El sueño de la segunda corona consecutiva para la Francia de Kylian Mbappé, una proeza no registrada desde los tiempos de Pelé, tendrá este miércoles una prueba de alta exigencia en las semifinales ante Marruecos, la revelación del Mundial y que en Catar juega en casa.
Especialistas en revertir situaciones a priori complicadas, entre ellas la lesión del Balón de Oro Karim Benzema, los 'Bleus' de Didier Deschamps se miden ante unos 'Leones del Atlas', que en suelo árabe han sabido profesionalizarse en el arte de tumbar gigantes.
Aunque profesan sin recelos su admiración por un equipo de defensa impenetrable y contragolpe letal, al que enfrentarán en el estadio Al Bayt, de Al Kohr, a las 2:00 de la tarde, los franceses prefieren enfocarse en no dejar pasar una oportunidad histórica.
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"Cuanto más avanzamos en la competencia, más nos acercamos a algo fuerte y grande, todos queremos continuar la aventura lo más lejos posible. Esto requiere una concentración extrema", afirmó el capitán 'galo', el portero Hugo Lloris.
Oponente de alto riesgo
Para "continuar la aventura", en la que ya rompieron la 'maldición del campeón' y sobrevivieron a una lluvia de lesiones, deberán hallar el camino para penetrar una defensa de acero: la marroquí, la menos vulnerada del Mundial con apenas un tanto encajado en cinco juegos.
Para esa labor cuentan con el goleador y el segundo mayor artillero del torneo, Mbappé (5 goles) y Olivier Giroud (4), además de un Antoine Griezmann (3 asistencias) en gran momento y un Ousmane Dembélé (2 asistencias) siempre imprevisible.
Pero fundir el cerrojo que custodia el portero Yassine Bounou es solo parte del trabajo. Ningún equipo llega a semifinales simplemente manteniendo el arco en cero, y Marruecos, primer africano semifinalista en una Copa del Mundo, sabe cómo dar latigazos.
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"Cuando un equipo es capaz de ganarle a Bélgica, España y Portugal, terminar primero en un grupo muy difícil, es que hay muchas cualidades dentro del campo y sin duda fuera de él en términos de cohesión y espíritu de equipo. Será un oponente formidable", valoró Lloris.
El Francia-Marruecos además tiene sabores más allá del rectángulo de juego: la influencia del Estado francés en el Magreb, antes de la independencia en 1956, trazó lazos de dominación y amistad que hacen de este partido muy simbólico para los miles de marroquíes que viven en territorio francés.
"Debe seguir siendo un partido de fútbol, aunque haya una historia, aunque haya mucha pasión", atenuó Deschamps.