Definitivamente 1983 fue el annus horribilis para la región, pero especialmente para la ciudad. Comenzando el año, en febrero, se produce la más trágica, por decir lo menos, de las crisis económicas de la frontera común y no era que fueran frecuentes, pero sí eventuales, en parte por las disparidades existentes en ambos países desde que ambos se independizaron de la Corona Española e ingresaron a la vida republicana. Estas diferencias, que en un principio fueron económicas, con el tiempo se fueron extendiendo a otros segmentos de las sociedades, generando toda clase de dificultades que con el tiempo fueron escalando hasta llegar a los conflictos actuales que hoy padece la sociedad de la frontera.
Pero dejando de lado esta introducción, abordemos el tema del título. Una fecha de triste recordación es sin duda, para la sociedad cucuteña, el recuerdo del 9 de octubre de 1983, un domingo para más señas en el que en un suceso inexplicable se terminó la existencia de uno de los más promisorios integrantes de la familia financiera de la ciudad.
Pedro Elías Yáñez Gutiérrez funcionario del Banco Industrial Colombiano, administrador de empresas de la Universidad Francisco de Paula Santander, quien se había desempeñado Asistente de Gerencia de la institución desde 1978, con la misión de reemplazar al gerente Mario Orozco, quien se pensionaría a comienzos de 1981, luego de ejercer todos los cargos en ese banco desde sus inicios en febrero de 1957.
Pedrito, como le decían sus amistades en señal de cariño, entre otras por su baja estatura, pero más como expresión de afecto, se había distinguido en su trayectoria como un estudiante brillante y dedicado a sus estudios, pero sin dejar de preocuparse, tanto por su familia como por sus clientes del banco a quienes les dedicaba su tiempo y conocimiento para ayudarles a obtener los beneficios que solicitaban cuando apelaban a su asesoría como miembro de su entidad bancaria.
Estas características las puedo asegurar con certeza y conocimiento, toda vez que fue mi estudiante en los primeros años después de mi vinculación a esa universidad y, además, con un componente adicional, fui su director de Tesis de Grado, la que desarrolló con su compañero de estudios Edgar Scarpetta, quien a la postre sería su acompañante hasta el día de su fallecimiento.
La triste noticia de su muerte recorrió todas las instancias de la sociedad cucuteña. El diario La Opinión, en su publicación del día 3 de octubre tituló la noticia: “En confuso incidente muerto el Gerente del Banco Industrial” y a continuación: “Retén del ejército disparó sobre el vehículo en que viajaba con varios amigos”.
Pero ¿qué fue lo que en realidad ocurrió? Eso será algo que nunca sabremos. Las versiones expresadas por ambos actores del incidente, las víctimas y los soldados que dispararon difieren sustancialmente, así que para mayor ilustración expondré a mis lectores las dos versiones y que cada uno juzgue la situación.
Toda la trama inicia luego de una reunión familiar en la que departieron familiares y amigos en la casa de la contadora pública María Stella Galvis, funcionaria de la U.F.P.S. Terminada la reunión, su grupo más cercano, conformado por su hermano José Vicente quien era entonces Juez Promiscuo Municipal de Villa Caro, su compañero Edgar Scarpetta y Stella Galvis, decidieron ir a comer al restaurante Venado de Oro, cerca de las instalaciones del batallón, en el barrio San Rafael. Por lo avanzado de la hora, eran las 10 pm. el restaurante se encontraba cerrado, así que no tuvieron otra opción que buscar otro lugar al que dirigirse. Para poder regresar al centro de la ciudad y ante la dificultad para hacer el retorno frente al restaurante, tomaron rumbo a la entrada del batallón, dar la vuelta frente a la fábrica de Coca Cola y regresar. En este punto las dos versiones no coinciden, pues las víctimas argumentan que al pasar por la entrada al cuartel nadie les hizo señales de pare, ni les pidieron sus documentos ni nada que les impidiera continuar, sólo sintieron “el totazo”, refiriéndose a los disparos que les hicieron los soldados.
Por otro lado, la versión oficial relata algo completamente diferente: el comandante Augusto Vejarano Bernal, informado por el mayor Barrero, encargado de la unidad militar, dice que: “cuando el vehículo venía de regreso, dos suboficiales que iban a pie estuvieron a punto de ser arrollados y que fueron ellos quienes le hicieron señas a los centinelas para que detuvieran el vehículo y que ellos no obedecieron las señales de los soldados y por eso, uno de los centinelas disparó”.
El boletín oficial del Grupo Maza decía: “(…) se permite informar a la ciudadanía que el domingo 9 de octubre a las 22 horas y 55 minutos, los servicios de la unidad se vieron obligados a hace uso de sus armas contra un automóvil marca Chevrolet, modelo 1983, con placas venezolanas SBY-892, el cual transportaba cuatro pasajeros; el hecho se produjo cuando el conductor del vehículo no observó las señales de zona militar y estuvo a punto de atropellar dos centinelas y otros servicios de la unidad que le hicieron, varias veces, la señal de pare. En vista de la conducta de los ocupantes y a lo sospechoso de sus movimientos frente a la unidad, uno de los servicios se vio en la necesidad de disparar su arma de dotación resultando heridos dos de sus ocupantes los cuales fueron trasladados en una ambulancia, en donde más tarde, falleció uno de ellos, el señor Pedro Yáñez…”.
Según el comandante del Grupo Maza, afirmó que “la guardia que se encontraba de turno había sido detenida y puesta a disposición de la justicia penal militar, en cabeza del juez 25 de instrucción de la rama. Igualmente, el vehículo quedó a órdenes del mismo juzgado y luego mostrado a la prensa. En él se apreciaban los tres disparos recibidos.
La muerte del apreciado caballero fue sentida por toda la comunidad. El alcalde Serrano Silva dijo en entrevista: “(…) es una pérdida que Sardinata y el departamento se hayan privado de una persona que estaba haciendo una carrera brillante y un porvenir tan prometedor…”
El comité de la Asociación Bancaria local solicitó la intervención del Procurador General de la Nación, doctor Carlos Jiménez Gómez, para que se ejerciera la vigilancia directa de esa Procuraduría a la investigación que sobre este asesinato y las heridas a los demás acompañantes hiciera la acción del ejército del Grupo Mecanizado Maza.
Para cerrar esta narración, la paradoja en torno a ella es que, a Pedro Yáñez, le unía una cercana amistad con el reciente nombrado comandante del batallón, toda vez que le cupo el honor de rendirle tributo de admiración el mismo día en que asumía como presidente de la Asociación Bancaria.
Redacción
Gerardo Raynaud D.
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