Los simbolismos contienen unos mensajes que llevan a marcar los derroteros y a señalar, con cierta precisión, lo que podrá suceder en el acontecer diario en determinadas actividades de la vida de los pueblos.
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Nos referimos al paso por Cúcuta y Villa del Rosario de una etapa de la Vuelta al Táchira, hecho que deja una fuerte respuesta positiva sobre el significado de la integración de Colombia y Venezuela.
Debieron pasar 26 años, incluidos en ellos los siete años de tensión y rompimiento de relaciones diplomáticas y de toda índole, y la posterior reapertura fronteriza, para que esta famosa prueba ciclística volviera a pisar tierra nortesantandereana.
Que cerca de un centenar de pedalistas cruzaran el puente internacional Atanasio Girardot fue un espectáculo binacional que deja varias lecturas e interpretaciones.
Que la región no debe perder las dinámicas propias de la bilateralidad y la conurbación fronteriza, la cual debe más bien profundizarse para aprovechar las ventajas y mejorar las condiciones de la población.
Que tachirenses y nortesantandereanos no tienen en su imaginario una línea que los divida, por los lazos de hermandad y familiaridad que los ha unido siempre y, por lo tanto, lo sucedido en los últimos siete años debe quedar como parte de la historia y ser objeto de análisis y enseñanza para no volver a caer en esa tentación.
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El otro mensaje que puede surgir de este símbolo integracionista en bicicleta, es que ojalá los gobiernos de Colombia y Venezuela expidan las normas claras y precisas para que la fluidez en el tráfico de vehículos hacia lado y lado del río Táchira se haga realidad a partir de febrero.
El asunto anterior es una de las pruebas máximas sobre el fondo y la forma en que volvieron a funcionar las relaciones entre Bogotá y Caracas, puesto que la regulación debe facilitar el tráfico vehicular interfronterizo organizado y sin trabas innecesarias.
La otra lectura al ver a los ciclistas por las calles de Cúcuta y Villa del Rosario, y después saliendo hacia el vecino país, es que realmente el puente internacional de Tienditas es una muy moderna y bien dotada infraestructura que debe de ser considerada orgullo de Táchira y Norte de Santander y, por tal motivo, hay que sacarle el mayor provecho desde el punto de vista del intercambio comercial y de ruta para la generación de empresa y empleo a lado y lado de la frontera.
Desde lo meramente deportivo ‘se hizo historia’, como lo destacara la Liga de Ciclismo de Norte de Santander, en una significación de cómo el deporte tiene en esta parte del territorio colombo-venezolano un gran valor para vigorizar y fortalecer la integración.
Confiemos en que más buenas noticias seguirán sucediendo en nuestra zona común y de esa manera avanzar hacia la edificación de unas relaciones fronterizas cordiales, seguras, legales y de beneficio común, en las que la confianza y la sensatez primen sobre las maniobras que tiendan a volver a enemistarnos, porque de ese pasaje no se sacó nada provechoso ni benéfico para nadie, siendo, lamentablemente, la criminalidad la que sí obtuvo millonarias ganancias por el imperio del mal que montó al aprovecharse de que la frontera había quedado convertida en tierra sin dios ni ley.
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