En marzo de 2020, cuando el Ministerio de Salud y Protección Social confirmó que la COVID-19 había llegado al país, en la capital nortesantandereana los tapabocas ya empezaban a escasear.
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Esto, debido al aumento de las exportaciones por parte de los fabricantes de mascarillas hacia China, Corea del Sur y EE.UU., entre otros países que ya tenían presencia del coronavirus, por lo que a las droguerías de Cúcuta estaban llegando pocas unidades de estos elementos de bioseguridad.
Para ese entonces, desde Bogotá solo llegaban dos cajas semanales, destacando que el precio de estos se disparó, pues una caja por 50 unidades pasó de costar $15.000 a $20.000 y hasta más.
Situación que se convirtió en una oportunidad para los pequeños, medianos y grandes empresarios, quienes empezaron a elaborar tapabocas de tela con diferentes diseños, texturas y colores, ya que estos se convirtieron en un elemento indispensable para asistir a cualquier lugar abierto o cerrado.
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Sin embargo, dos años después, el negocio empezó a caer, pues varios países, entre ellos Colombia, ya están eliminando el uso obligatorio de las mascarillas y por lo tanto, la mayoría de personas dejaron de usarlas.
“La gente los compra individual”
La Opinión hizo un recorrido por la ciudad y pudo evidenciar que, aunque aún persisten las ventas informales de estos elementos sanitarios, los comerciantes señalaron que ya no se venden como antes, lo mismo afirmaron en algunas droguerías.
“Antes se vendían por cajas, la gente compraba bastantes para después no tener que repagarlos cuando subían y porque de verdad le tenían miedo al virus, ahora los compran individual, como por si tienen que entrar a algún lugar en donde lo exigen”, dijo Nidia López, vendedora de tapabocas en la calle 10.
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Los vendedores informales manifiestan que, aún en medio de la flexibilización de las medidas, el costo de los tapabocas ha aumentado, por los incrementos en la materia prima.
“Luego de la escasez, empezó la abundancia, uno podía vender la caja en $5.000, a $200 o $300 la unidad, pero ahora ya las cajas por 50 están en $10.000 o $15.000 y la unidad a $500. Mucha gente también se quedó con los de tela, entonces eso baja las ventas”, dijo otro vendedor de la zona céntrica.
En algunas droguerías manifestaron que la caja de tapabocas con certificado Invima se encuentra entre los $17.000 y $20.000, pero que de igual forma, ya no se venden como antes.
“No es solo con el tapabocas, ya tampoco se vende mucho alcohol o antibacterial, la gente compra porque de pronto le piden en el trabajo o porque todavía le tienen miedo al coronavirus, pero no se puede comparar a lo que se vendió en el 2020”, dijo un regente de farmacia de la ciudad.
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Síndrome de la cara vacía
Y a medida que el mundo comienza a volver a la normalidad y el uso de la mascarilla se flexibiliza, ha surgido un nuevo término como consecuencia de tantos meses de salir con la boca y la nariz tapada: el síndrome de la cara vacía.
Mientras para algunos ha resultado gratificante poder liberarse del tapabocas, para otros se ha convertido en un gran problema, pues tienen pánico de quedar expuestos físicamente, ya que el barbijo de alguna u otra forma, sirve para esconder esos defectos y complejos que a muchos no les gusta.
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Los profesionales de la salud recomiendan ir eliminando la medida poco a poco y no de manera drástica, trabajar en la autoestima y en casos más graves, pedir ayuda para poder manejar la situación.
"No es que a raíz del tapabocas las personas desarrollarán traumas por su rostro o algo así, eso ya viene antes de la pandemia y obviamente el tapabocas les sirvió a las personas para tapar lo que ellos llaman, defectos en sus rostros", explicó Narda Liliana Parra, psicóloga de la ciudad de Cúcuta.
La profesional de la salud señaló que, aunque esta situación puede presentarse especialmente en jóvenes, cualquier persona puede padecer este síndrome.
"Algunas personas argumentan que ya se acostumbraron al tapabocas, por ejemplo los adolescentes por estar en medio del desarrollo de su personalidad, su aspecto físico forma parte fundamental de esto y a ellos les cuesta mucho más el aceptarse, entonces el tapabocas les ayudaba a controlar esa exposición al mundo exterior, pero ahora retirárselo es como si se sintieran desnudos", agregó Parra.
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La psicóloga mencionó que este síndrome puede afectar en gran medida a las personas que sufren de ansiedad, por lo que la mejor recomendación es que no se aceleren a eliminar el uso de la mascarilla, sino que lo hagan de manera paulatina, sobre todo en espacios donde se sientan seguros, para poco a poco ir superando esos miedos.
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