Cerca de 430 obras que llevan la firma de Fernando Botero han sido compradas y vendidas, en los últimos 30 años, por Felipe Grimberg, un colombiano que, en silencio, ha sabido apreciar la monumental obra del maestro colombiano, llevándola por todo el mundo.
Su labor no es la de promotor de arte. Él se encarga de ser mercante de bienes privados, en este caso obras de arte, por lo que no suele dar entrevistas, aparecer en los medios de comunicación o asistir a los cócteles de las aperturas de las galerías de sus nuevas exposiciones.
Durante los últimos 30 años, Felipe Grimberg ha sido el enlace entre los artistas y los coleccionistas, sean estos personas naturales, grandes corporaciones financieras, galerías o museos.
“Mi pasión por el arte comenzó desde que yo tenía 10 años. Tenía allegados a la familia que tenían arte y eso me generaba mucha curiosidad. Siempre me gusto la geografía, los aviones, viajar, ver otras culturas, oír otras lenguas. Desde que empecé no solo fui a museos si no que comencé a viajar a las bienales y ferias de arte que eran muy pocas”, dijo Grimberg.
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Por eso, luego de más de tres décadas de labores y al cruzar los 50 años de edad, decidió plasmar en un libro lo que ha sido su vida comprando y vendiendo buena parte de la obra de Botero, uno de los más importantes artistas plásticos vivos en el mundo.
“Sentía que debía y quería hacerle un homenaje a Botero. Poder compartir lo vivido con otras personas que aprecian el arte, en especial el del maestro, y por eso, es quizás el libro de Botero que más reproducciones fotográficas de sus obras se ha editado, con textos que cuentan con anécdotas, curiosidades e historias en torno a ellas”, comentó el autor del libro.
Cuenta entretenidas historias sobre la presencia de Felipe en las inauguraciones de las exposiciones de Botero, buscando siempre llamar su atención, y tratando de conseguir que el artista reaccionara y le vendiera sus obras directamente.
En los primeros años de esta dispareja relación, mientras Botero mantenía a cierta distancia a este joven persistente, Felipe recorrió el mundo siguiendo el circuito de arte, cultivando relaciones con galeristas, coleccionistas y artistas. Pronto se hizo conocido como “El Hombre Botero”.
“Narro mis inicios como vendedor de arte, así como imágenes de casi todas las obras de Botero y otros grandes artistas que he comprado y vendido, algunas acompañadas de anécdotas relacionadas a la venta. Mis viajes a subastas de arte, eventos de arte en embajadas, cenas en casas de coleccionistas y hasta cenas privadas en Museos como el Hermitage en San Petersburgo, Rusia. Así como más de cien fotografías de eventos del mundo del arte y de personalidades, también comentarios sobre el mundo del arte contemporáneo”, añadió Grimberg.
La primera de todas
En 1987 adquiere o vende la primera obra de Botero, la encontró en una subasta en Christie’s Nueva York, un óleo sobre tela de 1964. La obra que por esa época costaba 45.000 dólares, Hoy en día supera los 200 mil dólares. Eso es más del 444% en 28 años.
Hace tan sólo algunos días pudo tener el libro listo en sus manos, y de inmediato se lo hizo llegar a Fernando Botero, quien también quedó muy satisfecho con el resultado final.
“Fernando Botero estuvo enterado desde el inicio del proyecto, con la selección del material fotográfico y cada uno de los textos, por lo que todo lo que se publicó llevó su aval”.
El negocio del arte
Para él, la clave de su éxito como vendedor de arte ha sido la credibilidad que logró desde el inicio de su carrera. “Nunca les voy con cuentos para intentar venderles una obra. Más que clientes son amigos que confían en mí y en lo que les ofrezco”, continuó.
Pero admite que pensó que hacer un libro sería más fácil de lo que fue. Todo esto tomó un largo tiempo de edición, selección y correcciones constantes hasta que siente que lograron un libro diferente, con un valor agregado, pues ya son más de 80 libros que han sido editados sobre la obra de Fernando Botero, por lo que era un riesgo lanzar uno más.
De riesgos bien sabe Grimberg, pues el mundo del arte es uno de los negocios de más alto riesgo que existen hoy en día, aunque si se realiza bien, de manera profesional, puede generar grandes resultados.
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“El mundo del arte es cambiante de manera constante, pero los precios siguen en aumento. Yo recuerdo que los primeros dibujos que adquirí de Botero tenían un costo de siete mil dólares, y ahora no se consiguen por menos de 60 mil, por lo que la rentabilidad es alta. El arte es una gran inversión”.
Además, ha visto como el arte colombiano ha logrado visibilidad e impacto internacional en los últimos años. “El arte joven colombiano vive uno de sus mejores momentos, las ferias del arte en el país empiezan a estar presentes en los circuitos del arte en el mundo, con galerías cada vez más sólidas”.
Y agregó: “Sé que en los últimos cuatro años directivas museos de arte contemporáneo de distintas partes del mundo, en especial británicos y norteamericanos, han estado en Colombia visitando museos, galerías y estudios, adquiriendo obras de arte joven”.
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El arte en los últimos años demostró ser un vehículo de inversión. Muchas corporaciones y empresas de todo tipo en vez de decorar sus paredes con afiches se han dedicado durante mucho tiempo a comprar obras de arte. Entonces las que lo han hecho conscientemente y de forma planificada han logrado colecciones que pueden ser envidia de museos. Estas han tenido una apreciación en valor de sus colecciones bastante importante.
Los grandes bancos del mundo tienen departamentos especializados para asesorar a los clientes a invertir en arte, de la misma forma que invierten en fondos, acciones y bonos.
“Si se hace de manera consciente, dedicada y con personas profesionales, invertir en arte puede ser una apuesta ganadora. Los bancos invierten en ello, y ellos suelen saber muy bien cómo ganar dinero”, finalizó Felipe.
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