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Cúcuta
El padre Botello, una vida consagrada al sacerdocio
Nació en Gramalote el 26 de noviembre de 1931 y era el único sacerdote autorizado para practicar exorcismos en la Diócesis de Cúcuta.
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Categoría nota
Viernes, 18 de Junio de 2021

El 17 de enero de 2018 la Diócesis de Cúcuta anunció que el padre Pedro Alejandrino Botello  Ortega había sido nombrado capellán de su Santidad Francisco y sorprendido en ese entonces dijo “mi vida seguirá siendo la misma que elegí,  sirviendo a las personas que me necesitan”.

Y nada lo hizo cambiar. Había hecho un largo recorrido en sus 63 años de vida sacerdotal después que salió de  Gramalote donde nació el 26 de noviembre de 1931.

Fue vicario de San Antonio de Padua, párroco del Carmen de Nazareth, de San Antonio de Padua (El Zulia), de San Cayetano, de Nuestra Señora de Belén, vicario de San José Catedral, formador del Seminario Mayor San José, párroco de Nuestra Señora de Torcoroma, de Nuestra Señora del Rosario, del Divino Niño, miembro del Consejo Presbiteral, miembro del Consejo de Órdenes,vicario general de la Diócesis de Cúcuta, decano de Villa del Rosario y rector de la Capilla Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma.

Pero su fama traspasó frontera por ser el único sacerdote autorizado para practicar el exorcismo.  Y en una entrevista concedida a La Opinión en 2017 reconoció que uno de los casos más difíciles fue el de un soldado “que lo llevaron en la madrugada ocho personas porque era alto y robusto y no podían controlarlo. Tuve que ser prudente y no me le medí de inmediato. Cuando llegó el momento propicio, oramos por casi cuatro horas… Cuando se liberó del demonio, este hombre se desplomó: no fue capaz de salir caminando y terminaron sacándolo en camilla”.

Monseñor Botello apoyó de manera incondicional al  Movimiento Reparador Mariano,  especialmente en las Vigilias de los primeros viernes. “No había cansancio a pesar de su edad y de las jornadas intensas que tenía en las catequesis de la mañana, en la tarde y largas filas de confesiones”, reconoció el grupo que dijo que el capellán “inicia este camino hacia la vida etern Siempre estará en nuestros corazones”.

Sus estudios de secundaria los hizo en el Seminario Menor Santo Tomás de Aquino de Pamplona.

Ingresó al Seminario Arquidiocesano Santo Tomás de Aquino de Pamplona a cursar Teología y Filosofía. Después se graduó como Teólogo de la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma (Italia).

Estando en Roma, recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor Antonio Zamora, el 27 de octubre de 1957, en el Colegio Pío Latinoamericano; desde entonces desempeñó diversos encargos pastorales, impulsando obras en pro de la evangelización y llevando la palabra de Dios en cada comunidad que acompañaba.

Entre algunos de sus servicios más destacados, se recuerda en los años 70 su impulso en la construcción del templo parroquial Nuestra Señora de Belén, en el barrio Belén, donde servía de párroco. También guió durante muchos años al movimiento apostólico Renovación Carismática Católica, donde afirmaba que tuvo la oportunidad en gracia del Espíritu Santo y tomar toda su fuerza, para enriquecer su ministerio.

En la celebración de sus 60 años de sacerdocio, en el  2017, aseguró que el reto más grande de ser sacerdote era el de poder corresponder y cumplir con una vida de santidad: “cumplí con orar, evitar el pecado y responder el gran reto de tratar de vivir la gracia de Dios. Poder transmitir la vida espiritual y la vida pastoral, transformando y renovando; si uno dice la homilía o cualquier palabra con la fuerza y la presencia del Espíritu Santo, hace mucho bien en las personas, pero si dices palabras por decirlas no haces ningún efecto”.

En la entrevista de hace cuatro años a La Opinión confesó que no se había retirado del sacerdocio porque “era una predilección de Dios que me da plena felicidad y gracia a pesar de mis debilidades o deficiencias”. El  24 de mayo la Arquidiócesis de Cúcuta informó sobre su contagio de COVID-19 y  falleció, el  miércoles, tras una lucha de varios días por recuperarse de las complicaciones derivadas por el nuevo coronavirus.

La Diócesis de Cúcuta lamentó su muerte y recordó que “ofreció permanentemente su vida y carisma a través de una densa labor espiritual, asistiendo a aquellos que sufrían tribulaciones siendo el único sacardote a quien se le había  encomendado el ministerio de practicar exorcismos”.

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