Luego de que James Alberto Gonzalez Rodríguez volvió a Cúcuta, como colombiano retornado de Venezuela, fue que vio el sinfín de posibilidades al emprender con el arte de la talabartería y zapatería, que aprendió por años, empujado por organizaciones internacionales y el gobierno colombiano, quienes sembraron en él la posibilidad de generar su propia fábrica a los casi 60 años de edad.
Pero antes de lo que James ha podido construir con mucho esfuerzo en la actualidad, se puede decir que vivió una primera migración hacia Venezuela, donde pasó 45 años.
Llegó a San Cristóbal a los 18 años de edad, con sus padres de nacionalidad colombiana, quienes arribaron al estado Táchira en busca de mejores ingresos durante los años dorados del país petrolero. Sin embargo, lo que nunca imaginaron fue volver a vivir la migración pero de retorno a su país de origen.
De forma inesperada James y su núcleo familiar vieron menguados sus ingresos en medio de la crisis humanitaria compleja. Su trabajo como fotógrafo de la Asociación de Criadores de Ganado de Venezuela (Asocebu), con los que viajaba por diversas regiones del país para retratar a las personas y animales en las diversas actividades del gremio, cesó porque ya no habían ferias, de allí que en el año 2018, se encaminó al Departamento de Arauca para establecerse de nuevo en Cúcuta con su esposa embarazada y se acogió a la Ley Retorno.
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Para el año 2019, en el marco de la Ley 1565 de 2012 o Ley Retorno, 400 mil colombianos retornaron desde Venezuela por la difícil situación económica, política y social que se vive en el país, según comunicó Migración Colombia. Conforme se mantiene el retorno de colombianos desde el exterior al país -especialmente de Venezuela-, se incrementa la demanda de atención, informó Cancillería de Colombia.
“Me obligó a regresar la situación económica” recordó James, antes del 2018 vivía en Maturín estado Monagas (Venezuela), donde luego de años de rodar con los ganaderos venezolanos, se dedicó a la fabricación de unas zapatillas, pero llegó al punto de que no vendía ni siquiera ni 100 bolívares para esa época, no generaba dinero ni para comer; sus carros se dañaron y se quedó hasta sin vehículo para desplazarse.
Mejoró su arte
Estando en Cúcuta, comenzó a profundizar sus conocimientos en la zapatería junto a su esposa, aprendió a la costura “espadrilles” que es un calzado artesanal y perfeccionó la técnica en la fabricación de correas en cuero.
Su motivación por sacar adelante su fábrica, le trajo a la Feria Gigante de América, como se le conoce a la Feria de San Sebastián, especialmente la que desarrolla cada año la Asociación de Ganaderos del Táchira, con el fin de dar a conocer su artesanía estrella: la jaquima o cabezal de ganado, realizadas de forma personalizada y con tecnología láser, en su pequeña fábrica ubicada en el Barrio Aeropuerto de Cúcuta.
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Sus cabezales ya se empezaron a vender en ganaderías de República Dominicana, a donde logró enviar 26 jaquimas, ha exportado este producto a México, y el mismo presidente de la Asociación de Ganaderos de Uruguay se llevó tres de éstos.
“Yo conozco cuál es la problemática del ganadero y aquí todo era importado de Estados Unidos, y vi la oportunidad de fabricar esto, y por eso mis jaquimas son muy parecidas a la americana”, describió.
Parte de la materia prima que utiliza James para trabajar el cuerpo en Cúcuta, es de ganado venezolano, por su calidad. De este material saca las zapatillas o como en Venezuela se le conoce como una especie de alpargatas en cuero.
Captar el mercado colombiano
González, aunque está radicado en Colombia y tiene su taller en la capital nortesantandereana, manifiesta que en su país sigue siendo un completo desconocido.
Sin embargo, tiene como meta captar al público ganadero del Norte de Santander y todo el territorio, por el momento se mueve como pez en el agua en Táchira ofreciendo su arte.
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En la visita que lleva a cabo por Venezuela, James ha notado que vuelve a florecer la economía en la región andina, gracias al manejo de los pesos y ahora se prepara para crear los cabezales para los búfalos que son los que están ganando terreno en la ganadería venezolana.
Mientras lleva en sus manos sus productos, recuerda que el apoyo de las organizaciones internacionales ha servido para las personas que como él, que las han sabido aprovechar, en vista que antes de recibir dotación, primero fue preparado en cómo ser un buen comerciante y perdurar en el tiempo.
"Si lo que yo sé ahorita lo hubiera sabido hace 10 años atrás, yo no estuviera como estoy, porque sabría manejarme más económicamente", relató González.
"Desafortunadamente, hay apoyos increíbles a los venezolanos en Colombia. Hay venezolanos a los que les dan un millón de pesos en insumos o maquinaria, y algunos la venden por tres tonterías y se van", expuso James.
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Por ello, él ha capitalizado tales ayudas, y da gracias a la USAID, al Minuto de Dios y Acnur, que incluso le apoyó con comida cuando arribó a Arauca. Estas organizaciones le dotaron de herramientas de talabartería, suelas, herrajes, troqueles, entre otros materiales.
Su hijo de casi 4 años de nacido es su principal motor y lucha para dejar el emprendimiento como legado a sus cinco hijos. James González aspira seguir creciendo y brindar una fuente de empleo a los migrantes venezolanos en Cúcuta.
"Quiero ser conocido con el ganadero colombiano que me desconoce, porque hay un mercado grande, que es exigente, pero yo hago un producto acorde", exteriorizó el talabartero.
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