La muerte del compositor, Adolfo Pacheco Anillo ha generado consternación en los distintos círculos sociales del país y, especialmente, en los amantes del folclor vallenato en el municipio de Ocaña, debido a las raíces que dieron frutos en estas tierras y se propagaron por la costa norte colombiana.
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El maestro Nahún Sánchez Castilla de la universidad Francisco de Paula Santander, seccional Ocaña, en el año 2016 rindió un homenaje en vida al autor de La hamaca grande.
Desde Barranquilla, arribó a la Hidalga villa de Caro para conocer la patria chica de su bisabuelo paterno Silverio Pacheco, quien a mediados del Siglo XIX emigró a San Jacinto, Bolívar, con una recua de mulas, tras la bonanza tabacalera.
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“Cuando me enteré, por medio de un viejo amigo, que el maestro Adolfo Pacheco tenía ancestros ocañeros, me propuse (gestionar) traerlo a la ciudad para brindarle un homenaje, y por supuesto que acudí al director de la UFPSO, magíster Édgar Antonio Sánchez Ortiz, por intermedio del colega Ramón Torrado Manzano, secretario de Bienestar Universitario, de la época en el alma mater”, indica el comunicador social.
La travesía para cumplir la cita
El periodista Nahún Sánchez recuerda que los trámites iniciaron un año antes, gracias al número telefónico suministrado por Alejandro Gutiérrez de Piñeres y el primer contacto fue desde la capital del Atlántico donde residía.
Los recursos económicos, a los que estaba acostumbrado el reconocido cantautor del Viejo Migue, dificultaban su presentación, incluso, planteó las alternativas de venir con el doble Rey Vallenato, el desaparecido Julio Rojas Buendía o con el hijo de su acordeonero de ‘cabecera’, Ramoncito Vargas.
Las diferencias o dificultades económicas, diluían las posibilidades de traerlo, pero nunca claudicamos. El tema lo retomamos en varias oportunidades, y por fin, en agosto del año 2016, el invitado de honor bajó sus exigencias, en razón a que se realizaría un evento académico y que la universidad lo condecoraría, reitera.
Algunos imprevistos complicaron la difusión y promoción del certamen musical, y como si no fuera suficiente con los contratiempos, la realización de una prueba ciclística retardó la llegada del maestro Adolfo Pacheco y de sus músicos, el acordeonero Ramoncito Vargas y el bajista Nelson Espinoza.
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“Los esperábamos a las dos de la tarde, y solo arribaron desde la capital del Atlántico a los 8 y 15 minutos de la noche, un cuarto de hora después de lo programado para el conversatorio”.
Mientras que se arreglaban en el hotel e intentaban cenar, el público los esperó de manera paciente, hasta que, a las nueve y cuarto, una hora inusual en la ciudad, la interpretación del Viejo Migue, la canción que de alguna manera lo une con esta ciudad, abrió el conversatorio.
Con su voz clara y segura, no obstante, sus 77 años de edad de ese entonces, narró con elocuencia y gracia el origen de algunas de sus canciones más escuchadas en la región, como El Tropezón, Mercedes, El cordobés y El mochuelo.
Luego de la explicación del origen de sus temas, procedió a cantar y bailar con vigor y cariño, y el público lo acompañó con aplausos y expresiones de orgullo por sentir que el artista tenía nexos con esta tierra.
La Universidad le entregó una placa en reconocimiento a su aporte al folclor musical colombiano y por sus nexos genéticos con la ciudad.
El gran profesionalismo del maestro y sus acompañantes lo demostraron en el sitio donde se les hizo una atención, confesaron que habían actuado si cenar, porque el tiempo no se los permitió, pero en la casa de Pedro Rizo, les ofrecieron unos tamales gigantescos y deliciosos, que además de calmar el hambre, provocaron en ellos muchos agradecimientos, manifestó Sánchez Castilla.
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Con sus ‘amarillos en pecho’, el maestro Adolfo Pacheco prometió volver a Ocaña a indagar por sus ancestros paternales, porque en esta oportunidad el tiempo no le alcanzó para hablar con el historiador Wilson Ramírez, académico invitado.
Vallenato costumbrista
El comunicador social y periodista, Ramón Antonio Torrado, resalta la manera como la universidad ha rendido el homenaje a los grandes juglares de la música vallenata en el Instituto de Cultura y Bellas Artes, Jorge Pacheco Quintero de Ocaña.
Califica al compositor como uno de los más excelsos narradores costumbristas de Colombia al lado de Tomás Enrique Pumarejo que le dieron realce al folclor vallenato.
Precisamente, ‘El viejo Migue’ es un homenaje a su señor padre cuando se fue a Barranquilla y muchas melodías del repertorio hace parte de las vivencias.
“Son historias a lomo de mula, como lo señaló García Márquez en sus libros y esos maestros son los encargados de mantener vivas las tradiciones”, precisó Nahún Sánchez Castilla.
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El cantautor de música tropical se fue a la tumba sin recorrer la ruta de sus ancestros que era la ilusión del gran maestro de la música vallenata.
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