A un año de terminar su mandato, el balance de su gestión, no le es del todo generoso; tampoco podemos decir que ha sido un desastre. Lo que si no podemos negar es que ha respetado las instituciones, ha oído a sus contradictores sin exaltarse, jamás le hemos oído gritar ni salirse de casillas en sus intervenciones.
El país ha observado qué a diferencia de otros, sin dejar de definir el rumbo, metódicamente ha sabido delegar funciones. En su ya largo y extendido periodo como gobernante, se ha propuesto recomponer las relaciones internacionales , que bien averiadas recibió de su antecesor.
Y como le ha ocurrido a casi todos los mandatarios del entorno latinoamericano ,en la última década ha disfrutado y, también sufrido, los vaivenes que produce la globalización de la economía, a tiempo que le ha tocado enfrentar un problema que se ha venido haciendo viral en Centro y Sur América, como lo es el impetuoso avance del fenómeno de la corrupción.
Obvio resulta que si no le hubiera tocado enfrentar todos los problemas que le ha venido dejando su propósito de dejar, al final de su mandato, un país en paz, estaríamos ante un gobernante más, ante un presidente común y corriente, que simplemente se limita a cumplir con los estándares preestablecidos , sin poner en riesgo todo su prestigio político .
Desafortunadamente, a Santos le toco un país atípico, que durante dos periodos consecutivos, había sido manejado con mano de hierro, por un gobernante que no respeto los derechos humanos y que cometió toda clase de abusos y desmanes contra quienes no compartían sus extravagancias ,excesos y arbitrariedades.
Y es en esa diferencia de estilo donde debería escudriñarse para intentar comprender la razón por la que un sector de la opinión nacional , se ha venido mostrando más crítico y severo con los errores en que posiblemente haya podido incurrir el primer mandatario , que con los inmensos desafueros y salidas en falso de su antecesor, pues su estilo sereno, reposado y diplomático, estableció un notorio contraste con el modelo chabacan, autoritario y despótico que , desafortunadamente, le correspondió heredar como modelo de administración del Estado .Como diablos negar que otra seria su imagen actual, si en vez de buscar la paz con las Farc desde el comienzo de su mandato, hubiera sucumbido obedientemente a los propósitos guerreristas de su antecesor y mentor.
De seguro, no hubiera tenido desde el inicio de su gestión, un sarnicalo incansable e indetenible, aferrado a su espalda, como lo ha venido siendo el mandamás del Centro Democrático .
Lo que si resulta sorprendente, es que no obstante los inmensos escándalos de corrupción, violaciones de los derechos humanos e inclemente persecución contra periodistas, defensores de derechos humanos y opositores políticos , pueda actualmente pavonearse en el Congreso como Jefe de la Oposición , disfrutando de un inmerecido prestigio, sustentado en la mentira, falsedad y difamación, elementos sobre los que ha venido cabalgando, para continuar aterrorizando al pueblo con el san benito del Castrochavismo .
Lo único cierto es que, no obstante la feroz persecución de Alvaro Uribe, contra el Primer Mandatario de la Nación, Santos, ha logrado un lugar en la historia, al poner fin al conflicto con las FARC. Esa proeza que le permitió el otorgamiento del premio nobel de la paz, lo coloca en un sitial muy cercano a la inmortalidad.