Desde el 28 de julio, la familia de Keimer Yoan Puente Aranda vive días de angustia, preocupación y desvelo. Este joven, de 25 años, conocido por su carácter humilde y trabajador, fue detenido en el barrio Ricaurte de San Antonio del Táchira, acusado de supuesto terrorismo e incitación al odio, cargos que sus seres queridos insisten no reflejan la verdad.
Para ellos, Keimer es un ejemplo de esfuerzo y dedicación, un joven que construyó su negocio de pasteles con sus propias manos, un sueño que hoy se ve truncado por las rejas de una celda.
Le puede interesar: En Cúcuta un hombre habría intentado robarse una motocicleta y lo pillaron
Keimer lleva más de dos años y medio viviendo en San Antonio, donde encontró una oportunidad de salir adelante a pesar de la crisis económica que golpea fuertemente a Venezuela. Su negocio, una venta de pasteles, se convirtió en su forma de vida y en una fuente de sustento para él y para su familia. Pero desde aquel día, su horno está apagado y enfrenta la frialdad de un sistema que, según su familia, le ha dado la espalda.
Las autoridades sostienen que su detención se dio por un altercado con una mujer del Concejo Comunal, pero sus familiares aseguran que todo es un malentendido que ha llevado a Keimer a una situación injusta y desgarradora.
Cada 15 días, sus padres, ambos colombianos, tienen la oportunidad de verlo. Esos encuentros, que deberían brindarles consuelo, terminan llenándolos de más preguntas que respuestas. Keimer, con una mezcla de resignación y esperanza, les dice siempre lo mismo: está esperando la fecha del juicio, pero no hay señales de avance ni claridad sobre su situación legal.
Lo que más les duele no es solo su detención, sino las condiciones inhumanas en las que vive. Según relatan sus familiares, Keimer muchas veces no recibe la alimentación necesaria. En ocasiones, pasan días sin que haya gas o agua potable en el lugar donde está recluido. La falta de lo esencial, combinada con la incertidumbre, convierte su día a día en un calvario que no solo afecta al joven, sino también a sus seres queridos.
“Nos parte el alma pensar en cómo está allá, sin las cosas más básicas para vivir. No es justo, no es humano”, lamenta su mamá.
Sus padres no pierden la esperanza, aunque el proceso ha sido un golpe devastador para toda la familia. Por eso, hacen un llamado urgente al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y al fiscal general, pidiéndoles que actúen con humanidad y justicia.
“Por favor, pónganse la mano en el corazón. Esto no solo afecta a mi hijo, hay muchas familias destrozadas por estas injusticias. Queremos justicia, queremos libertad”, expresó entre lágrimas.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion