Barajando acciones para devolver la seguridad ciudadana a los cucuteños, la cual quedó hecha trizas por una poderosa, sanguinaria y bien armada criminalidad, hay que darle un vistazo a El Salvador y la guerra que le declaró a las pandillas.
Coincidentemente, Nayib Bukele, presidente de ese país centroamericano, desplegó militares y policías en búsqueda de pandilleros que han continuado delinquiendo.
Algo parecido a lo que allá denominan ‘cerco de seguridad’ perfectamente podría hacerse en la ciudad por parte de la Policía y la Fiscalía, para tomarse barrios o comunas y llegarles a los integrantes de las bandas criminales en los sitios en que ellos se creen amos y señores.
La ciudadanía escucha a las autoridades decir que saben perfectamente cuáles son las zonas que controlan los Ak47, el Tren de Aragua y las demás estructuras criminales, que han desatado la zozobra, el miedo y la intimidación con los homicidios, extorsiones, asaltos y el microtráfico.
Entonces, hay que decidirse a ir un paso adelante de los delincuentes, afinar las informaciones de inteligencia para activar envolventes operaciones especiales de lucha urbana contra el multicrimen transnacional, que no se puede permitir que siga fortaleciéndose.
En principio, desde un consejo especial de seguridad podría delinearse esta clase de operativos contra esa amenaza, que sería llevada a cabo por unidades policiales, el CTI, la Sijín y, lógicamente, con el acompañamiento de organismos de Derechos Humanos.
Y aquí viene un punto que se debe plantear ante el Ministerio de Defensa: formar un bloque de búsqueda (integrado por Ejército y Policía) contra las bandas criminales, que pase a desarrollar esa clase de acciones ofensivas para intentar desbaratarlas y golpear sus finanzas, que es un punto muy importante, que debe terminar en la extinción de dominio.
Lo que ha pasado hasta el momento en Cúcuta nos demuestra que el combate contra el multicrimen transnacional requiere de medidas extraordinarias. En el ambiente se nota el hartazgo ciudadano con la inseguridad que acecha en cada esquina y en los más exclusivos negocios.
Aparte de esos operativos enfocados en determinadas zonas, los patrullajes combinados de Ejército y Policía en la ciudad y los sectores fronterizos con Venezuela, donde se encuentran las trochas, por ejemplo, igualmente deben entrar a convertirse en parte de esa estrategia especial para confrontar a esta clase de delincuentes.
Y para que no ocurra como en la estación Centro de la Policía, de donde se escaparon Zeus y varios peligrosos integrantes de esas bandas criminales, es requerido que se construya un pabellón de alta seguridad en la cárcel Modelo y se cuente con un penal municipal. Eso es urgente en medio de esta grave crisis en la que se encuentra la seguridad, porque de nada serviría golpearlos para que luego se fuguen.
Por un tiempo determinado, mientras dure la emergencia desatada por estas organizaciones criminales, habría que estudiar la restricción absoluta del parrillero (hombre y mujer) en las motos.
A grandes males, grandes remedios, dice el adagio popular, y ojalá tanto el alcalde Jorge Acevedo como las autoridades nacionales lo entiendan, porque lo que está ocurriendo en la capital de Norte de Santander es de una inmensa gravedad que no puede permitirse que siga empeorando.
Queremos aclarar que estos mensajes no son contra el alcalde Jorge Acevedo. Como medio de información, buscamos rodearlo a él y a las instituciones para encontrar medidas de fondo y definitivas. Deseamos que a él le vaya bien para que a la ciudad y su gente también les vaya bien. No podemos permitir que Cúcuta se vuelva un lugar a evitar, en el punto negro.
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