En el marco de la crisis global derivada de la COVID-19, la atención a pacientes con enfermedades complejas, ha requerido esfuerzos adicionales teniendo en cuenta que el acceso a medicamentos de alto costo, es sin lugar a duda, una de las tareas más desafiantes para el sector salud.
Es por esto que en las actuales circunstancias, el foco se ha centrado en la búsqueda de soluciones efectivas, que además de garantizar el bienestar de estos pacientes a través de tratamientos de calidad y precios asequibles, aporten a la sostenibilidad de los sistemas de atención médico-sanitaria.
En este sentido, la producción de biosimilares, fármacos equivalentes en propiedades, calidad, eficacia y seguridad a un medicamento biológico, juega un papel determinante. Según el Dr. Diego Rosselli, neurólogo del departamento de Epidemiología Clínica y Bioestadística de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana, “La introducción de biosimilares en el mercado nacional, supone grandes beneficios a nivel microeconómico, al representar un ahorro significativo para el paciente y a nivel macroeconómico, al contribuir con la optimización de los recursos de los sistemas de salud. En condiciones de competencia, los precios de estos medicamentos podrían disminuir en promedio entre un 30% y un 60% con respecto al biológico de referencia”.
Los medicamentos biológicos han revolucionado el tratamiento de decenas de enfermedades que afectan a la población como el cáncer y la artritis reumatoidea, entre otras, pero en general tienen un costo muy elevado. La llegada de los biosimilares cambia este escenario al ofrecer precios más bajos que el medicamento de referencia, sin sacrificar la calidad.
Esto es posible, de acuerdo con el Dr. Daniel Freire, Director regional de Asuntos Médicos de Sandoz para América Latina, porque “la inversión para un biosimilar puede llegar a ser tres veces más baja que la necesaria para un medicamento innovador, es decir cerca de 250 millones de dólares para un biosimilar contra más de 800 millones de dólares que se requieren para desarrollar para un fármaco de referencia”.
Por otra parte, los biosimilares permiten aumentar el acceso de pacientes a tratamientos innovadores, ya que, al promover la competencia en el mercado, contribuyen a incentivar la investigación de nuevos productos por parte de la industria, lo que significa así mismo, un portafolio más amplio de opciones para el médico tratante y aquellos pacientes con enfermedades complejas.
¿Qué son los biosimilares?
Los biosimilares son biológicos que se producen cuando la patente del medicamento de referencia se vence. Estos, son obtenidos de proteínas naturales de bacterias, levaduras y células humanas, mediante procesos concebidos y ejecutados como prácticas responsables. “Los biosimilares son altamente similares a los biológicos de referencia y surgen de un proceso científico, sistemático y riguroso en su desarrollo y aprobación”, asegura el Dr. Andrés Zuluaga, médico cirujano de la Universidad de Antioquia, Magister en ciencias básicas biomédicas.
Sólo después de un exhaustivo proceso de validación de calidad en su estructura molecular y funcionalidad biológica, los medicamentos biosimilares alcanzan la autorización de la European Medicine Agency (EMA). “La aprobación de los biosimilares requiere información analítica, funcional, preclínica y clínica que incluye entre 40 y 105 estudios que soportan las características de comparabilidad, eficacia y seguridad”, agrega el Dr. Zuluaga.
Entre sus múltiples ventajas, los biosimilares pueden ser suministrados con seguridad a toda la población. ”La OMS recomienda tanto para biológicos como para biosimilares un plan de fármaco- vigilancia y un plan de minimización de riesgo que incluye el uso de material educativo para médicos y pacientes”, asegura el Dr. Freire.