El parque Santander es uno de los lugares más frecuentados de la ciudad, por ser una fuente de empleo informal. Algunos cucuteños lo apodan ‘el parque de Las Palomas’, pues por décadas estas aves se han adueñado del histórico sitio.
Quienes lo transitan suelen escuchar la frase “échele trigo a las palomitas para que se acerquen”, además de divisar a las personas que tienen en sus manos pequeñas bolsas llenas del alimento para las aves.
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Los vendedores de trigo, por muchos años, se han paseado por este tradicional parque y han sido testigos de los cambios que se han dado. La Opinión habló con algunas de ellos y esta es la historia que contaron.
Miguel Ángel fue el primero
Nacido en Cúcuta, pero mejor conocido como ‘El paisa’, Miguel Ángel Ortiz fue el primer triguero que llegó al parque Santander, hace 27 años.
“Llegué un día de las brujitas, el parque era más arborizado. Los fotógrafos y las personas que pasaban me encargaban las libras de trigo, yo se las vendía a mil pesos”, recordó.
Al tercer día de trabajo, comenzó a empacarlas en bolsas y, desde entonces, se ha mantenido en este oficio que le ha dado el sustento para su familia.
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El año pasado, cuando el parque fue cerrado, ni siquiera así dejó de trabajar, vendió tapabocas a los alrededores hasta que pudo regresar al oficio de triguero al que le ha dedicado varios años de su vida.
En un día, vende entre cinco y seis kilos, y de cada kilo logra empacar 30 bolsas.
Nury, una valluna muy cucuteña
Nury Torres es nacida en el Valle del Cauca, su alta estatura, cabello trenzado y el marcado acento llama la atención de quienes transitan por el parque.
Esta mujer, de 60 años, tiene una larga historia por contar. En su juventud se vio obligada a dejar su ciudad natal, por distintos problemas que se le presentaron.
Estuvo en Cúcuta por un largo tiempo, pero en la década del 90 decidió irse para la entonces próspera Venezuela en busca de un mejor futuro.
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En 2015, luego de varios años de vivir en el país vecino, fue deportada, por lo que se vio obligada a tomar unas pocas pertenencias y desplazarse de nuevo a Cúcuta.
El parque Santander fue el lugar que Torres escogió para rehacer su vida. En un principio vendió gaseosas y otras cuantas galguerías.
“Nos asociamos, pero tuvimos problemas con el alcalde (Donamaris Ramírez) porque nos sacó por un tiempo. También llegó la pandemia y no pudimos trabajar”, comentó la mujer.
Sin embargo, la edad y los problemas no fueron impedimento para la vallecaucana, quien encontró en el trigo otra fuente de ingreso.
A la fecha, carga con las características bolsas pequeñas. Cuando tiene poca clientela, vacía una que otra en sitios estratégicos para que los niños se acerquen y le pidan una.
A pesar de que los ingresos son bajos, se ha podido sustentar económicamente y tiene sus tres comidas diarias.
Don Luis, el triguero más longevo
Luis Pérez tiene 80 años y en sus rasgos físicos es evidente su edad. De piel morena, manos gruesas y ásperas, cada vez que sonríe, muestra los únicos tres dientes que han sobrevivido al paso el tiempo.
Nació en Boyacá, vivió por un largo tiempo en Capitanejo (Santander) y por cuestiones de la vida llegó a Cúcuta, donde tuvo que buscar los medios para tener el sustento diario.
Cuando arribó a la ciudad, vio la oportunidad de vender coco con melao. Él mismo buscaba la caña de azúcar y se encargaba de prepararla en su vivienda, luego la ofrecía por las calles céntricas de la ciudad.
Años después, consiguió trabajo en las minas de carbón de El Zulia, donde laboró por bastante tiempo hasta que su juventud se fue apagando.
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Desde sus 40 años se dedica a la venta informal y hace más de una década vende el alimento de las palomas.
“Compro el trigo en la noche, lo empaco y desde las 7:00 de la mañana llego a ofrecerlo, los niños son los que más piden, aunque las ventas han estado difíciles”, comentó.
Don Luis, como es conocido por los vendedores del parque, siempre muestra una sonrisa a sus clientes, camina con total tranquilidad por el lugar, pero a ratos se sienta porque el cansancio le gana.
Hermelina, una migrante en busca de un mejor futuro
Hermelina Carrillo Hernández es madre jefa de hogar, tiene cuatro hijos y cada mañana sale con el fin de llevarles el sustento diario.
La mujer es nacida en Venezuela, pero, por la crisis económica que se vive allá, decidió tomar a los menores, unas cuantas maletas y pasar por una de las trochas fronterizas, porque el paso oficial ya estaba cerrado.
Su familia la esperaba en Cúcuta y le ayudó con los documentos necesarios para poder transitar con tranquilidad, pero su reto era más grande: sacar adelante a sus hijos de 8, 14, 15 y 17 años.
Desde que llegó a la ciudad se dedicó a la venta de trigo, un oficio que le ha permitido pagar un arriendo y tener comida en la nevera.
“Yo aquí llego a las 7:00 de la mañana. El día anterior compro los kilos de trigo, los llevo a mi casa y con ayuda de mis hijos los empaco”, relató.
Su mayor satisfacción es ver que sus hijos están bien, que están creciendo y que tienen lo necesario para vivir.
Redacción | Camila Flórez y Ronaldo Medina
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