Una vez Carrillo terminó de hablar, Jesús, el propietario de la finca que había seguido con mucha atención el relato, se apoderó de la palabra y contó que en su natal Salazar de las Palmas, cuando apenas tenía 16 años, fue con varios amigos al pozo de Juana Naranja como era costumbre en tardes calurosas, siendo ese el mejor plan por aquella época de 1928.
Les gustaba esa parte del río para nadar y divertirse, desobedeciendo a sus padres de no ir porque fue a ese pozo al que se lanzó la india Juana, para sacar del fondo una naranja de oro y nunca más volvió a salir, dando origen a la leyenda que con los años se hizo popular en Norte de Santander.
Unos ocho amigos disfrutábamos del momento, algunos brincando desde una piedra alta al agua, hasta que Leandro Pinto, el mayor de nosotros, señaló una nube negra y dijo que ahí iba cabalgando un ‘mágico’ y que él era capaz de tumbarlo, explicando enseguida que su papá lo había instruido para “hacerles pasar un mal rato a esos demonios, los amos de la lluvia y el relámpago”.
Saliendo del agua Pinto lanzó a los vientos un conjuro y a los pocos minutos la nube negra que estaba muy arriba se nos vino encima convertida en tormenta, descargando rayos que se anticipaban a los feroces truenos y que retumbaban como si se tratara del fin del mundo.
El temporal por fortuna no duró más de cinco minutos y después volvió a salir el sol radiante y fue como si nada de esto hubiera pasado, sin embargo todos quedamos aturdidos sin saber qué hacer ni qué decir.
Pinto que estaba en la cabecera del pozo, a varios metros de nosotros, quedó tendido en el suelo, desmayado porque la descarga eléctrica de un rayo lo alcanzó, permaneciendo en ese estado un buen rato, hasta que nos decidimos a llevarlo en andas hasta la entrada del pueblo cerca a su casa.
Aunque no volvimos a hablar del asunto, nos alejamos de Pinto quien ya no fue el de antes, llegando con el tiempo a ser internado en varias oportunidades al manicomio, porque no se puede ir por ahí desafiando entidades de la naturaleza que suelen ser muy poderosas, sentenció Jesús, al tiempo que indicó que ya era hora de dormir para madrugar porque la cereza de café ya estaba en su punto justo de maduración y había que recogerla.
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