Dentro del sector transporte el gremio de los taxistas en Colombia nos puede servir para explicar cómo una intervención en la oferta y la demanda de un servicio al final es perjudicial. Inicialmente la formación de este mercado es como en todos.
Existe una necesidad de movilizarse entre puntos de la ciudad, lo que se conoce como demanda.
Un grupo de personas ve oportunidad de negocio y forman una empresa para prestar el servicio de transporte con carros nuevos, creando una oferta.
Con el paso del tiempo otros agentes económicos que buscan oportunidad de negocio observan que se puede obtener utilidades con los taxis y montan nuevas empresas.
El rendimiento de la operación empieza a bajar por una oferta excesiva ya que el mercado tiene un límite y está circunscrito al perímetro urbano de la ciudad en cuestión.
Nuevas personas que no estudian el mercado consideran que el negocio es bueno, por lo que se ve superficialmente, creen que en una actividad comercial se trata de voluntad y no de conocimientos y montan nuevas empresas de taxis complicando el problema y bajando la utilidad de todos los taxistas.
Ante el detrimento en sus ganancias tratan de buscar soluciones que básicamente son dos: competir para que los que presten un mejor servicio sobrevivan, esto implica que algunos “quebraran” y tendrán que vender sus empresas. Otra opción es intervenir el mercado.
Como usuarios lo mejor para nosotros es la competencia, si esto se cumpliera, aspiraríamos a unos taxis con aire acondicionado, con una revista para hojear en el trayecto o un periódico local, con un nivel de atención optima, que puedan entender lo básico en inglés que requiera un extranjero que nos visite, unos vehículos amplios con bueno baúles, con unos conductores que lleven uniformes o que estén excelentemente presentados, (en la actualidad algunos trabajan en camisilla, pantaloneta y chancletas).
Los empresarios analizan la situación, una competencia los obligaría a esforzarse, a hacer más inversiones, a prestar un mejor servicio y muchos quedarían en el camino y tendría que dedicarse a otra actividad.
Así que deciden que se debe intervenir el mercado. ¿Quién es el que lo puede hacer? El estado. ¿Cómo lo hace normalmente?
Por presiones. ¿Qué hacen los taxistas? Un paro. Exigen el derecho al trabajo, que se regulen las tarifas, que se coloque un valor mínimo por trayecto o carrera, que se impida que entren nuevos taxis al mercado.
El gobierno después de una negociación y presionado por múltiples actores cede. Por decreto fija la tarifa mínima, decide que no pueden entrar más vehículos a prestar el servicio, contabiliza los que hay y se inventa unos cupos, para reposición y otros para cuando el mercado crezca y se necesiten unos vehículos de más. Todos salen felices. Aparentemente se hizo algo bueno y justo.
Pero no es verdad. A largo plazo, como no existe la posibilidad de ingresar en el mercado sin que el gobierno lo autorice, los cupos adquieren un valor por la escasez de los mismos. (En este momento el valor oscila entre 25 y 30 millones de pesos, lo que vale el vehículo o más). Se genera un nuevo espacio de corrupción ante la tentación de la autoridad que puede ampliar los cupos y venderlos por debajo de la mesa.
¿Quienes perdieron? Los usuarios. Nunca veremos un mejoramiento en el servicio, en las tarifas y nos condenan a carros cada vez más pequeños que obligan a mover la silla para acomodarse, sin aire acondicionado y obligados a soportarlos porque si hacemos algo hacen un paro y nos suben las tarifas.
Por eso es tan peligroso intervenir el mercado en la mayoría de las ocasiones.