A mediados de la década de los años treinta y en medio del conflicto limítrofe Colombo Peruano, el gobierno del presidente Enrique Olaya Herrera, se aprestó a conseguir el trasporte de tropas para expedicionar sobre la población de Leticia, en el Amazonas colombiano.
El capitán Julio C. Reyes Canal, erudito en el tema de la historia naval colombiana, resume con claridad la historia de este buque escuela Cúcuta, tema de esta crónica, identificado con el distintivo de la época como el MC ’Cúcuta’, antes de ser adaptado para ese loable objetivo de entrenar a los futuros oficiales de la Armada Nacional de Colombia.
Narra el capitán Reyes en los antecedentes que el buque inicialmente bautizado SS ’Crofton Hall’, fue construido en 1913 y destinado al servicio mercante en Europa, matriculado entonces en el puerto de Liverpool en Inglaterra.
Relatan las crónicas que afrontó, sin consecuencias los peligros de la Primera Guerra Mundial y que al término de ella fue vendido a una compañía norteamericana que se dedicaba al comercio de acero. Los nuevos propietarios lo rebautizaron con el nombre de ‘Commercial Traveler’.
Al producirse la crisis económica de octubre de 1929 estuvo prácticamente abandonado en un muelle hasta que apareció un nuevo comprador; la Mooremack Gulf Lines Inc. empresa que lo reacondicionó completamente para dedicarlo a la navegación de cabotaje a lo largo de la costa este de los Estados Unidos.
A comienzos de 1934, el gobierno del presidente Olaya Herrera envió una delegación al país del norte en busca de embarcaciones que sirvieran para trasladar tropas al sur, por el río Amazonas, para conjurar el conflicto con el vecino Perú. Ante la premura impuesta por las circunstancias, rápidamente se cerró el negocio de la compra del barco el 4 de abril y los documentos formales se suscribieron cinco días después.
La embarcación fue traslada a un astillero en Nueva Jersey para ser sometida a un rápido acondicionamiento para que pudiera ser utilizado en su nueva actividad y rebautizado, por la Armada Nacional como el MC ‘Cúcuta’, el 2 de mayo de 1934.
La patente de navegación fue entregada por las autoridades colombianas ese mismo día y al día siguiente zarpó con destino a Puerto Colombia, a donde llegó el día 11 de mayo.
Pocos días después de su arribo a Colombia, siguió con rumbo a Leticia al mando del general Carlos Cortés Vargas, acompañado de otra nave de trasporte, la ‘Iriona´, tomada en alquiler por el gobierno colombiano y rebautizada MC ‘Ciudad de Pasto’. Entre ambas llevaban a bordo unos mil quinientos efectivos del batallón ‘Camilo Torres’, que acababan de recibir entrenamiento de combate en el Puerto Peñalisa de Girardot.
Las embarcaciones arribaron a Leticia el 23 de mayo, justo la víspera de la firma del Protocolo de Rio de Janeiro mediante el cual se puso fin al conflicto, con lo cual cumplió su misión sin haberla comenzado debiendo regresar al Caribe donde permaneció hasta el 20 de octubre para luego enrumbarse a Philadelphia donde fue sometido a reparaciones y acondicionamientos como buque escuela para la Escuela Naval de Cadetes que se iba a fundar por esos días.
El 1 de marzo de 1935, finalizadas las reparaciones más apremiantes, el MC ‘Cúcuta’ zarpó de regreso al país y el 9 del mismo mes el capitán R.D. Binney recibió su confirmación como comandante del buque escuela, Director de Entrenamiento de la Marina y Director de la Escuela Naval de Cadetes. Trámites burocráticos sobre si la sede de la Escuela Naval debería ser el MC ’Cúcuta’ o unas instalaciones en tierra, aún no construidas, demoraron hasta mayo de 1935, el recibimiento de los integrantes del Curso Fundador quienes arribaron a Cartagena al anochecer del 3 de julio de 1935.
El MC ‘Cúcuta’ rebautizado como el ARC ‘Cúcuta’ el 29 de abril 1936, fue el hogar de los primeros cadetes navales hasta diciembre de 1940 cuando la Escuela fue trasladada a tierra en instalaciones de la Base Naval ARC ‘Bolívar’.
Mientras esto sucedía, el capitán del navío R.D. Binney, escribió al señor Alcalde de Cúcuta José María Rodríguez el 16 de septiembre de 1935, una muy significativa solicitud en estos términos: “… Muy señor mío, tengo el honor de comandar un buque de la Marina colombiana que lleva el nombre de esa histórica ciudad; es el buque escuela para Oficiales y Cadetes, cuna de nuestra Marina. Todos a bordo trabajamos leal y desinteresadamente por Colombia y sentimos la necesidad de un símbolo visible sobre el cual podamos enfocar nuestros corazones.
¿Serían tan gentiles las damas de la ciudad de Cúcuta en obsequiarnos con una bandera bordada por sus delicadas manos, dotada al confeccionarla con el amor a la patria y el deseo de servirla realmente?
Todos a bordo enviamos nuestras calurosas felicitaciones a los habitantes de esa histórica y simpática ciudad. Firma el CN R.D. Binney”.
La respuesta del Alcalde Rodríguez no se hizo esperar y el 7 de octubre respondió en estos términos: “… Tengo el honor de acusarle recibo de su atenta comunicación de fecha 16 de septiembre pasado, de cuyos particulares he tomado atenta nota. El despacho a mi cargo con placer hará las gestiones que estén a su alcance a fin de complacer los sentimientos patrióticos que animan a todos los tripulantes del buque escuela ‘Cúcuta’ y que hoy mismo se dirigirá a un selecto grupo de damas de esta ciudad para que confeccionen y borden la bandera de Colombia, que usted, a nombre de los oficiales y cadetes, quiere que lleve el barco que honra a la ciudad con su nombre, actitud noble y simpática que eles sabrían agradecer los hijos de Cúcuta. Para todos mi atento y cordial saludo”.
En este sentido, el alcalde dirigió una nota a un grupo de distinguidísimas damas entre quienes se contaban Margarita R. de Vargas, Alicia de Suárez, Margarita de Jaramillo, María Hernández de Lara y las señoritas Liduvina Durán, Ana María Vega Ranjel y Alicia Suárez P. designándolas para que integraran un Comité que interpretando los deseos de la tripulación del buque escuela ‘Ciudad de Cúcuta’ provea lo conveniente a fin de que en los mástiles de esta unidad de nuestra Marina, flote el tricolor nacional, bella y artísticamente confeccionado por la mujer nortesantandereana.
Cumplida la misión encomendada, enviaron el estandarte que ondeó hasta el final de sus días.