El Carpe Diem -aprovechar el momento- propuesto por Horacio, es un adagio latino que hemos utilizado para pensar únicamente en el hoy, sin considerar que el progreso del ser es un proceso lento y sabio.

Se me ha hecho difícil asimilarlo, por cuanto el pasado y el futuro determinan el presente y, entre esas dos distancias temporales, se origina una red de momentos espirituales que nos orientan.

Lo que sí podemos, es hacer amable la dualidad pasado-futuro-, sin mirar tanto lo que falta, sino lo que se tiene, con la memoria puesta en un recuerdo grato y el destino en la gratitud que emana de vivir con esperanza.

Un buen presente se sale de la rigidez de los conceptos y equilibra los sucesos ocurridos, corre hacia un porvenir cultivado en el tiempo íntimo y nos invita a ser labradores de estrellas en el alma.

Así, las semillas del ahora se alternan para sembrar en el corazón la fidelidad a uno mismo, la sabiduría para continuar el camino, tomar los desvíos o retornar, y protagonizar una leyenda individual.

El tiempo atesora verbos intelectuales que surgen de la luz de una aurora, o de la sombra que anhela descansar para tomar fuerza, para ser presente, otra vez, y ser la evidencia que transforma las ilusiones en una verdad sentimental.

Mi Carpe Diem es aceptar dignamente mi historia, buena o mala -que ya es y no puedo cambiar-, ser consciente del presente e intuir la belleza en el azar. (Se escribe fácil, pero hay numerosos obstáculos, personales y sociales, que es necesario superar con estudio y disciplina…).

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