Como lo saben desde el papa Francisco hasta el policía de la esquina, en junio, en Medellín, se oye un rumor cercano de tangos. Conviene separar algunos minutos de vida para darse un vuelto por el aeropuerto Olaya Herrera a depositar un suspiro ante el monumento-estatua de Gardel. No importa si “se nos pianta un lagrimón”.
En honor de Carlitos, como le decimos los igualados, algunos agradecidos nostálgicos hemos ido hasta el cementerio de la Chacharita, en Buenos Aires, a dejarle dos cigarrillos: uno para él y uno más para la oreja.
Otro camino conduce al vaticano del tango, la calle 45 de Manrique, donde todos los días es 11 de diciembre y 24 de junio, días del nacimiento y muerte del Zorzal. Lo lleva y lo trae el Metroplús.
Después de visitar la Casa Gardeliana hay que ir a dar el pésame por su muerte al viejo café Alaska.
Cuando llegué, Gustavo Rojas, administrador hacía sonar “Malena”. Hace el mejor tinto de Medellín, lo sirve, trapea, barre, “alcapone” los discos, limpia mesas, cobra, pone las bolas de billar, paga servicios, contesta al teléfono, hace llamadas, surte el bar, mima pensionados, soporta a los vagos, pide taxis, es coach de borrachitos mal correspondidos, siquiatra de entusados, consiente malevos. Sonríe y se le oye algún tango.
Al fondo se oía la banda musical del tas tas de las bolas de billar. Que no falten los patos. Billar sin patos es tan insólito como un tango sin su sollozante bandoneón.
Si “todo el río está en palabra Nilo”, Alaska soy yo, podría decir. Se lo impide su sencillez. Pertenece a la socialbacanaría. Todos los que lo visitamos lagarteamos una selfi con el hombre
A pesar de los tropezones que “cualquiera da en la vida” Gustavo, no rebaja pinta. “Sin achicar la parada” ni perder la sonrisa, en plena pandemia, volvió virtual el café Alaska que ahora transmite por Youtube. Búsquenlo también en Facebook. Si Dios está en todas partes, Gustavo está en casi todas.
Con artistas de carne y hueso que respetan los protocolos, en la nueva sede programa tocatas y bailes para disfrute de las leyendas del tango cuyos retratos cuelgan de las paredes, y de sus fans en la red.
Para preservar del coronavirus al Zorzal, Gustavo le puso tapabocas a la estatua que está cerca del café, al lado del hígado de la Casa Gardeliana.
El pato bacano del Alaska, como me bautizó, espera volver pronto a tomar el mejor tinto y a pedir Nada y Malena como cualquier borrachito entusado.