La construcción de paz, en general, es una disposición y una labor permanente de buscar que los diferentes conflictos que son normales y constantes en las sociedades humanas se logren resolver, transformar o superar a través de métodos dialógicos y consensuados, donde el uso de la violencia –física, simbólica o inclusive armada- sea excluida o una actividad totalmente excepcional.
Esto implica contribuciones en el análisis del conflicto en sí mismo –su génesis, sus actores, causas, en fin, el llamado mapa del conflicto-, ayudar a proponer opciones de manejo y de salida, si las partes involucradas están de acuerdo, y una vez que se logre llegar a soluciones, que en la mayoría de los casos son parciales y transitorias, apoyar de diversas maneras la implementación de esas soluciones, enfatizando la construcción de cultura de paz –reconociendo que no todo constructor de paz será necesariamente un buen gestor de la implementación-, lo que se denominan ‘acuerdos’, desde los acompañamientos activos, hasta los colaterales y simbólicos y siempre estar en disposición de ayudar a encontrar salidas a las dificultades, problemas o reincidencias que normalmente en todo conflicto aparecen. Y ojo, no sólo ni exclusivamente en los conflictos armados internos.
Desde una perspectiva de construcción de paz, considero que se debe tener una apertura a encontrar salidas dialogadas y concertadas a los distintos conflictos –desde las guerras inter-estatales hasta los conflictos interpersonales, pasando por los conflictos sociales y políticos que son parte de la cotidianidad de las sociedades-. Pero ello no significa caer en posiciones de total ingenuidad o irrealismo, porque desde las mismas no se podrá contribuir a buscar soluciones, sino a veces más bien se puede convertir en obstáculos a las mismas.
Es por eso de la mayor importancia conocer y estudiar cada conflicto, su evolución y momentos, para poder sugerir opciones de manejo y salida útiles en cada momento. Sabiendo que el diálogo y la conversación –la diplomacia en las relaciones internacionales- tienen un rol importante, no siempre ni en todo momento son el mecanismo adecuado, pese a que detener el uso de la violencia contra la población civil es siempre una prioridad.
Es necesario reconocer, por razones de pragmatismo, que hay actores internacionales o nacionales, que cumplen roles mucho más eficaces que otros. Naciones Unidas, más allá de las críticas que le puedan formular algunos, seguramente con algo de razón, es en el contexto actual el actor internacional de mayor relevancia y que tiene un acumulado de experiencia muy importante.
Así como en lo nacional lo son algunas Iglesias, como la Católica en nuestro caso u organizaciones sociales que igualmente tienen un nivel de legitimidad y credibilidad social que les permiten jugar papeles activos en la búsqueda de solución y manejo de conflictos. Recordando siempre que en todo tipo de conflicto el actor fundamental para su solución o superación son los protagonistas del mismo y quienes deben en últimas tomar las decisiones gruesas.
Es muy importante tener presente que un conflicto no se termina con firmar un ‘papel’, lo que comúnmente llamamos los Acuerdos, requiere su implementación integral y eso es una tarea de mediano y largo plazo.