Walter Isaacson biógrafo de Leonardo Da Vinci, lo presenta como el arquetipo del hombre del Renacimiento. Era un ser humano cuya genialidad se basaba en atributos de todos los mortales, pero que en Leonardo impregnaron su vida y su carácter. Científico, matemático, anatomista, sin educación formal, “delineó los músculos que mueven los labios, para pintar después la sonrisa más inolvidable del mundo.”
Hace un mes se fue el reconocido neurocirujano Ramiro Calderón Tarazona. Hombre de una cultura integral, neurocirujano excelso, lo mismo se desempeñaba en el quirófano en procedimientos de gran calado, que dictaba conferencias en escenarios nacionales e internacionales. Su experticia hizo que un juez americano lo reconociera como testigo profesional apto en esas cortes con solo oírlo, sin pedirle la copia autenticada de su diploma.
Integrante del Tribunal de Ética Médica, era requerido para abordar los juicios del ejercicio médico desde la profundidad del conocimiento filosófico y la solvencia del conocimiento del cuerpo humano. Historiador, integrante de Academias, se acercó sin prejuicios a la vida y obra del General Santander a quien entendió en la complejidad del ser humano. Ramiro tampoco fue un genio, solo fue un hombre con una gran capacidad de lectura, de comprensión, de observación. Con la misma fluidez con la que hablaba de medicina lo hacía de filosofía, de literatura, de historia; como los hombres del Renacimiento, entendió que su paso por la vida era un acto de responsabilidad con el conocimiento universal.
Era una maravilla llegar a su casa y escucharlo hablar con fruición de su último descubrimiento literario, o de filosofía y filósofos, o de su encuentro con un buen poema; cualquier tema que abordara lo hacía con la claridad de su conocimiento de la gramática y la lengua castellana, porque así entendía su compromiso vital. Allí siempre había una conversación inteligente y amena, un buen whisky, una exquisitez preparada por Laura Clemencia y buena música.
Ramiro se fue temprano de este mundo, pues como con todos los de su estirpe cualquier edad a la que partan será temprana. Se que no está en el Olimpo, lo suyo no fueron los dioses. Pero si en este universo existe un lugar para las almas de los seres buenos, allí estará la suya.
Descansa en paz Ramiro.