Un fósil que durante décadas se creyó perteneciente a una planta en Villa de Leyva resultó ser una cría de tortuga fosilizada.
Conocida ahora como “Turtwig”, en referencia a un Pokémon que combina elementos de tortuga y planta, este hallazgo desafió las clasificaciones previas y reveló la singularidad de la fauna prehistórica en Colombia.
La historia se remonta a la década de 1950, cuando el sacerdote colombiano Padre Gustavo Huertas recolectó muestras de rocas y fósiles en Villa de Leyva.
Dos de estas muestras, originalmente clasificadas como plantas fósiles por Huertas, fueron examinadas recientemente por investigadores colombianos.
El resultado de este análisis, publicado en la revista Paleontología Electrónica, reveló que estos fósiles no eran plantas, como se pensaba, sino crías de tortugas fosilizadas.
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“Fue realmente sorprendente. Pasamos días buscando entre gabinetes de madera fósiles de plantas. Cuando finalmente encontramos este fósil, descifrar la forma y el margen de la hoja resultó desafiante”, afirmó Héctor Palma-Castro, estudiante de paleobotánica en la Universidad Nacional de Colombia.
“Esta tarea se complicó por la ausencia de hojas reales. En su lugar, estábamos tratando con fragmentos de huesos”, agregó.
Originalmente clasificado como Sphenophyllum colombianum por Huertas en 2003, se pensaba que pertenecía a una planta extinta.
Fabiany Herrera, curador asistente de plantas fósiles en el Field Museum de Chicago y Héctor Palma-Castro notaron discrepancias claves en las características del fósil que no coincidían con una planta.
“Tan pronto como las fotografiamos, pensamos: esto es extraño”. Tras un análisis más detenido, se percataron de que las líneas en los fósiles no correspondían a las venas de una planta, sino a características propias de caparazones de tortugas”, expresó Herrera.
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Por su parte, Edwin-Alberto Cadena, paleontólogo y profesor de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad del Rosario, confirmó la identificación del fósil como un caparazón superior óseo de una tortuga.
Destacó la rareza de encontrar crías de tortugas fosilizadas y señaló que el espécimen era “muy, muy pequeño”, añadiendo que los huesos del caparazón son delgados y tienden a destruirse fácilmente en crías jóvenes.
Diego Cómbita-Romero de la Universidad Nacional de Colombia comentó sobre la sorpresa del equipo al descubrir la verdadera naturaleza del fósil: “El fósil no tiene sulcos, las marcas típicas de las placas de keratina que cubren el caparazón de las tortugas. Era un poco cóncavo, como un tazón”,
Añadió: “En ese momento nos dimos cuenta de que la parte visible del fósil era el otro lado del caparazón. Estábamos viendo la parte de la concha que está dentro de la tortuga”.
Cadena concluyó: “Estas tortugas eran probablemente parientes de otras especies prehistóricas que llegaron a medir más de 3 metros de largo, pero no sabemos mucho sobre cómo crecieron hasta alcanzar tamaños tan gigantes”.
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