
La administración Trump ha adoptado en los últimos días una serie de medidas extraordinarias frente al régimen de Maduro. Van desde el aumento del monto de la recompensa por su captura y la de sus lugartenientes, a una suma sin precedentes; la calificación de Maduro como jefe del Cartel de los Soles dedicado al narcotráfico; las declaraciones de altos dignatarios norteamericanos de que los Estados Unidos no omitirán ninguna acción para sacar a Maduro del poder, que detenta ilegalmente; así como, el amenazante envío de buques de guerra y aviones al sur del Caribe, no obstante que hayan debido regresar a Norfolk por la presencia de un huracán en el Caribe oriental.
Al mismo tiempo, Colombia ha adoptado igualmente acciones con respecto a Venezuela que abren serios interrogantes. La ministra de comercio ha firmado con su colega venezolana y la vicepresidenta de ese país un confuso “Memorando de Entendimiento” sobre la creación de una “Zona de Paz, Unión y Desarrollo Binacional”, que ha merecido críticas. No obstante que en Colombia se diga que es para el turismo y el intercambio comercial, es raro que en el momento actual de la amenaza norteamericana, Maduro declarara hace algunas horas que es el momento de activar de citada zona.
Es más, el mandatario venezolano afirmó que había hablado con Petro sobre la “unión” de los dos ejércitos, aunque su colega colombiano tuvo que aclarar que se trataba más bien de “articulación”. Igualmente, nuestro presidente ha señalado que, como comandante en jefe, ordenará a las fuerzas militares su ingreso a Venezuela en el caso de que sea objeto de una intervención.
Es decir, si se llegara a concretar una acción militar norteamericana de cualquier modalidad para sacar a Maduro, opción que no ha sido descartada por Trump y sus asesores, seguramente las Fuerzas Militares de Colombia tendrían que cambiar sus misiones domésticas para cumplir las instrucciones de su jefe supremo.
Por lo tanto, no obstante que Maduro, su camarilla y el politizado ejército venezolano estén metidos hasta el cuello en el narcotráfico y protegiendo a grupos armados colombianos en su territorio, una intervención militar en Venezuela, necesariamente nos arrastraría a un conflicto de resultados impredecibles.
Con excepción de la guerra de Corea, que fue un conflicto distante y sin efectos sobre nosotros, jamás las fuerzas militares de Colombia han atravesado las fronteras para combatir en otro país. Ni siquiera en el conflicto colombo-peruano de 1932, ya que las fuerzas colombianas operaron en nuestro territorio y solo hubo una breve acción sobre un destacamento peruano en Guepí en la margen derecha del río Putumayo.
No debe olvidarse que cualquier cambio del régimen venezolano, independientemente de María Corina Machado y del benemérito Edmundo González, tendría que pasar por una presencia militar en el gobierno. A los venezolanos desde Simón Bolívar hasta nuestros días les han gustado los militares. ¡Qué vamos a hacer!
Allá un secuestro masivo de militares o policías en cualquier lugar del país no podría suceder y ningún gobierno lo disculparía.
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