Enero enlutó a la familia Carrillo Santander. Cuatro de los seis hermanos, residentes en San Antonio del Táchira, Venezuela, fallecieron en Cúcuta, a causa de la COVID-19. El quinto sobrevivió.
Arístides, de 64 años, perdió la batalla el 15 del mes pasado; Nelson, de 62 años, murió el miércoles 27; Dilia, de 55 años, falleció al día siguiente, el 28; y cerrando enero, el domingo 31, Ligia, de 59 años, apagó su luz. Fueron 17 días de mucho dolor para toda la familia.
Los cuatro vivían en la casa número 4-22 del barrio Miranda, municipio Bolívar. En la sala de la vivienda, sobre una mesa, están las fotografías de los cuatro hermanos. Cada una tiene grabadas las fechas de nacimiento y de la partida. Allí, los familiares encienden las velas y los contemplan, aun incrédulos ante lo sucedido. Poco hablan. Las miradas lo dicen todo. Hay mucha tristeza.
La finitud de la existencia, sin duda, fue acelerada por el virus en el grupo familiar. “Aunque mi tío Arístides no vivía en esta casa, era como si lo hiciera. Todos los días venía, incluso cuando sus hermanos estaban enfermos”, contó Daniela Carillo, de 25 años, hija de Nelson. Ella, junto a otra pariente, narró los estragos ocasionados por la pandemia en su núcleo familiar.
El primero en contagiarse fue Julio Carrillo, de 69 años. Al sexagenario lo atendieron desde el 15 de diciembre. Lo hizo su hija Adriana Carrillo, quien es enfermera. Él también habita la casa 4-22, pero, a diferencia de sus cuatro hermanos, sí logró vencer al virus.
“El hecho de que su tío, Juan Carrillo, muriera días después, por COVID-19, agravó su estado de salud y fue trasladado a la ciudad de Cúcuta el 28 de diciembre”, dijo.
Daniela Carrillo, en compañía de Karelys Carrillo, vivió de cerca casi todas las hospitalizaciones de sus tíos y padre. “La de mi tío Julio no, porque a él lo acompañó fue mi prima Adriana, su hija. Gracias a Dios, a él no lo intubaron. Presentó ciertas complicaciones, pero logró vencer el virus en una clínica colombiana”, rememoró.
Los cuatro hermanos contrajeron el virus en su casa, pues eran muy unidos, al punto de vivir bajo el mismo techo. Ya para finales de diciembre, las hermanas, Ligia y Dilia, empezaron el tratamiento por presentar síntomas relacionados con el coronavirus. Ellas estaban en casa, y su salud se fue deteriorando con el pasar de los días.
Llegaron a Colombia por trochas
Para la familia Carrillo Santander, el 2021 arribó con un escenario bastante lóbrego en su entorno. El virus no les estaba dando tregua. A partir del 2 de enero, tanto Nelson como Arístides empezaron a perder el gusto, el olfato y a sentir otros síntomas de la COVID-19. A los pocos días, los cuatro fueron ingresando al hospital Samuel Darío Maldonado, en San Antonio.
En el hospital de la frontera, los hermanos Carrillo duraron poco. La casa 4-22 quedó desolada, ninguno de sus habitantes estaba en su interior. Desde ahí, y durante varios días, nadie entraba y nadie salía. El silencio reinaba en su interior. Las paredes blancas de la casa agudizaban aún más la reinante soledad.
“Todos, cuando entraron al hospital de San Antonio, ya estaban complicados en la parte pulmonar”, manifestó Daniela Carillo, quien, desde el comedor de la casa de sus tíos y papá, fue hilando cada uno de los acontecimientos que han enlutado a sus parientes. “No había muchos medicamentos en el hospital y tomamos la decisión de enviarlos a Cúcuta”, recalcó.
La primera en ser trasladada a Colombia fue Dilia. Presentó complicaciones por el virus. “Si no recuerdo mal, fue entre el 5 y 6 de enero. Luego se llevaron a mi tía Ligia. Ambas fueron pasadas por la trocha de Llano de Jorge. Iban conectadas al oxígeno”, relató.
Las dos hermanas llegaron primero al hospital de Los Patios. Allí las internaron en el mismo cuarto, bajo la supervisión de médicos y enfermeras. La saturación de Dilia preocupaba a los galenos, quienes, con el pasar de los días, decidieron enviarla al Hospital Universitario Erasmo Meoz, en Cúcuta.
Ver el traslado de su hermana significó para Ligia un golpe muy fuerte, aseguró la sobrina. A las horas, ella también tuvo que ser trasladada al Erasmo Meoz, pues presentaba una saturación muy baja, y su vida corría peligro.
Mientras tanto, en San Antonio del Táchira, los integrantes de la familia Carrillo decidían que lo mejor era que Nelson y Arístides también fueran hospitalizados en Colombia. Así fue. En esta oportunidad cruzaron, conectados al oxígeno, por uno de los caminos verdes ubicados. Toda una odisea.
Arribaron el 10 de enero al Erasmo Meoz
Las carpas COVID-19 del hospital Erasmo Meoz estaban repletas el domingo 10 de enero. Los cuatro hermanos fueron llegando al centro de salud y tuvieron que esperar en la ambulancia a que se les habilitara un espacio.
Ya para el lunes 11 de enero, todos habían ingresado a las carpas y, tres de ellos, pasaron, a las horas, a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) para COVID-19.
A todos, según la familia Carrillo, se les aplicó la prueba en Cúcuta y arrojaron positivo. Julio Carrillo, el quinto hermano, ya para esa fecha, se reponía del virus. Abandonaba la clínica y se disponía a regresar a San Antonio del Táchira.
A Dilia, Ligia y Nelson los subieron a la UCI COVID-19. Su condición de salud se complicaba. Los cuatro eran venezolanos, ninguno tenía cédula colombiana. “Igual fueron recibidos y atendidos en el área”, resaltó Karelys Contreras, nieta de Arístides. “A mi abuelo lo dejaron en las carpas amarillas. Él era el que presentaba mejoría”, prosiguió.
Sin embargo, Arístides fue el primero en morir de los cuatro. El 14 de enero lo intubaron y al día siguiente murió. “Comenzó a presentar problemas en la saturación y se complicó al final”, subrayó la nieta. Sus tres tíos también habían sido intubados en la sala de UCI COVID-19.
“Mi papá salió del área COVID-19”
Tras el tratamiento recibido, Nelson Carrillo arrojó negativo en la última prueba que se le aplicó, pero sus riñones habían quedado bastante afectados y necesitaba con urgencia el tratamiento. De UCI COVID-19 pasó a UCI Colombia, como se le llama a esa sala en el centro de salud.
“Nos tocó meter una tutela, un reclamo ante las autoridades sanitarias, para que mi papá recibiera las diálisis con autorización del Instituto Departamental de Salud (IDS), pues era extranjero y no contaba con un seguro”, lamentó Daniela.
Cuando llegó la autorización, ya era muy tarde. Murió el 27 de enero. “Solo lo alcanzó a ver el médico”, dijo. La joven dejó claro que, en torno al tratamiento para el virus, no se puede quejar, ya que todos lo recibieron y de forma gratuita.
“La falla se presentó cuando mi papá necesitó la atención para sus riñones; se demoró mucho en llegar”, soltó para luego puntualizar que a las pocas horas, siendo el 28 de enero, falleció Dilia.
Con la agonía y el dolor que les embargaba, la familia centró sus oraciones en Ligia, la única de los cuatro hermanos que aún respiraba.
“Uno veía a diario cómo pasaban las bolsas con los cuerpos sin vida. Era muy trágico”, sentenció Karelys. “Una vez entran a la UCI, uno pierde contacto con ellos. Mis tías, cuando estaban aún en las carpas, nos dijeron: `tranquilas, vamos a salir de esto`”.
No fue así. El 31 de enero falleció Ligia. Los cuatro hermanos habían muerto en el transcurrir de 17 días.
Sus cenizas reposan en San Antonio
Todos fueron cremados. Las cenizas de los cuatro hermanos reposan en el Cementerio Municipal de San Antonio del Táchira. Allí, en compañía de los más allegados, les dieron el último adiós.
De los seis hermanos Carrillo, cinco siempre estaban en la casa 4-22. Eran muy unidos. De ese grupo solo sobrevivió Julio. Rita, la sexta integrante del núcleo familiar, quien no solía frecuentar la vivienda y por ende no se contagió del virus. Hoy ella, junto a Julio, llora la partida física de sus parientes directos.
“Esto no es un juego, debemos cuidarnos y ser conscientes de la responsabilidad que tenemos con nuestros familiares”, enfatizaron las jóvenes Daniela y Karelys. En la casa 4-22 de esta población de la frontera, a donde el covid llegó para hacer mucho daño, se siente el vacío por la partida tan inesperada de los cuatro hermanos.
Cortesía del Diario La Nación para La Opinión