Se han expuesto diversas causas de la inseguridad que se apoderó de Cúcuta y el Norte de Santander en los últimos meses. Porque la verdad es que los homicidios, las lesiones personales, los hurtos, los atracos y los asaltos a domicilios, restaurantes, bancos y centros comerciales, son imparables. En cuanto a las raíces de este desborde de la delincuencia hay un largo listado que no convence. Hasta el clima caliente tiene la culpa.
Pero obsérvese que la tolerancia, la ineficiencia y la pasividad de las autoridades poco se mencionan. En autoridades entran el gobernador, el alcalde, la justicia y la fuerza pública.
La peligrosa situación que se vive en estos momentos no los inquieta; nadie se pellizca por ello; a ninguno le importa.
¿Alguien ha descubierto por qué nuestros mandatarios departamentales y locales y los parlamentarios, diputados y concejales miran para otro lado? Digamos de una vez que tan sólo se habló de la seguridad como política de Estado en los dos gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, desde 2002 a 2010. Se llamó la seguridad democrática. Uribe sacó hasta a los generales de los escritorios y los puso a marchar, a patrullar, y así el colombiano pudo volver a pasear, a viajar por doquiera, a regresar a sus fincas, a ir tranquilo a las esquinas y los parques, sin el miedo de ser secuestrado o asesinado o extorsionado.
¿Alguien ha visto un programa de gobierno o de propuestas, si se es elegido, en que se comprometa el candidato a trabajar sin que le tiemblen los calzones contra la violencia, el narcotráfico, el secuestro, la extorsión, la agresión física, el robo y demás modalidades del delito? Nunca han existido programas o propuestas semejantes, salvo, repito, en los gobiernos de Uribe. Porque el temor, o la conveniencia o la indiferencia les impide a los candidatos comprometerse.
Además, algunos movimientos políticos son promotores de la violencia, y los hay que ni la condenan, pero por debajo de cuerda la apoyan. No son difíciles de identificar. No se requiere mucha malicia indígena ni mucho análisis.
Entonces, amigo lector, hablemos claro: si su candidato se hace el de la vista gorda ante la violencia en su programa de gobierno o en lo que promete, simplemente no vote por él. Ese también nos va a llevar rumbo al despeñadero al que nos estamos acercando raudamente, al caos, a la anarquía, a la sociedad sin Dios y sin ley. Escojamos a quien le dé prioridad a la seguridad de sus conciudadanos. El que no tenga esa prioridad, algo oculta u obedece a alguna ideología afín a la violencia o sigue a alguien que se hace el pendejo ante ella porque en su ideario entra en juego el atentar contra los derechos humanos de las personas de bien.
Como dicen por ahí: caras vemos, corazones no sabemos. Si la gente estudiara el contenido y la filosofía de algunos movimientos políticos que aparentan ser inocentes, sanos y nobles, se asombraría al descubrir sus oscuros propósitos.
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