Ha finalizado en Los Ángeles, California, la IX Cumbre de las Américas, que debió congregar a los presidentes de los 35 países que conforman este hemisferio, lo que no ocurrió puesto que hubo ausencia de las máximas autoridades de varios ellos, quienes no asistieron porque Washington decidió no invitar a Nicaragua, Cuba y Venezuela acusándolos de estar regidos por “gobiernos antidemocráticos” a la luz de la Carta Democrática vigente desde el 2001.
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A la luz de sus resultados se constata la poca relevancia que el continente tiene para los intereses norteamericanos y, a la vez la poquísima capacidad y voluntad que tienen nuestros países para entenderse entre sí. No se exagera si se afirma que esta cumbre no trajo novedades y no deja contenidos que mostrar.
El evento finalizó con la firma de la llamada “Declaración de Los Ángeles sobre migración y protección”. Tal acto estuvo encabezado por el presidente estadounidense, Joe Biden quién como dueño de casa pronuncio un discurso en el que destacó que “la migración ilegal no es aceptable y vamos a asegurar nuestras fronteras”. De igual manera dijo también que ninguna nación debe asumir sola esta responsabilidad y resaltó que no solo está aumentando la migración irregular que se dirige a Estados Unidos, sino que a Colombia han llegado “millones” de venezolanos y que los migrantes representan ahora “el 10 % de la población de Costa Rica”. Opino que no habría estado demás si puntualizaba que la masiva, preocupante y triste migración venezolana, se ha estado moviendo lenta pero persistentemente hacia Ecuador, Perú y Chile, a la vez que la migración nicaragüense y de otras nacionalidades hacia Costa Rica busca trasladarse hacia los Estados Unidos, para lo cual debe atravesar Guatemala y México.
Biden ha sido duramente criticado por gobiernos de distintos países y por organizaciones no gubernamentales por mantener en vigencia la deportación automática de la mayoría de los migrantes irregulares que llegan a la frontera sur de su país. A modo de ejemplo, mientras pronunciaba este discurso, una caravana de aproximadamente 15.000 personas, una de las mayores de los últimos años, seguía rumbo a Estados Unidos desde el sur de México. De otra parte, se calcula que en diversos puntos de los pasos fronterizos con México se han congregado alrededor de 10.000 haitianos.
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Que la migración acarrea desafíos y es altamente problemática, no cabe la menor duda. Pero no es el único ni el principal problema que viven nuestros países. De allí, que diversos analistas han destacado la carencia de siquiera una mención a una política o estrategia continental frente a la pandemia del COVID que tanto daño a ocasionado. Igualmente, necesario hubiera sido que se abordara en conjunto la grave crisis económica internacional, que se refleja en una alta inflación, misma que repercute en la carestía de insumos esenciales como son el trigo y las oleaginosas.
Ante tan magra declaración, uno se pregunta si era necesario que hubiera alguna, o si no era mejor que no hubiera habido ninguna como ocurriera en otras de estas cumbres. Lo concreto y real, es que la situación económico social de la mayoría de los países de Latinoamérica y del Caribe se deteriora de manera creciente, y que nada promisorio o alentador está ocurriendo en el mundo desarrollado que permita avizorar en un plazo razonable un mejoramiento de la situación global que ayude a mejorar el sombrío panorama económico.
Por todo ello, es que debemos todos y cada uno de nuestros países articular las mejores políticas imaginables en el más amplio sentido de la palabra para aliviar la situación de aflicción que viven los más postergados de nuestros países.
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