregunta Gómez Buendía.
Bueno la moraleja para Colombia, es no prescindir de los políticos, sino elegir “bien” a los políticos.
Adenda: ¡Vea pues: aquí en Cúcuta, como que estamos eligiendo bien últimamente!