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Colombia
Otro productor de RTVC señala acoso y maltrato laboral en el medio público
Se conoció una carta más de un productor que cuestiona al actual gerente de RTVC por el manejo y el trato a los empleados del canal público.
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Colprensa
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Miércoles, 19 de Marzo de 2025

La situación laboral de varias personas en RTVC es preocupante. Por lo menos cuatro personas hasta ahora han expresado en amplias cartas sus cuestionamientos al manejo que le ha dado al medio público el actual gerente, Hollman Morris. Estas personas son Carolina Bustamante, quien se ganó un premio de Periodismo Simón Bolívar y estaba al frente de los contenidos especiales; Juan José Macía, un productor que trabajó en el medio público por más de 9 años, la exdirectora de Señal Colombia, Silvana Orlandelli; y ahora lo hace Juan Pablo Herrera, otro experimentado productor que trabajó allí por seis años.

Algunas fuentes reservadas aún trabajan allí, y otras que salieron en los últimos meses luego de incertidumbre por la ausencia de respuesta frente a la renovación de sus contratos. En la actualidad hay personas contratadas bajo la modalidad de prestación de servicios con contratos a dos y tres meses sin que sea claro su futuro profesional, lo que es una contradicción a la reforma laboral por la que el presidente Gustavo Petro acaba de llamar a una consulta popular.


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Esta es la carta completa y sin edición de Herrera:

Carta abierta a las víctimas del hombre de la bolsa de naranjas

Marzo 18 de 2025

He postergado esta carta durante meses, esperando el momento en que su propósito se hiciera claro. Hoy, con la distancia y el tiempo, han desaparecido las dudas, el miedo y el rencor.

Las cartas de despedida de los suicidas tienen un peso confesional que las hace veraces. En ellas quieren que les creamos sus angustias y reclamos de última hora. Esta no es una misiva así. No es la carta de un hombre que deja esta vida, sino la de uno que comienza otra, desde cero, en otro lugar. Lejos de mi casa y de mi familia que es mi patria.

Escribo para sanar mi mente, mi espíritu y mis sentimientos. Para estar en paz con mi pasado y para perdonar a quien alguna vez fue mi héroe. Un hombre que, para mí, representaba la valentía del periodista que arriesga a su vida para dar voz a los débiles, con una sed ardiente de justicia

Fue mi primer referente y comencé mi carrera audiovisual buscando ser como él, contando las historias de dignidad de los pueblos en un país sembrado de muertos.

En ese camino solía pensar que las víctimas tenían parte de responsabilidad en su situación. Que eran cómplices de alguna manera de su propio sufrimiento por no rebelarse, por no alzar la voz. Juzgaba con ignorancia su pasividad y despreciaba su aparente cobardía.

Hasta que muchos años después fui una víctima.

Hasta que, cuando me tocó enfrentar el abuso, me quedé inmóvil. Paralizado por dentro y por fuera, incapaz de alzar la voz cuando me violentaron. Cuando el miedo y la angustia me dejaron sin fuerzas.

No pude enfrentar el maltrato. Ni el mío ni—lo que es aún peor—el de mis compañeras de trabajo. No exploté en la furia de mi dignidad como creía que lo haría antes de vivir esos abusos. Me consumió el peso del poder del favorito del primer presidente de izquierda de mi país, que en público predica el amor efectivo de Camilo, pero que en privado celebra y eleva a los machos maltratadores que le son fieles.

Tal vez el presidente sea distinto a los abusadores que lo rodean. No lo sé. Pero el estilo, la forma de dirigirse a sus subalternos con esa falsa superioridad moral en los ojos y sus gestos, es una fachada que tienen en común.


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Me he culpado por no defender a mis compañeras del maltrato que sufrieron a manos del hombre de las naranjas y su círculo de fieles, quienes actuaban con la misma mezquindad. Por eso, les pido perdón. A Silvana, Lina Marcela, Norida, Claudia, María Alejandra y a muchas otras. A todas ustedes, porque durante esos meses no pude protegerlas.

Fueron tiempos oscuros. Acusaciones, gritos, regaños, irrespeto sistemático, humillaciones e injusticias. Un entorno laboral que se convirtió en una cárcel emocional. Noches y noches de pesadillas con el hombre de las naranjas y sus seguidores. Insomnio, temblores nocturnos. Despertar cada día con angustia, para asistir a la rutina de ser señalados, apartados, desestimados y silenciados.

Sé que no fui el único. Fuimos muchos quienes vivimos el mismo infierno sin poder hacer nada.

Las mujeres valientes que sí hablaron, que denunciaron los abusos del emperador maltratador de RTVC, fueron expulsadas en medio del silencio cómplice o calumniadas. Lo mismo les ocurrió a muchas otras que lo denunciaron por abuso sexual y laboral. Sus voces fueron ignoradas y algunas de ellas, siguen siendo amenazadas por sus seguidores y por la misma justicia que debería defenderlas.

Este hombre, experto en la mentira oportunista, se declara víctima ante el mundo, pero es un victimario. En su afán por proteger a su partido y a su líder, no tiene escrúpulos para destruir a sus adversarios con crueldad. Ha aprendido a ser un sicario moral. Y entendió que para jugar al poder hay que volverse desalmado y calculador. Aprendió a diseñar estrategias para inocular su odio contra quienes piensan diferente o contra quienes lo enfrentan.

Cuando las cámaras se encienden y las luces lo iluminan, su voz adopta un tono grave y afectado. Sus gestos se vuelven solemnes y su discurso se aleja de sus actos. Quienes lo conocemos sabemos que es una farsa.

Maneja los medios públicos como un emperador de provincia, sin planificación, sin responsabilidad, sin honor. No busca servir, sino enriquecerse. Alimentar su ego y su vanidad.

Quiero perdonarlo, aunque no lo merezca, porque yo necesito perdonar. Quiero borrarlo de mi subconsciente donde aún habita en mis pesadillas.

Él sabe que su tiempo en el poder está contado. Por eso antes de irse, arrasará con todo lo que otros construyeron, incapaz de admitir sus fallas o reconocer los logros ajenos. No tiene ética ni honradez. Las perdió en el camino. Él y su líder se han convertido en aquello que alguna vez juraron destruir.

Pero se irán.


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Y cuando eso ocurra, quedará el rastro de los pedazos de quienes fuimos aplastados en su camino. Nosotros, desde el suelo, recogeremos las piezas en silencio. Nos reconstruiremos. Nos armaremos de nuevo, distintos, más fuertes. Y nos iremos a celebrar otras vidas, a gozar otros caminos. Saltaremos sobre la sombra de su odio para alcanzar el cielo.

Viviremos, sanaremos y seremos felices. Porque ellos jamás podrán arrebatarnos las ganas de crear y de vivir.

Los condeno al olvido. A mí olvido.

Porque sus obras nunca nacieron de la verdad ni del amor, sino del ego y la fiebre de poder.

Con cariño.

Juan Pablo Herrera Castañeda

Hay una tortura famosa que usaban ciertos verdugos cuando querían golpear y destruir sin dejar rastros visibles. Metían naranjas en una bolsa de tela y con ella golpeaban a sus víctimas en zonas sensibles y vitales, causándoles daños internos sin marcas externas.


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