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Cuando uno está chiquito es el dueño del mundo: Antonio García
Entrevista con el escritor colombiano Antonio García, quien acaba de publicar su nueva novela 'Que pase lo peor'.
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Colprensa
Colprensa
Martes, 22 de Julio de 2025

Nueve años han pasado desde que el escritor colombiano Antonio García presentó su anterior novela, por lo que gran expectativa ha generado ‘Que pase lo peor’, que lleva tan solo algunas semanas en las librerías.

Esto no significa que dejara la escritura a un lado. Por un tiempo se ha dedicado al trabajo para producciones audiovisuales, como el guión de la película ‘Lavaperros’, la cual se estrenó hace algunos años, además de otras películas que se encuentran en plena producción.

Pero ha regresado a la literatura, esta vez, con una historia con la que recorre buena parte de Bogotá, y por primera vez,  se anima a tener como protagonista a un escritor, Nelson, a través del cual presenta un retrato de la sociedad colombiana.

Antonio García habló con Colprensa sobre esta nueva novela que alimentó con muchos de sus propios recuerdos, aunque su suerte como escritor ha sido completamente diferente a la del protagonista.

MUY BOGOTANA  

-Una historia que termina siendo un retrato de lo que somos como sociedad…

No sé si abarque todo al espectro, pero sí muestra a unos personajes que tienen una procedencia, un oficio y una historia que termina hablando de cierta historia colectiva que nosotros o algunos vivimos y que muchos se pueden ver reflejados con amores capitalinos y rumba noventera.

En mi personaje está anclado a un pasado glorioso, porque en su presente está derrotado, pero sus mejores años es los que recuerda con más cariño, e intento retratar un poco esos recuerdos, como la ‘hora zanahoria’, los bares de ese entonces con su música.

-Nelson, ¿Un personaje que en su juventud parecía destinado al éxito?

Cuando uno está chiquito es el dueño del mundo, siente que va a triunfar y que la va a romper, pero luego pasa el tiempo y eso que soñabas ya no pasó, y es un poco el estado de del protagonista de la novela. Ya está viendo la derrota y quizás resignado.

Es un personaje sombrío, pero también chistoso porque tiene un sufrimiento con cierto grado de tragicomedia que matiza también todo ese drama.

-En medio de esa resignación, su mundo toma un drástico giro…
Se había acomodado, y de alguna manera esa comodidad y ese adormecimiento se rompen al comienzo de la novela, cuando pierde ese trabajo, pues ahí es cuando empiezan a pasarle muchas cosas en la vida.

Casi en la mayoría de las novelas la historia empieza cuando la línea recta y previsible de la vida del personaje se rompe, y es ahí cuando empieza ‘Que pase lo peor’. Cuando se disparan todos los acontecimientos que afectan su vida. Esa vida plana, apacible, predecible que de pronto empieza a entrar en esa tormenta de acontecimientos.

-¿Había trabajado un personaje que tuviera que ver precisamente con su rol de escritor?*

Es la primera vez. No había querido tener personajes escritores porque me parecía como que era un lugar común, y que muchas veces los personajes escritores son un vehículo para la pedantería, y la voluntad del autor de demostrar que tan erudito es, que tanto sabe, que tan exquisito es. De alguna manera mi personaje se aparta de eso. Precisamente tuve que hacerlo así para lograr que un personaje escritor pudiera gustarme lo suficiente para trabajar con él y seguir sus aventuras y desventuras durante cinco años de trabajo.

Es la primera vez que tengo un personaje escritor, pero también creo que es una forma particular de abordar ese tipo de personaje.

-Un personaje que es escritor que sólo ha publicado una novela, la cual odia…

Es un rasgo del personaje, que está en plena crisis existencial, que cuando mira atrás y ve lo que ha hecho, pues eso no representa nada, es más una vergüenza que un triunfo. Además, necesitado de las oportunidades laborales que aparecen en su vida y que tiene que tomar por una cuestión de supervivencia, sin saber que son las que le permiten que se desencadenen toda una serie de peripecias estrafalarias e inusitadas y sorprendentes que empiezan a a a sacudirlo una y otra vez.

El personaje mismo no sabe mucho qué va a pasar. Como que los lectores van siguiéndolo, y a medida que le pasan las cosas, los lectores descubren las cosas con él. El personaje los va llevando de la mano y sus sorpresas son las sorpresas de los lectores.

POR TODO BOGOTÁ

-¿Un viaje por una Bogotá que en parte, ya no existe?

Algunos persisten como el barrio Policarpa que aún existe con la fuerza de la venta de telas. Lo que creo también, es que la novela que sucede en Bogotá tiene un croquis muy particular. Todas pasan mucho en Chapinero, La séptima, en el centro, pero novelas que se interesen por el barrio Policarpa o que vayan a Ciudad Montes, creo que no hay mucho. Son territorios inexplorados en la literatura.

Me pasó cuando hice la novela ‘Declive’, que tiene unas partes que acontecen por allá en la Primero de Mayo, en ‘Cuadrapicha’, y por ahí no había pasado mucho escritor, entonces me parece interesante también explorarlos, pero no como una búsqueda artificiosa de poner en el mapa de la literatura un lugar, porque eso también es orgánico con la profesión del personaje con el cual el protagonista se encuentra, un vendedor de telas.


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-¿Un vendedor de telas con aspiraciones políticas?

Por un lado, creo que tenemos una historia de una estirpe de políticos delirantes en nuestro país, como Regina o Moreno de Caro que un día soltó alacranes u otro día ratas en el Congreso, y si nos seguimos remontando van apareciendo otros muy pintorescos y simpáticos, que es una tradición que va desde Goyeneche que quería techar Bogotá y pavimentar el río Magdalena, hasta Rodolfo Hernández que pretendía que fuera un derecho constitucional que todos los colombianos conocieran la playa.

El personaje de Reinando Mestizo es un político de esa pandilla de políticos delirantes, que quiere combatir la corrupción pero él mismo es corrupto, que es un grado de corrupción pequeño en comparación con los grandes, pero es la que la mayoría tenemos, con una moral laxa, con el soborno a un policía de tránsito o quien se cola en Transmilenio.

Esa admiración por la mal llamada malicia indígena, el oportunismo o el ‘aprovechar el papayazo’. Mi personaje tiene esa moral laxa muy colombiana en la cual muchos hemos caído de alguna manera.

-¿Una forma muy común dentro de nuestra sociedad y la política?

Los políticos que mencionamos, y muchos más, son bufos, son involuntariamente cómicos. Es algo que pasa mucho en nuestra nuestra política, con personas que son chistosas pero involuntariamente, y eso lo tienen varios de mis personajes.

-¿Hace cuánto surgió la idea de esta novela?

Yo empecé a investigar y a trabajar esta novela en 2019. Fue un proceso de cinco años de ir organizando el material, escribiendo, revisando, reescribiendo, volviendo a reescribir y dándole forma al texto hasta que quedara publicable. Es un tiempo largo.

Todo esto alternando con ‘trabajos alimenticios’, a mí no me mantienen los libros, no pagan mi canasta familiar. Esa escritura estuvo sujeta a las interrupciones de cuando toca aceptar tres y cuatro cosas al tiempo que te van a dar el cheque para llegar a fin de mes. En medio de esas angustias y esas afugias hice la novela.

Después de la pandemia traté de escribir más concentradamente y haciendo caso omiso de las cuentas por pagar para poder avanzar en ella, porque si no se te va la vida sin escribir y solo dedicado a los trabajos del diario subsistir.

La novela tuvo esas interrupciones y tuvo esos parones que hicieron que se demorara un poco más, pero al mismo tiempo también hicieron que madurara de mejor manera, porque a medida que pasa el tiempo también vas viendo el texto con una mejor perspectiva.

-¿Y su trabajo audiovisual?

Yo creo que todo es obra. Lo que pasa es que en el mundo audiovisual entras en una cadena más compleja, más larga, que necesita más recursos económicos para hacerse.
Yo puedo explotar un helicóptero escribiendo y eso me cuesta como 13 pesos en tinta y en papel, pero si lo haces en un guión ya toca ir a buscar el animatronics y no sé qué más cosas.

Además, el mundo audiovisual está lleno de comités y de filtros, de estancias intermedias de la producción que pueden manosearte el texto y convertirlo en algo que no quieres, pero debo reconocer que he sido muy de buenas.

Cuando hicimos la película ‘Lavaperros’ lo hicimos un poco en nuestra ley y tuvimos un gran socio que fue el director Carlos Moreno. Y también con la adaptación de la novela ‘Los Abismos’ siento que también tuvimos entera libertad, pero aspirar a tener entera libertad en ese mundo audiovisual implica que haya muy poquitas puertas abiertas porque la mayoría de la gente quiere meterle mano.


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