Con más de 60 años de historia, los emblemáticos mercados satélites, también conocidos como mercados libres, siguen siendo una tradición viva en la capital nortesantandereana.
Estos espacios, que ofrecen una amplia variedad de frutas, verduras y productos de la canasta familiar, se han convertido en parte esencial de la identidad de la ciudad y en un legado que ha pasado de generación en generación.
Los mercados satélites han sido testigos de la transformación de la llamada Perla del Norte. En sus pasillos no solo se comercializan alimentos, sino también recuerdos y vivencias de familias que han dedicado su vida a esta labor.
Es el caso de las hermanas Marta y María Uribe, quienes crecieron en medio de las ventas ambulantes y relatan que su madre y su abuela ya hacían parte de esta comunidad trabajadora. “Esto es un legado familiar. Aquí crecimos y aquí seguimos, con el mismo amor por servir a la gente”, aseguran.
Lea aquí: Cúcuta abre sus páginas con la fliC 2025 y presenta a sus primeros invitados
Herencia de trabajo y esfuerzo Más de 100 personas hacen parte de la Asociación de Vendedores del Mercado de Cúcuta (Amlcúcuta). Para muchos de ellos, el oficio representa la continuidad de una herencia familiar. Héctor Hernández, por ejemplo, lleva más de tres décadas trabajando en estos espacios, siguiendo los pasos de sus padres y abuelos.
La organización interna ha sido clave para sostener el funcionamiento de los mercados. Según relata María Parada, una de sus integrantes, “aquí somos como una familia. Nos hemos acompañado toda la vida y trabajamos unidos para salir adelante”.
Los vendedores coinciden en que el compromiso principal es ofrecer alimentos frescos, en buen estado y a precios justos para los cucuteños. Muchos de ellos, como María Parada, cultivan directamente en sus fincas —en su caso en el municipio de Ragonvalia— y traen los productos a la ciudad.
Además, los mercados satélites se caracterizan por ofrecer frutas exóticas difíciles de conseguir en la región, como la pitahaya roja o fruta del dragón, la zarzamora y el mangostino, las cuales adquieren en Bogotá para diversificar su oferta.