El cruce de la avenida 31 con calle 5N en el barrio Tucunaré, parte baja, fue el escenario de una escena tan trágica como irremediable. Allí, tendido sobre el resquebrajado asfalto, yacía el cuerpo de Osman Andrés Bernal, a pocos metros de distancia, su mamá miraba con los ojos llenos de lágrimas y el corazón roto al ver como a su hijo le habían arrebatado la vida.
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La mujer, de ya avanzada edad, vestía una camiseta roja, augurio de la sangre que brotaba de los tres impactos de bala que recibió el joven, de apenas 23 años de edad. Su muerte fue instantánea, pues uno de los proyectiles le atravesó el ojo y se le incrustó en el cráneo, los otros dos los recibió en la espalda.
Fue un panorama desalentador para los demás familiares, quienes miraban sentados desde un andén cercano, en los alrededores. Uniformados de la Policía Metropolitana de Cúcuta resguardaban el perímetro que había sido trazado y mantenía a los curiosos de acercarse.
Y como una testigo silenciosa, una estatua de la virgen María, con la mirada baja, presenciaba los últimos momentos que madre e hijo pudieron compartir, tras esa repentina y violenta despedida ocurrida bajo el inclemente sol de mediodía de ayer, 12 de noviembre.
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Le llegó la muerte
Faltaban pocos minutos para que el reloj marcara las 12:00 p.m., cuando Andrés, con esa apariencia que lo caracterizaba desde que su vida tomó un vuelco por culpa de la adicción a las drogas, pasaba caminando por la calle 5N.
Vestía unos tenis sin cordones, una pantaloneta gris y una camiseta negra. En sus manos algunas manillas, al igual que una prenda plateada a la altura del tobillo. Todo acompañado por una capa de polvo sobre su piel, misma que solía acompañarlo día a día por su estilo de vida.
Fue apenas segundos después de pasar la estatua de la virgen, que llegaron dos criminales a bordo de una moto, lo interceptaron. Se presume que Andrés intentó escapar corriendo, pero su calzado no fue el óptimo y no logró huir.
Quedó a disposición de los criminales, quienes, sin mediar palabra, le dispararon. El primer balazo le dio en el rostro, y provocó su caída de forma inmediata. Acto seguido, quizá para confirmar el trabajo o para enviar un mensaje, le dispararon en dos oportunidades más en la espalda, aunque no fue necesario para confirmar su deceso.
Andrés quedó tendido sin signos vitales y apenas un pequeño charco de sangre empezó a formarse bajo su cuerpo. En tanto, los responsables escaparon invictos, hacia la calle 6N, de este crimen cuyo único testigo fue la virgen.
Pues pasaron minutos hasta que los vecinos se asomaron para encontrar el cadáver, muchos de ellos pensaron que los estruendos eran producto de una moto con el tubo de escape modificado que había pasado por la zona.
Fue una sorpresa desagradable ver a Andrés allí, quien vivía en ese mismo barrio. En un acto de humanidad, uno de ellos cubrió su cuerpo con una sábana rosada, en lo que las autoridades fueron alertadas y llegaron para adelantar la investigación.
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Por drogas
Aunque sus familiares manifestaron que él no tenía problemas personales, deudas conocidas, ni amenazas, sin embargo, se resignaron al hecho de que su adicción a las drogas, finalmente le había ‘ganado la batalla’ y por dicha razón le habrían quitado la vida.
Según contaron a este medio, al joven le habían dado muchas oportunidades de alejarse de los vicios, pero el final siempre era el mismo, volvía a caer. En su momento fue un joven muy trabajador, laborando desde corta edad para ayudar a su humilde familia.
Pero en algún momento se ‘torció’, por malas amistades conoció las drogas y según el mismo decía, de ahí no podía salir. Sus tíos, quienes estaban pendientes a su cuidado, le aconsejaban que dejara el consumo, pero él siempre les daba la misma respuesta: “no puedo”.
Hace años había trabajado como vendedor de verduras en el centro de la ciudad, decían que era muy bueno, capaz de vender de todo por una gran capacidad de oratoria. Sin embargo, su historia, lejos de tener un final feliz, terminará en el recuerdo como final de una vida que no pudo rescatarse de los vicios.
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