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De inmigrante a sembrar en el campo cucuteño
Conozca la historia de Xiomara Cadena, quien conoció el verdadero valor del campo.
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Lunes, 18 de Octubre de 2021

Diariamente miles de venezolanas salen en búsqueda de mejores oportunidades ante la compleja situación económica, social y política que se da en el vecino país; cada rostro tiene una historia que contar, cada historia tiene su rostro. 

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Xiomara Yanetzi Cadena Morocoima es una mujer de 57 años, natural del estado Monagas (Venezuela) que pisó tierras colombianas el 22 de diciembre del año 2019, en lo que, para ella y su hijo de 16 años, sería un viaje de vacaciones para reencontrase con parte de sus familiares que están radicados en la ciudad de Cúcuta.

“Cuando pasé el puente (internacional) le tomé una foto al aviso de “Bienvenidos a Colombia”, para nosotros era cambiar de ambiente, disfrutar la comida, los juegos pirotécnicos, una parranda, eso era lo que yo tenía pensado” dijo Xiomara. 

Comunicadora social de profesión, hizo parte por años del Ministerio de Ciencia y Tecnología en Venezuela, pero el cierre de frontera producto de la COVID-19 impidió su regreso, lo que produjo que perdiera su empleo, hecho que significó dejar atrás sus pertenencias y la vida en su país natal.   

“Yo trabajé muchos años para darle a mi hijo y mi nieta lo mejor, pero me tocó dejar todo.  Fue muy duro tratar de regresar a mi país y que no nos permitieran, me quedé sin nada; traía tres maletas de Venezuela una con nuestra ropa y las otras dos vacías para llevar víveres, ropa, regalos, medicinas de aquí para allá, pero no fue así”, agregó. 

Al enterarse que no podían regresar nuevamente a su país, Xiomara empezó a ver como las cosas se tornaban complicadas, al punto que tuvo que salir de la casa donde estaba siendo hospedada porque no tenía como brindar un aporte. 

“A mí me daba pena estar ahí sin brindar ni ofrecer nada, yo hacía aseo, arreglaba las cosas, pero no era suficiente; tomé la decisión de salir de ahí, con la fe de regresar a mi país de cualquier forma, a pesar de que la realidad fuera otra”, expresó. 

Reciclar, esa fue la única opción que Xiomara encontró para tener el sustento diario y pagar un lugar donde pasar la noche, pues su máximo temor era quedar a la intemperie con su hijo, el cual sufre de dislexia y sufre un leve trastorno del desarrollo intelectual que requiere atención especial. 

“Empecé a recoger botellas, plásticos y lo que sirviera para reciclar, hacía cosas de madera y con eso me ayudaba, pues necesitaba encontrar dinero para pagar el lugar donde nos hospedábamos y para comer”, explicó Xiomara. 

Las fuertes lluvias en la ciudad ocasionaron daños en el lugar donde Xiomara y su hijo habitaban, perdiendo así lo poco que tenían, "yo acepté en ese momento la voluntad de Dios, al ver por todo lo que estábamos pasando y en ese momento sentí que mi vida había cambiado”

A raíz de esa situación, Xiomara sintió que las puertas se abrieron y un primer paso para ellos fue conocer la granja biosegura de la ‘Asociación SanFaus por la Paz’ en la vereda La Sabana del corregimiento de San Faustino, proyecto que ha sido apoyado por parte de la Alcaldía de Cúcuta, Asociación Hortifrutícola de Colombia -Asohofrucol, la Unión Europea- y la Cooperación Alemana para el Desarrollo GIZ donde según ella, conoció el verdadero valor que tiene el campo y los alimentos que consume a diario. 

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“Un día en Vista Hermosa donde estaba pagando una habitación de 100 mil pesos, fue duro, no podía prender luces, hacer ruido, no tenía para darle de comer a mi hijo, fue algo muy difícil. De pronto en el lugar se encontraban reunidas varias personas preparando comida, lo cual me salvó, entre quienes estaban en el lugar, hablé con José Jiménez, presidente de la asociación, quien me vio y me dijo la invito a camellar en el campo”, detalló Xiomara. 

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Visitar por primera vez el campo cucuteño fue una experiencia gratificante y muy emocionante para Xiomara, quien había trabajado en las calles de la ciudad y este se convertía en un reto gigante para ella.

“Yo llegué a La Sabana y todo fue amor y cariño, mucha paciencia y lo más importante, no importaba que fuera extranjera, acá todos somos familia. Yo entendí que este era mi hogar, lo que Dios estaba preparando para mí porque empecé y lo primero que me enseñaron fue el valor de trabajar en equipo, que, si no tengo, entre todos nos ayudamos”, dijo. 

Xiomara nunca había labrado la tierra, su trabajo de oficina en Venezuela no le permitió vivir la experiencia del campo, sin embargo, no fue tarea difícil para ella que venía con toda la disposición y todas las ganas de “comerse la tierra”, en el buen sentido. 

“Empecé a recibir capacitaciones por parte de la Alcaldía de Cúcuta, el Sena y GIZ, eso fue diciendo y haciendo, me enseñaron a cosechar, a sembrar, a saber qué le sirve a la planta, y eso me enamoró de la tierra, de este trabajo que es hermoso, ahora sé lo que vale lo que alimenta, porque sé cómo se siembra y se cosecha, valoro el trabajo del campesino y ojalá todos lo hicieran algún día”, indicó. 

Para Xiomara el apoyo recibido por parte Asohofrucol, la Unión Europea, GIZ y la administración municipal a través de la Secretaría de Desarrollo Social, ha sido un respaldo fundamental en su crecimiento personal, ahora como agricultora. 

“Yo quedé huérfana de padres hace años y en una tierra extraña me sentía más huérfana todavía, pero GIZ y la Alcaldía de Cúcuta han sido mis padres, porque me tomaron y me dijeron ven, yo te tengo en cuenta, tengo un proyecto para ti que piensas que no eres nada, porque acá llegué con los pies descalzos y el hecho de que esas personas se tomen la molestia de enseñarnos es grande, porque a veces uno se pregunta para qué vivo, para qué estoy acá, y hoy puedo decir que vivo para el campo”, manifestó Xiomara. 

En una pequeña libreta apunta todo lo que le han enseñado los instructores, para ponerlo en práctica y explicar a quien no le quedó clara la capacitación, porque todos se ayudan con todos y ese ha sido el éxito del trabajo en la asociación. 

“Yo quedé impactada el día que llegaron y nos dieron todo, palas, machetes, azadones y las semillas, que emoción tener una semilla en la palma de la mano e imaginar que de algo tan pequeño nacerá un fruto de alimento, que valor tienen las cosas es algo inexplicable”. 

Desde hace tres meses Xiomara cultiva diversos productos: tomate, frijol, pepino, albahaca, y cilantro, y todos los domingos sale del barrio Vista Hermosa en una pequeña moto con su hijo a ver qué tanto han crecido sus cultivos.

“Acá las personas me ayudan a cuidar mis cositas cuando no estoy, pues entre semana me toca rebuscarme la vida en Cúcuta, son días duros, pero cuando llego a La Sabana me olvido de todo y empiezo a sentir la tierra, me siento orgullosa de mis cosechas y más porque estoy haciendo un trabajo muy digno, valoro mucho esta oportunidad que me está dando la vida”, señaló. 

 

Salió de Venezuela en el año 2019 por la crisis humanitaria y social que se vive en ese país. / Foto: Cortesía/ La Opinión

 

Los sueños de esta mujer son básicos, pero pensados en grande, “sueño con ver mis cultivos grandes, ver esta granja grande, que la asociación crezca como empresa y podamos ser de utilidad para los demás y, lo más importante aún tener tranquilidad, sentir la brisa del campo, lo cual me llena de vida porque todo lo que venga de la tierra es bueno, todo”

Para Xiomara la nueva oportunidad de vida que ha encontrado en Colombia la llena de fortaleza y esperanza, esa que en un momento perdió al sentirse extraña en un país con costumbres y escenarios desconocidos, pero que gracias a la tierra y sus frutos reverdece cada día más en medio de una leve brisa y aroma a campo.

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