En el campo competitivo Norte de Santander se ha destacado por tener buenos deportistas de alto rendimiento que le han dado gloria al departamento y al país en diferentes disciplinas. Sobre todo en los deportes individuales.
Justamente, en el atletismo, a finales los años 90 y la primera década del Siglo XXI, Arelis Quiñones Granja, próxima a cumplir 40 años, despuntó con ser una gran atleta en la especialidad de lanzamiento de disco y el impulso de bala.
Arelis es de esas deportistas que no se hizo en el atletismo, sino que nació con ese don para ser atleta. Era una niña con una capacidad innata que surgió a los 12 años y a los 15 o 16 ya era campeona nacional y suramericana en menores y subcampeona panamericana juvenil.
Arelis pese a no ser una atleta corpulenta, de fuerza como suelen verse en las pruebas de campo, tenía ese don y facilidad para ejecutar los movimientos.
Lo que le faltaba en fuerza, lo tenía en técnica y plasticidad, en eso superaba a competidoras del Valle, Antioquia y Bogotá que como ella misma lo reseña, le tenían rabia porque la veían como una aparecida.
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La cucuteña, de piel de ébano, pudo haber llegado muy lejos, tal vez a unos Olímpicos, pero siempre fue una mujer tranquila, que nunca se afanó, que se tomó las cosas con demasiada calma y vio el deporte más como una diversión que como una competencia.
Le gustaba disfrutar lo que hacía y sin despabilarse, cumplió parte de sus sueños, pero hubiera querido ir más allá.
Compartió experiencias, al lado de la campeona del mundo y medallista olímpica de salto triple, la antioqueña Caterine Ibargüen, a quien añora.
Arelis en su momento además de ser atleta de alto rendimiento también trabajó como monitora de atletismo con la liga departamental, con Indenorte y el IMRD de Cúcuta.
Sus últimos juegos Nacionales fueron en 2012. Aunque ya no compite, continúa vinculada a este deporte, no solo por sus hijas Valerie, de 16 años, y Yelena, de 14, sino porque es algo que lleva en la sangre.
‘Lo que el viento se llevó’
Sin embargo, esa atleta que alguna vez recibió elogios por sus logros, hoy vive una vida diferente.
Arelis divide su tiempo entre la pista del estadio Centenario de Atletismo de Atalaya y un campo de minitejo de su familia y que administra en el barrio Aeropuerto, donde reside.
A los 23 años, en el mejor momento de su carrera, la vida le cambió a Arelis, al quedar embarazada. Primero nació Valerie y a los dos años, Yelena Franco Quiñones.
Después de que nació Yelena, Arelis enviudó, pues a su marido lo mataron y la situación se tornó difícil, pero Arelis se batió como una guerrera, mientras sus papás le ayudaban a cuidar a sus hijas, ella entrenaba y trabajaba para ayudar a la familia.
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“Estos últimos once años no han sido fáciles, usted sabe que uno después de ser deportista de alto rendimiento pasé a ser monitora, pero hoy estoy dedicada a mis hijas. Mi papá ya no está, por cosas del destino nos dejó. No pude culminar mis estudios y eso me llevó a que o entrenaba o trabajaba”, relata la exlanzadora de disco.
“He trabajado en casas de familia y otros quehaceres para llevar algo a la casa, además, de rogar una que otra monitoría, pero como todo puesto es político, si uno no tiene un padrino, no lo contratan”, afirma.
Según ella, no pierde la fe de volver a ser monitora con un salario. “Ahora parece haber una posibilidad en el IMRD, pero es apenas una posibilidad, nada concreto”.
Agrega que en la cacha de tejo debe lidiar con personas pasadas de tragos, “que creen tomarse confianza y quieren manosearme y he tenido que ponérmeles brava, pero como no hay otras alternativas de trabajo en el deporte, hay que rebuscarse la vida”.