Lo que más odio, es que me pidan perdón antes de pisarme.
Woody Allen.
En las universidades no deja de ser un conflicto sentimental prescindir de los maestros. Pero lo es en todas partes y en todas las horas, pues cada maestro engendra intelectualmente cientos de hijos cada año, o cada semestre.
Y ya uno viejo, despidiéndose del aula, repite y sigue imitando a quien fue su mejor maestro, o a sus mejores. Es muy duro olvidarlos. En mi caso, todos los días imito a Filiberto Botero, a César Gómez Estrada, a Oscar Salazar Chávez, a Mario Vélez Escobar a German Sanz Arango. Uno cierra la puerta del aula y se transporta a ellos e imaginamos esa clase ideal.
En todas partes ocurre lo mismo. Aquí en Cúcuta o en cualquier academia. En la academia americana ¿quién puede borrar de la memoria de los egresados las clases de Barack Obama, o de John Forbes Nash el matemático de la película “Una clase ideal” en la Universidad de Texas y MIT, ¿a pesar de sus métodos tan poco ortodoxos? O al ¿El Profe Mario Molina, premio Nobel de Química también en MIT, en la Autónoma de México y hoy en la Universidad de San Diego, a pesar de ser neurótico insoportable? ¿qué alumno puede olvidar al
Excandidato Demócrata Al Gore, el ecologista más sabio del momento en USA, hoy dedicado a construir comunidad, con un acercamiento comprensivo entrado en la familia?
Quienes nos dedicamos a enseñar Teoría del Estado y Ciencia Política, desde la distancia, todos los santos días estábamos pendientes de la cátedra de Huntington, el “viejo joven” a quien la Universidad Harvard le reservó un rincón en la biblioteca para atender a sus exalumnos que lo visitaban provenientes de todos los rincones del mundo. Sí, ninguna academia de prestigio echa sus maestros a sombrerazos.
Las universidades famosas, nunca despreciaron a sus maestros por la edad, todo lo contrario, les mimaban y les reservaban el lugar en la Sala de los Maestros, dentro de sus claustros. Oprah Winfrey en la Northwesttern University de Chicago, O Ernesto Zedillo el expresidente Mejicano con su rincón en la Autónoma.
Todas estas ideas se me vienen a la cabeza, cada vez que observo como se desprecian a los viejos maestros de nuestra academia regional. Me impresiona ver la manera como se les maltrata por haber entregado el conocimiento a quienes hoy los torturan, sin darles el lugar que corresponde como en las universidades famosas y os llevan a ese sacro refugio que denominan la “Sala de los maestros”.
Que, además, son los que aprestigian con su nombre a la academia, mientras los noveles profesores se logran aquilatar. Manes de la prepotencia adjetiva, no de la sustantiva.
Adenda: (1) El libro que recomendé la semana pasada: “Historia Concisa de Colombia” de Michael J. la Rosa. Quedan seis volúmenes en la Librería Panamericana. (2) Terrible el “ sino” de un país, donde los medios son jueces de instrucción y los amos y dueños de la reserva del sumario.