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Verdades electorales
Una porción decisiva de los electores de la Unidad Nacional votó bajo el chantaje de un “o vota de esta manera o…”.
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Miércoles, 18 de Noviembre de 2015

En las pasadas elecciones muchos colombianos, libremente, votaron por opciones diferentes a las del Polo Democrático Alternativo.

Pero también es cierto que una porción decisiva de los electores de la Unidad Nacional lo hizo bajo el chantaje de un “o vota de esta manera o…”, fórmula con la que se constriñe al elector so pena de negarle algún bien público del que dispone quien controla la “mermelada” del gobierno nacional, de las gobernaciones y las alcaldías, porque también hay “mermelada” de carácter local, aunque en últimas la controle la Casa de Nariño.

Y a la par se movieron montañas de dineros privados, legales e ilegales, incluidas las robadas por contratistas del Estado, desvergüenzas además asociadas a los fraudes propios del sistema electoral de la partidocracia, que ocurren antes de votar, a la hora de votar y después de votar, según explicara un Procurador General de la Nación (http://bit.ly/1NhxUWw)

Quienes no hacemos política así nos sentimos nadando en un mar de pus, cada vez más extenso y profundo, que además oculta que los que así se eligen pueden darse el lujo de gobernar de la peor manera y ganar las elecciones, porque sus electores, por razones obvias, no les hacen ningún tipo de control político.

El cuadro se completa con la omnipresencia de los formadores de opinión neoliberales matoneando o ensalzando a su antojo, y con la más descarada manipulación de la encuestas. Podrán ganar las elecciones, pero lo que sí no pueden, sin hacer el ridículo, es otorgarse a sí mismos alguna superioridad democrática sobre quienes preferimos la derrota a jugar con sus cartas marcadas. Si el rey de la mermelada santista hiciera política a mano limpia, ¿cuántos votos sacaría?

El notorio silencio que cubre tanta descomposición obedece a que así lo impone la Casa de Nariño, dedicada desde el inicio del régimen santista a presentar un país que solo existe en sus manipulaciones, calculadas para sostener un régimen inicuo en todos sus aspectos.

En estas circunstancias, será verdad que al Polo le fue muy mal, como dicen quienes callan sus relaciones con los políticos tradicionales y que no dicen ni pío o apenas musitan sobre la podredumbre del sistema electoral. El primer triunfo del Polo contra la panda que actúa en su contra fue presentar listas en 500 municipios, donde habita más del 90 por ciento de los colombianos. El segundo consistió en obtener cerca de 700 mil votos por sus listas a concejos, 29 por ciento más que para el Senado en 2014. Y el tercero, aumentar la votación para el Concejo de Bogotá de 130 mil a 230 mil votos, 76 por ciento más, y pasar de cuatro a cinco concejales y de 17 a 26 ediles. Con razón, un senador amigo del gobierno me dijo: “Ustedes lo que son es unos verracos para sacar esas votaciones teniendo cero mermelada”.

Sobre la Alcaldía de Bogotá, los formadores de opinión del régimen proclamaron la gran derrota de “la izquierda”, por lo que hay que empezar por entender que para ellos los del Polo somos del Polo o de “izquierda” dependiendo de qué suene peor, hasta el punto de que Semana fue capaz de cobrarnos como si fuera nuestra la derrota de Angelino Garzón, ¡a pesar de que este ha sido pastranista, uribista y santista y tuvo aval del partido de la U! De otra parte, el alcalde de Bogotá no era, ni es, del Polo, como tiene que reconocerlo toda persona ilustrada que no actúe de mala fe. Porque Petro se retiró del Polo en 2010 y no votamos por él ni hicimos parte de su gobierno. Nuestro excelente candidato fue Aurelio Suárez, quien apenas obtuvo 32 mil votos, porque sufrió el voto de castigo por el desastre de la administración de Samuel Moreno. Y si bien Clara López no ganó la Alcaldía, es muy relevante que la candidatura del Polo pasara de 32 mil a 500 mil votos, cifra que también muestra que por nuestros aciertos no pudieron extirparnos del aprecio de los bogotanos.

Si se desea ser objetivo sobre el resultado del Polo en Bogotá hay que separar su caso del de Gustavo Petro y su movimiento Progresistas, que no pudieron tener candidato propio a la Alcaldía y pasaron de ocho concejales a uno y de 27 ediles a ninguno.

Lo que sigue para polistas y no polistas que quieren lo mejor para Colombia es promover la mayor convergencia política nacional para las elecciones de 2018, unidad que sea capaz de derrotar a quienes ganan las elecciones recurriendo a las peores formas de conseguir los votos y que gobiernan con contenidos todavía más malos, contra los intereses y derechos de las gentes de trabajo, la producción industrial y agropecuaria, la democracia auténtica y la soberanía.

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