Algunos actos salvajes tienen en vilo el proceso de paz en Colombia. Se estima que más de la mitad de los guerrilleros que se desmovilizaron hace 2 años a la firma del acuerdo de paz, han desertado en un escenario peor: muchos de ellos han entrado a formar bandas de delincuentes, aliándose con organizaciones de narcotráfico que defienden con actos de salvajismo y barbarie sus negocios ilícitos y las zonas donde tienen influencia. El asesinato de los 3 jóvenes geólogos y ahora el secuestro del hijo del alcalde del Carmen en el Catatumbo ponen en evidencia esta cruda realidad. La paz nuestra está asediada por la violencia y la incapacidad de nuestras fuerzas militares para controlarla.
Hace algunos días el analista Ariel Ávila lo decía: 2 años después de la firma del acuerdo, la paz tuvo éxito y se consolidó en algunas zonas del país. En la zona central como el eje cafetero, Huila y Tolima esa paz hoy es real. En otras zonas del país, ese proceso no solo no ha sido exitoso, sino que como en el Catatumbo y Tumaco, son territorios tomados por bandas criminales que recuerdan los años 50 en los que Colombia vivió lo que se llamó “el bandolerismo”.
En los años 50, campesinos que habían sido engañados con la fallida reforma agraria de 1.936, se arman, toman fusiles, y se van al monte en lo que serían los inicios de la guerrilla en Colombia. Pero algunos de ellos, sin mayor formación política y con el poder que da un fusil, se bandolerizaron, abusaron, extorsionaron e incurrieron en actos de abuso contra menores. Esa fue la historia de algunos de ellos como “Desquite”, “Sangre negra”, Efraín González y muchos otros que asolaron pueblos. Algo de eso puede llegar a suceder en el país nuevamente, en circunstancias en las que las fuerzas militares parecen convidados de piedra.
La paz en Colombia está asediada por actos de barbarie y salvajismo. Lamentablemente aún estamos lejos de construir el sueño de una sociedad pacífica. Esos actos de los últimos días, el asesinato de los geólogos, la violación e incineración en la costa de una niña de 9 años, el secuestro de Cristo José, un niño de apenas 5 años, muestran que aún nos faltan muchos años para encontrar la reconciliación. Es lamentable que el ex presidente Santos que haya adelantado esfuerzos importantes para lograr la paz en Colombia, haya hecho la tarea a medias. No se tomaron las medidas adecuadas para que las zonas de reinserción tuvieren la infraestructura y condiciones dignas para que los excombatientes de las Farc creyeren que se tratare de un proceso de reinserción serio. Cuando los guerrilleros llegaron en el Catatumbo a la zona de Caño Indio, y constataron las precarias condiciones de infraestructura del campamento, creyeron que los estaban engañando.
Es probable que el error más grave de Santos en el tema de la paz, fue la haber repartido mucha “mermelada” a la clase política, y haber descuidado financieramente a las zonas con mayores niveles de conflicto en el país, y por ello hoy, con una desfinanciación de cerca de 26 billones, no será fácil rescatar las zonas más golpeados por la violencia
Al proceso de paz en Colombia una vez más la está matando la desconfianza, que es uno de nuestros males más graves. Por todo ello, y a pesar de que algunas zonas se han pacificado, en otras la violencia se ha multiplicado. Por ejemplo, según un informe de Paz y reconciliación, el 70% de establecimientos comerciales en Medellín hoy en día pagan vacuna. Aquí aún no se sabe aún quién secuestró al niño Cristo José; peor mensaje no se podía enviarle a una zona como el Catatumbo que en su cotidianidad se debate entre el miedo y la zozobra. Se sabía que la implementación de un proceso de paz no era un tema que se surtiera de un día para otro, o con la sola firma habría paz. En algunos países su implementación ha tardado varios años. En Colombia, después de 2 años de la firma, pareciera que por lo menos en el Catatumbo no vamos por el camino correcto, y nos preocupa como nortesantandereanos que la paz sea tan esquiva y asediada por la barbarie.